¿Se puede hacer justicia con una radial? El robo de las joyas del Louvre permite dibujar una línea de siglos de colonización europea, por eso, aunque no sea una reparación real, este robo hecho por encargo da cierta sensación de justicia.
El Musée du Louvre visto desde fuera. | Foto: Pixnio.
La mañana del 19 de octubre de 2025 en tan solo siete minutos se abrió con una radial una pequeña grieta en el pasado imperial de Francia, España y Gran Bretaña; esa pequeña grieta en el Musée du Louvre supone, en palabras de Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, un “atentado contra un patrimonio que atesoramos como parte de nuestra historia”. El costo real en euros del robo en el museo parisino es, aproximadamente, de unos cien millones según la Fiscalía de la capital francesa, pero desde el primer minuto se alegó que las joyas tenían un “valor incalculable”. Lo cierto es que las joyas, simbolizan la memoria tangible de los imperios que dominaron la orbe en el siglo XIX, los mismos que delimitaron las fronteras geográficas que permanecen hoy en día. Los mismos responsables del secuestro, esclavización y tráfico de millones de personas en el Atlántico durante varios siglos.
Me llama la atención el lamento por el desmembramiento de las piezas para su venta
La reacción al robo fue muy dispar: entre los memes en los que se lee “ladrón que roba a ladrón tiene 500 años de perdón” (uno de mis favoritos) y lamentos por la “pérdida de piezas que reflejan siglos de elegancia francesa” hay una larga serie de reacciones de indignación, tristeza, burla y sí, cierto sentimiento de justicia. Para escribir este texto he estado viendo y leyendo durante días los comentarios en redes y en periódicos digitales, reels en Instagram y videos en Tiktok, y no deja de llamarme la atención el lamento por el desmembramiento de las piezas para su venta, o la tristeza por la pérdida del patrimonio histórico. Me pregunto si todas las personas que se han dedicado con ahínco a denunciar el robo han estado en el Louvre, uno de los museos europeos con el mayor número de colecciones procedentes del expolio del sur global, o si han hecho una reflexión más profunda sobre qué es el patrimonio histórico (conjunto de bienes materiales e inmateriales) y cuál es su relación con la identidad y memoria colectiva de los territorios.
Como alguien que se dedica al oficio de historiar, me parece que todavía siguen pendientes debates sobre la relación entre el patrimonio histórico y el colonialismo, tanto en los países que fueron colonizados, como en los colonizadores, quienes siguen sin tomarse en serio el debate ético y sobre todo político que implica la restitución de las piezas expoliadas que hoy día continúan expuestas en los museos de las metrópolis europeas.
El Louvre y el imperialismo
El Musée du Louvre alberga, según su página web, 500.000 obras. En la misma página el museo reconoce que algunas de sus colecciones tienen vínculos con épocas coloniales. Sin embargo, no hay una lista pública con todos los fondos expoliados, aunque si miramos detenidamente los departamentos de conservación podemos darnos una idea: el Departamento de Antigüedades Egipcias del Louvre posee adquisiciones del siglo XIX, entre ellas, de lo que se conoce como la campaña napoleónica de Egipto y Siria (1798-1801). El Departamento de Antigüedades Orientales se formó también en el siglo XIX y posee más de 150.000 objetos, que abarcan unos 8.000 años de historia, provenientes de Mesopotamia, Anatolia y Levante (hoy día Turquía, Siria, Irak, Líbano, Palestina, Jordania, Irán y Afganistán). El Departamento de Arte Islámico, que abarca el llamado “mundo islámico” desde España hasta Indonesia, tiene una colección en la que predominan las piezas del Norte de África. De esta colección, 3.000 piezas están expuestas en el Museo.
Las ocho piezas sustraídas del Louvre contienen piedras preciosas obtenidas a través de la explotación de minas coloniales
Las joyas robadas no pertenecen, sin embargo, a ninguna de estas colecciones que son fácilmente identificables como coloniales. Aun así, las ocho piezas sustraídas sí contienen piedras preciosas obtenidas, precisamente, a través de la explotación de minas coloniales. Todas pertenecen a la Colección de las Joyas de la Corona Francesa que abarca del siglo XVI hasta el XIX. Esta colección es una línea temporal que, a través de diamantes, esmeraldas, perlas y zafiros, conforma una narrativa visual y material entre el Antiguo Régimen, el Imperio francés y la República gala, y cuya exposición es un recordatorio de siglos de poder colonial.
Las joyas y sus lugares de procedencia
Si hacemos una breve revisión cronológica de las principales joyas y sus lugares de procedencia podemos rastrear el origen colonial de las piezas:
- Conjunto de esmeraldas de María Luisa de Austria (1791-1847) emperatriz de Francia. El conjunto fue un regalo nupcial que le hizo Napoleón en 1810; consta de 32 esmeraldas y 1.138 diamantes, la esmeralda central pesa 13,75 quilates. Las esmeraldas provienen de las minas del municipio Muzo, en el departamento colombiano de Boyacá, país que fue Virreinato del Nuevo Reino de Granada. La explotación de las minas de Muzo comienza en 1558, se trata de una explotación intensiva de trabajo forzado y artesanal, por lo que su producción era muy limitada, lo que aumentaba su valor. Debido al famoso impuesto conocido como “quinto real”, el 20 por ciento de la producción iba a parar directamente a las arcas de la corona. Durante el siglo XVIII las esmeraldas se comercializaban sobre todo en Madrid, enriqueciendo considerablemente al Imperio español.
- El collar, la tiara y los pendientes de la parure de zafiros de la reina Hortensia de Beauharnais (1783-1837) fueron adquiridos por el rey Luis Felipe aproximadamente en 1821 y heredados por la reina María Amelia de Borbón-Dos Sicilias (1782-1866). Entre las tres piezas suman 36 zafiros –procedentes de Ceylán, hoy Sri Lanka, que fue colonia británica entre 1815 y 1948– y 1.773 diamantes, posiblemente de minas indias. En el caso de la explotación de zafiros, la Corona británica, además de imponer impuestos (de entre el 5 y el 15 por ciento), estableció oficinas de inspección para controlar que todo el comercio de piedras fuera supervisado por funcionarios británicos. Londres era uno de los principales centros de corte y venta de zafiros que simbolizaban la riqueza del Imperio.
- La tiara de perlas y diamantes de la emperatriz Eugenia (1826-1920) también fue un regalo nupcial de Napoleón III a Eugenia de Montijo en 1853. Consta de 212 perlas y casi 2.000 diamantes montados sobre plata bañada en oro. Las perlas posiblemente fueron reutilizadas de otras joyas de la Corona. Según información del propio museo, podrían tratarse de “perlas napoleónicas” (1810-1811). No se conoce con exactitud su procedencia, lo que sí es cierto es que durante el siglo XVIII las perlas naturales que abastecían a las coronas europeas provenían del Golfo Pérsico y del sudeste asiático (Ceilán), En ese momento el Imperio británico controlaba casi completamente el comercio de perlas y el de diamantes.
Este breve repaso muestra hasta qué punto durante los siglos XVIII y XIX existía una red de abastecimiento colonial de gemas y piedras preciosas, así como un mercado consolidado en el que estaban implicadas las grandes casas joyeras europeas, como Cartier, de la que la emperatriz Eugenia era clienta asidua, y cuáles eran los principales imperios que controlaban dicho mercado y que, por ende, se beneficiaron de la explotación de los recursos naturales de las colonias.
Ladrón que roba a ladrón
¿Se puede hacer justicia con una radial? No. La reparación, tanto material como simbólica, de la violencia y el expolio colonial debe venir de los gobiernos europeos responsables de ella.
El Imperio británico fue el más extenso de la historia. A finales del siglo XIX estaba repartido en casi una tercera parte de la masa continental del planeta y en el siglo XX llegó a contar con unos 458 millones de habitantes. Si pensamos tan solo en los recursos expoliados a India y el sudeste asiático (relacionándolo con la procedencia de las joyas), según la economista india Utsa Patnaik, Gran Bretaña tiene una deuda de al menos nueve mil billones de libras en valores actuales.
Hacia el siglo XVIII el Imperio español poseía más de 24 millones de kilómetros cuadrados
El Segundo Imperio colonial francés, que comenzó con la conquista de Argel en 1830, fue uno de los más grandes de la historia. Incluyendo a la Francia metropolitana, la cantidad total de tierra bajo soberanía francesa alcanzó los 24 millones de kilómetros cuadrados y una población de 150 millones de personas hacia el año 1939. A día de hoy hay cientos de islas en las que se sigue usando el franco como moneda y que continúan teniendo relaciones neocoloniales con la antigua metrópoli.
Y, finalmente, el Imperio español, que hacia el siglo XVIII poseía un territorio de más de 24 millones de kilómetros cuadrados (casi la séptima parte de la superficie de las tierras emergidas del planeta). Todas las minas coloniales (realengas), tanto en el Virreinato de la Nueva España, como en el de Nueva Granada y en el Virreinato del Perú, fueron el principal motor económico del Imperio durante más de tres siglos. Por poner solo un ejemplo, de la mina del Potosí se extrajeron más de 40 mil toneladas de plata. No es casual que sea uno de los principales ejemplos de acumulación originaria de capital. Citando al economista André Gunder Frank, “sin la plata americana, no habría capitalismo europeo moderno”. De ahí la expresión, tan castiza, de valer un potosí.
Este robo muestra la debilidad de un gobierno europeo para conservar su capital patrimonial
¿Por qué, entonces, sabiendo que el robo de las joyas del Louvre no solo no es ningún tipo de reparación hacia los territorios expoliados sino que posiblemente sea un robo por encargo, es decir ricos robando a ricos, nos produce cierta sensación placentera de justicia?
Este robo no solo muestra la debilidad de un gobierno europeo para conservar su capital patrimonial –siendo honestas, no se trata solo de patrimonio histórico, muestra de ello es que el resto de joyas se han quitado de exposición y trasladado al Banco de Francia–; la desaparición de esas joyas del espacio público rompe también con la narrativa visual de siglos de colonialismo. Por otro lado, la espectacularidad del robo generó un momento de apertura al discurso anticolonial que comúnmente se encuentra oculto (concepto de James C. Scott) y que en ese momento pudo expresarse sin miedo a ser juzgado, de ahí el meme “ladrón que roba a ladrón”.
Más allá del robo sigue siendo urgente la revisión del pasado colonial en relación a lo que nombramos como patrimonio histórico y la restitución y reparación a los territorios expoliados.
*Para la descripción de las piezas se han consultado las fichas de las Joyas de la Corona del Museo Louvre.

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