Aquel 21 de agosto de 2021 que comenzó como un día más cambió para siempre la vida de Khadija Amin. La periodista presentó con normalidad las noticias de la mañana en la televisión nacional de Afganistán. Luego salió a la calle para hacer unas entrevistas y, tres horas después, mientras regresaba a la redacción, recibió una llamada de su jefe. Le dijo que no podía volver. Los talibanes habían tomado el control de Kabul y, por extensión, de todo el país.
“Fue un choque, ¿cómo es posible? Por la mañana, antes del informativo, hablaba con mis compañeras de que algún día presentaría las noticias sin velo, pero no sabía que en tres horas me iban a expulsar del trabajo”, cuenta en la mesa ‘El periodismo feminista ante el avance de la extrema derecha’, celebrada en el IV Congreso de Periodismo Feminista Lucía Martínez Odriozola organizado por Pikara Magazine y la Asociación de Periodistas de Pikara Magazine, con el apoyo del Ayuntamiento de Bilbao, Emakunde y el grupo de investigación Bitartez de la EHU.
Aquel 21 de agosto de 2021 la vida de millones de mujeres en Afganistán cambió para siempre.
“Primero, estuve tres días en casa sin salir. Los talibanes decían en los medios que iban a respetar los derechos de las mujeres y luego salí a comprobarlo. Pero los soldados que tres días antes me respetaban me amenazaron de muerte. Hablé en los medios internacionales denunciando la situación y recibí varias amenazas”.
Aunque quería quedarse en Afganistán y ante la preocupación de su familia, Amin tuvo que abandonar su país.
«Afganistán se ha convertido en una cárcel para las mujeres. No sé cuándo podré volver»
“Fue durísimo, porque ves que te quitan los derechos, después de todo lo que hemos trabajado; la libertad de expresión no fue fácil lograrla. Hemos perdido muchas periodistas, de hecho, cuando yo salía cada día a trabajar no sabía si iba a volver viva o no, porque había muchos atentados y asesinaban a periodistas, pero seguíamos con nuestro compromiso, con nuestro país, con nuestra profesión. El 15 de agosto nos arrebataron todo. Afganistán se ha convertido en una cárcel para las mujeres. No sé cuándo podré volver. Mi sueño de presentar el informativo de la noche allí se quedó”.
Desde el regreso de los talibanes al poder aquel verano de 2021, Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha evacuado a 202 periodistas. La organización denuncia la implacable represión de las autoridades talibanes contra profesionales de los medios e insta a los países terceros, ya sean de tránsito o de acogida, a que les permitan ponerse a salvo de los graves riesgos de represalias a los que se enfrentan en Afganistán.
Guzmán, que vive en Barcelona, empezó a trabajar como periodista en El Salvador con 19 años. Entonces iba a los juzgados, pedía información pública, “teníamos esos derechos”, cuenta. “Ahora con la toma absoluta de los tres poderes del Estado y la expulsión de cualquier oposición eso es imposible”, comparte. Los hechos lo demuestran: la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), nacida en 1936, ha dejado de operar en el país y se ha tenido que exiliar.
«No me reconozco como una periodista en el exilio, digo que hago periodismo en movimiento”
“Los periodistas fueron asfixiados: primero por la persecución y la amenaza de prisión, luego por la asfixia financiera”, ha explicado a Reporteros Sin Fronteras Sergio Aráuz, presidente de la APES. RSF, APES y la Asociación Salvadoreña de Radiodifusión Participativa (ARPAS) han documentado 53 casos de exilios forzados de periodistas salvadoreños en los últimos seis meses.
“Esto ocurre en un contexto de progresivo deterioro de las garantías para el ejercicio de la libertad de expresión, caracterizado por campañas de acoso digital, estigmatización en el discurso público por parte de funcionarios públicos, hostigamiento judicial, amenazas directas y violencia basada en género. En los últimos años, la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) y su Relatoría también documentaron el uso de software de vigilancia Pegasus contra al menos 35 personas, incluyendo 22 periodistas de medios de investigación, así como obstrucciones al ejercicio informativo durante el régimen de excepción”, recoge el informe ‘Exilio de periodistas y libertad de expresión’, de Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la CIDH, publicado en abril de 2024. Esos 22 periodistas, entre los que estaba Guzmán, eran de El Faro, uno de los periódicos de más calidad de América Latina, ahora editado desde el exilio.
“Había una orquestación organizada para amedrentarme”
“Migro a España en 2022, cuando ya tenía medidas de protección de la CIDH por amenazas a mi integridad física. Una sabe cuándo la persiguen, cuando se escucha una tercera persona en una llamada; eso se sabe antes de que te lo comprueben. No me reconozco como una periodista en el exilio, digo que hago periodismo en movimiento”, cuenta Valeria Guzmán en el congreso celebrado en el Bilborock, de Bilbao, el pasado 16 de octubre. “Admiro a las compañeras que hacen periodismo en el territorio porque se están exponiendo mucho y se la están jugando en un país que no brinda ninguna garantía para hacer periodismo”, cierra.
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El día que Javier Milei ganó las elecciones en Argentina, la periodista feminista Luciana Peker compró un billete de avión a España. Voló en diciembre de 2023, diez días después de que tomara posesión el nuevo presidente. Espera volver. “Muchos periodistas varones, incluso progresistas, decían que necesitaban entrevistar a esos líderes de extrema derecha porque no sabían quiénes eran; nosotras sí sabíamos quiénes eran porque nos amenazaban”, arranca Peker, quien explica cómo el auge de la extrema derecha está detrás de su proceso de exilio.
“Había una orquestación organizada para amedrentarme”
“Te mereces ser la próxima [víctima de femicidio]”. “Te podemos disparar desde lejos”. Eran los mensajes que recibía. “Había una orquestación organizada para amedrentarme”, explica en el congreso organizado por Pikara Magazine.
Entre el público participante en el evento estaba Silvina Molina, la primera editora de la sección de Género y Diversidades de la agencia pública de noticias de Argentina, Télam, hasta que el Gobierno de Milei la cerró el pasado marzo. “Es difícil ejercer el periodismo en Argentina, especialmente como periodista de género”, ha dicho en una entrevista a Pikara Magazine.
«Las periodistas feministas tenemos que tener esto en nuestra agenda”
Reconoce haber vivido situaciones de racismo que ha denunciado. Cuenta con el rictus serio cómo tuvo que dormir varios días en la calle en Madrid al llegar de Salamanca. Lamenta que los medios españoles no hablen de lo que pasa en Afganistán. “Me duele mucho. Eliminaron a la mitad de la población. Hay que hablar semanalmente, quincenalmente. ¿Cuántas mujeres fueron asesinadas, encarceladas y violadas por los talibanes? Pero como no es una guerra, como no compran ni venden armas, no hay intereses en Afganistán y se han olvidado. Las periodistas feministas tenemos que tener esto en nuestra agenda”, solicita Amin.
También reconoce, y con eso se queda, que ha sido bien acogida y que ha recibido mucho apoyo. “Yo he venido aquí a sobrevivir, no he venido para ocupar el puesto de nadie”, comparte. Ahora trabaja en 20 Minutos, en una productora haciendo documentales, está escribiendo su biografía y da charlas. También ha creado una asociación, Esperanza de libertad, para ayudar a mujeres a salir de Afganistán.
En la televisión nacional en la que trabajaba ya no hay mujeres. Sí que alguna está empleada en canales privados, pero tiene que tapar su cara con una mascarilla negra, no puede hablar de temas que afectan a las mujeres y no puede acudir a conferencias de prensa. Otras trabajan para medios que están en exilio, pero sin escribir su nombre. “La libertad de expresión no existe, los medios están controlados por los talibanes”, cierra Khadija Amin.
Muchas periodistas tiene que abandonar su profesión en España y aceptar trabajos de menor cualificación para subsistir
“El Estado español sigue siendo racista y colonial y sigue deslegitimando el conocimiento y la trayectoria de las periodistas y los comunicadores que venimos. El acceso espacios de acá es muy complicado. La experiencia que tenemos las periodistas que estamos en el exilio o en movimiento es buscar financiamiento privado”, denuncia Valeria Guzmán.
“Hay responsabilidad estructural del primer mundo, nos están tapando la boca para que no podamos escribir y para que no podamos casi sobrevivir en condiciones reales de subsistencia”, continúa Luciana Peker, quien agradece los apoyos recibidos, pero reclama un fondo de la cooperación para hacer periodismo. “Hay complicidad en el silencio, hay complicidad en Europa y España con el silenciamiento de las periodistas latinoamericanas. Y si no lo hacen están replicando la colonización y están dejando que la extrema derecha, que ya tiene esos lazos, venga a imponer parte de lo que ya está imponiendo en los países del sur. La extrema derecha está unida y a nosotras nos dejan solas”, añade la periodista argentina.

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