Carlos Bonfil
Juegos divertidos.
Luego de una trepidante cacería humana comandada en un bosque por un
sacerdote y dos ayudantes, y cuya presa es Borgman (Jan Bijvoet), un
misterioso vagabundo barbudo, el espectador entra de lleno en una no
menos extraña coproducción de Bélgica, Dinamarca y Holanda, con fuertes
dosis de humor macabro y una sátira hacia las sociedades de bienestar
nórdicas.
Borgman, octavo largometraje del neerlandés Alex van
Warmerdam, convierte a su personaje central en el invitado incómodo de
un hogar burgués que le da refugio, y cuyo equilibrio familiar amenaza y
subvierte con malicia. Las reglas de la hospitalidad nórdica tienen sin
embargo límites: no se aplican aquí ni a las minorías raciales ni a las
personas menesterosas. Por una razón inexplicada, Marina, la esposa del
muy intolerante Richard, accede a proteger clandestinamente al invasor
impertinente. Ese es el inicio de una pesadilla protagonizada por ocupas
estrafalarios, compañeros de Borgman y posibles miembros de alguna
secta, que sin escrúpulos intentarán someter a toda una familia.
A lo macabro de una trama que incluye asesinatos gratuitos con
cadáveres cuyas cabezas son colocadas en cubos de cemento y lanzadas
luego a un lago, se añade un hábil manejo del absurdo y pistas falsas
que el realizador no cierra jamás, para mayor perturbación de los
espectadores. Borgman, suerte de ángel maligno pasoliniano (Teorema
en clave más sádica que libertaria), o de vengativo pordiosero
resentido, o de asesino en serie o de mutante estrafalario, es el
protagonista de una picaresca social en definitiva inofensiva. Seduce a
los tres niños de la familia narrándoles cuentos fantásticos antes de
dormir, se deja bañar y acicalar por una esposa insatisfecha que no le
despierta mayor interés sexual, evita sin dificultad ser descubierto por
el esposo, y cambia de apariencia como un prestidigitador camaleónico.
Después de algunas escenas espeluznantes realmente inspiradas
(los cadáveres erizados en el fondo del lago, por ejemplo), lo que sigue
es una acumulación de gags esforzadamente ingeniosos. Imposible no pensar en el humor negro de una comedia belga más redonda, Sucedió cerca de su casa (C’est arrivé près de chez vous, Rémy Belvaux 1992), con un Benoît Poelvoorde destilando siempre perversidad e ironía. Con todo, Borgman es
una cinta ágil, maliciosa y muy entretenida. La obra de un realizador
notable, poco conocido en México, cuyo humor cáustico goza de una gran
popularidad en los países nórdicos.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 16 y 21 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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