María Teresa Priego
Red Nacional de Refugios
La Red Nacional de Refugios, creada para albergar a mujeres en situación de violencia y a sus hijos, cumple 10 años. Desde 2005 la dirige la feminista Margarita Guillé Tamayo, y es cofundadora la periodista y activista Lydia Cacho, directora del CIAM de Cancún.
Y todo lo que sabemos, luchas, libros, denuncias valientes de Lydia, se admira y se celebra, y las compañeras de la red han ejercido su talento.
El “sueño compartido” de que los refugios existan, escribió Margarita. Una mujer muy inteligente “La Guillé”, especializada en el tema, rotunda y suave. Tenaz y negociadora. No es una combinación de atributos fácil de encontrar. Ha sido luminosa y eficaz. Sumar fuerzas en esos objetivos comunes en los que las mujeres de muy distintas posturas políticas nos encontramos. La red editó un libro-memoria del trabajo de esta década, de sus necesidades e inspiraciones. Las constantes limitaciones de recursos.
El miedo. La sanación. La reincidencia. Vuelta a la lucha. El horizonte de la libertad posible. Testimonios de las mujeres albergadas. El largo aprendizaje de quienes la sostienen. ¿Qué modelos de acogida y apoyo aplicar? ¿Cómo? ¿Qué formación se necesita para ser capaces de contener a seres humanos en situación de emergencia? Ofrecerles seguridad. Física y emocional. Confianza. El viaje a Ítaca. ¿Cómo conseguir donativos? Para alimentos, cobijas, ropita para los niños, medicinas. ¿Cómo se trabaja cotidianamente para que una mujer que fue sometida y lastimada, y con tanta certeza de su propia imaginaria culpabilidad, tenga la fuerza de decirse: “Te puedes salvar. No te ‘mereces’ estos gritos, este dolor, estos golpes. Ningún ser humano se ‘merece’ ser maltratado.
No. Ni tus hijos ni tú. Nunca más”? El tránsito interior. ¿Y el futuro? ¿Salir del albergue con sus hijas/os? ¿Hacia dónde? La solidaridad de unas mujeres con otras. Así nacieron y así han funcionado esos hogares comunitarios. Un largo camino de denuncia de la agresión y de apoyo a las víctimas, realizado por decenas de grupos distintos: visibilizar la violencia doméstica. Intrafamiliar. “Lo que sucede hacia dentro del hogar es privado y la vida privada no es de la incumbencia del Estado”. Los límites son muy delicados.
Pero ¿verdad que no cuando una mujer es estrellada contra la pared frente a sus hijos? ¿Cuando una persona mayor es encerrada y dejada por días sin alimentos? ¿Cuando un/a niña/o es abusado sexualmente? “¿Para qué llamó a la policía si el señor es su marido?”, Frase tristemente célebre que escucharon miles de mujeres durante décadas. El avance ha sido enorme respecto de las dificultades de los inicios; cada vez más las instituciones se comprometen con el apoyo a la lucha contra la violencia.
Falta mucho por hacer y por cambiar. Sí. Pero esos miles de compañeras/os lo lograron: la violencia existe, se reconoce, se nombra. México ha firmado los tratados internacionales que lo comprometen “a sancionar, prevenir y erradicar toda forma de violencia contra la mujer”. El prólogo de la escritora Ángeles Mastretta al libro-memoria 10 años de la Red Nacional de Refugios es un poema: “Ese lugar escondido,/ Ese espacio secreto/ alcanzable sólo cuando la vida/ se enfila hacia un escenario tan imprevisto/ como escalofriante/ …una mujer acosada y en peligro/ sacia la necesidad de sentirse segura,/ de ver a los suyos felizmente vivos./ Es el lugar de un nuevo principio,/ la estación de llegada/ para sentirse ella misma… Es el espacio único,/ en el que se interrumpen las batallas domésticas/ y se inicia la otra batalla/ …la vida digna sin violencia”.
El refugio como zona de tránsito entre la cárcel emocional, el sometimiento y el trabajo de análisis y reconstrucción interior, la posibilidad de imaginarse un futuro. Distinto. Los “personajes” del poema son tres: la mujer dañada y amenazada, las mujeres que están y han estado al frente de los refugios, y “Nosotros”. ¿Quiénes? “Los otros somos nosotros./ Y por eso te digo, gracias por asociarme al proyecto,/ por sentirme cerca/ y dejarme tocar por la urgencia de fervor y compasión/ que tiene nuestra sociedad”.
La red organiza este mes, con el Inmujeres y la SER, el segundo Encuentro Interamericano de Refugios y Especialistas en Violencia Contra las Mujeres, abierto al público, 9 y 10 de noviembre. Algunos temas: “Condicionantes estructurales de las agresiones y la violencia en las relaciones mujer/hombre”, “Violencia de género y seguridad ciudadana”, Programas y políticas públicas para personas egresadas de refugios”, “Experiencias con hombres agresores”, “Violencia hacia grupos específicos”, “Autoprotección para mujeres en riesgo (agresores digitales, trata y pornografía infantil)”, “Intervención a mujeres víctimas de violencia desde la cosmovisión indígena (atención de la violencia de género en comunidades indígenas desde una perspectiva intercultural, prevención de la trata y violencia de género en mujeres indígenas, redes de detección, apoyo y referencia de casos en zonas indígenas)”.
“En México, se estima que la tercera parte de las mujeres ha sufrido maltrato físico por parte de sus esposos o compañeros; si incluimos el sicológico (insultos y amenazas) esta proporción sube aún más. De las mujeres atendidas por actos de violencia en los hospitales y clínicas de la ciudad de México entre 1989 y 1994, 78% había sido golpeada por su pareja, o algún familiar”, Marina Castañeda, en El machismo invisible. Y luego… esa frase de una de las mujeres egresadas de un refugio de la red: “Me siento libre como mariposa, en todos los sentidos me siento libre”. Y la realidad, la red, el poema de Ángeles nos remiten a una pregunta ineludible: ¿y nosotros? “Los otros”.
¿Qué vamos a hacer?
(Quisiera continuar con el tema en el blog de los martes, Un tranvía llamado deseo. Hasta ese día. Mientras tanto dejo estos datos:
http://www.rednacionalderefugios.org.mx
http://www.inmujeres.gob.mx
Emergencia en el Inmujeres: 01800 911 25 11;
Red Nacional de Refugios: 01800 822 44 60.)
Escritora
Y todo lo que sabemos, luchas, libros, denuncias valientes de Lydia, se admira y se celebra, y las compañeras de la red han ejercido su talento.
El “sueño compartido” de que los refugios existan, escribió Margarita. Una mujer muy inteligente “La Guillé”, especializada en el tema, rotunda y suave. Tenaz y negociadora. No es una combinación de atributos fácil de encontrar. Ha sido luminosa y eficaz. Sumar fuerzas en esos objetivos comunes en los que las mujeres de muy distintas posturas políticas nos encontramos. La red editó un libro-memoria del trabajo de esta década, de sus necesidades e inspiraciones. Las constantes limitaciones de recursos.
El miedo. La sanación. La reincidencia. Vuelta a la lucha. El horizonte de la libertad posible. Testimonios de las mujeres albergadas. El largo aprendizaje de quienes la sostienen. ¿Qué modelos de acogida y apoyo aplicar? ¿Cómo? ¿Qué formación se necesita para ser capaces de contener a seres humanos en situación de emergencia? Ofrecerles seguridad. Física y emocional. Confianza. El viaje a Ítaca. ¿Cómo conseguir donativos? Para alimentos, cobijas, ropita para los niños, medicinas. ¿Cómo se trabaja cotidianamente para que una mujer que fue sometida y lastimada, y con tanta certeza de su propia imaginaria culpabilidad, tenga la fuerza de decirse: “Te puedes salvar. No te ‘mereces’ estos gritos, este dolor, estos golpes. Ningún ser humano se ‘merece’ ser maltratado.
No. Ni tus hijos ni tú. Nunca más”? El tránsito interior. ¿Y el futuro? ¿Salir del albergue con sus hijas/os? ¿Hacia dónde? La solidaridad de unas mujeres con otras. Así nacieron y así han funcionado esos hogares comunitarios. Un largo camino de denuncia de la agresión y de apoyo a las víctimas, realizado por decenas de grupos distintos: visibilizar la violencia doméstica. Intrafamiliar. “Lo que sucede hacia dentro del hogar es privado y la vida privada no es de la incumbencia del Estado”. Los límites son muy delicados.
Pero ¿verdad que no cuando una mujer es estrellada contra la pared frente a sus hijos? ¿Cuando una persona mayor es encerrada y dejada por días sin alimentos? ¿Cuando un/a niña/o es abusado sexualmente? “¿Para qué llamó a la policía si el señor es su marido?”, Frase tristemente célebre que escucharon miles de mujeres durante décadas. El avance ha sido enorme respecto de las dificultades de los inicios; cada vez más las instituciones se comprometen con el apoyo a la lucha contra la violencia.
Falta mucho por hacer y por cambiar. Sí. Pero esos miles de compañeras/os lo lograron: la violencia existe, se reconoce, se nombra. México ha firmado los tratados internacionales que lo comprometen “a sancionar, prevenir y erradicar toda forma de violencia contra la mujer”. El prólogo de la escritora Ángeles Mastretta al libro-memoria 10 años de la Red Nacional de Refugios es un poema: “Ese lugar escondido,/ Ese espacio secreto/ alcanzable sólo cuando la vida/ se enfila hacia un escenario tan imprevisto/ como escalofriante/ …una mujer acosada y en peligro/ sacia la necesidad de sentirse segura,/ de ver a los suyos felizmente vivos./ Es el lugar de un nuevo principio,/ la estación de llegada/ para sentirse ella misma… Es el espacio único,/ en el que se interrumpen las batallas domésticas/ y se inicia la otra batalla/ …la vida digna sin violencia”.
El refugio como zona de tránsito entre la cárcel emocional, el sometimiento y el trabajo de análisis y reconstrucción interior, la posibilidad de imaginarse un futuro. Distinto. Los “personajes” del poema son tres: la mujer dañada y amenazada, las mujeres que están y han estado al frente de los refugios, y “Nosotros”. ¿Quiénes? “Los otros somos nosotros./ Y por eso te digo, gracias por asociarme al proyecto,/ por sentirme cerca/ y dejarme tocar por la urgencia de fervor y compasión/ que tiene nuestra sociedad”.
La red organiza este mes, con el Inmujeres y la SER, el segundo Encuentro Interamericano de Refugios y Especialistas en Violencia Contra las Mujeres, abierto al público, 9 y 10 de noviembre. Algunos temas: “Condicionantes estructurales de las agresiones y la violencia en las relaciones mujer/hombre”, “Violencia de género y seguridad ciudadana”, Programas y políticas públicas para personas egresadas de refugios”, “Experiencias con hombres agresores”, “Violencia hacia grupos específicos”, “Autoprotección para mujeres en riesgo (agresores digitales, trata y pornografía infantil)”, “Intervención a mujeres víctimas de violencia desde la cosmovisión indígena (atención de la violencia de género en comunidades indígenas desde una perspectiva intercultural, prevención de la trata y violencia de género en mujeres indígenas, redes de detección, apoyo y referencia de casos en zonas indígenas)”.
“En México, se estima que la tercera parte de las mujeres ha sufrido maltrato físico por parte de sus esposos o compañeros; si incluimos el sicológico (insultos y amenazas) esta proporción sube aún más. De las mujeres atendidas por actos de violencia en los hospitales y clínicas de la ciudad de México entre 1989 y 1994, 78% había sido golpeada por su pareja, o algún familiar”, Marina Castañeda, en El machismo invisible. Y luego… esa frase de una de las mujeres egresadas de un refugio de la red: “Me siento libre como mariposa, en todos los sentidos me siento libre”. Y la realidad, la red, el poema de Ángeles nos remiten a una pregunta ineludible: ¿y nosotros? “Los otros”.
¿Qué vamos a hacer?
(Quisiera continuar con el tema en el blog de los martes, Un tranvía llamado deseo. Hasta ese día. Mientras tanto dejo estos datos:
http://www.rednacionalderefugios.org.mx
http://www.inmujeres.gob.mx
Emergencia en el Inmujeres: 01800 911 25 11;
Red Nacional de Refugios: 01800 822 44 60.)
Escritora
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