Nuestros vicios públicos
México tiene, entre
otros, tres grandes vicios colectivos. En este momento crítico estamos
afrontándolos. Son la simulación, la corrupción y el fraude electoral.
Conductas reprobables, arraigadas, viejísimas, hábitos que han
atravesado las generaciones; 200 años de vida independiente.
El origen de estos vicios es la herencia novohispánica. No me cabe
duda de que en los tres siglos de la hegemonía española el saldo es
favorable. Cierto, nos dejaron vicios nefastos, pero también la larga
etapa de paz y la construcción misma de una nueva sociedad. Las pestes
redujeron la población indígena de 20 a 3 millones, aunque al final de
cuentas los indígenas seguían siendo mayoría, apenas llegaban a 2
millones, una décima parte de la población original, pero habían nuevos
núcleos: españoles, criollos, mestizos, negros, divididos en castas:
¡había nacido una nueva nación!
Hablemos de la simulación. No conozco ninguna otra reflexión más interesante y certera que Diálogo de mestizos,
de don Juventino Castro y Castro y del doctor José Cueli. En él nos
explican el origen de nuestra simulación. En el fondo nadie es engañado,
todos sabemos la verdad.
Los conquistadores y los evangelizadores intentan imponer su religión
al indígena en sus primeros años de dominación. El castigo por no
aceptar el cristianismo era la muerte. Resistir era un suicidio. Los
indígenas, a pesar de que tenían una religión bien asentada, aceptaron
que no había más remedio que volverse cristianos y abandonar las
prácticas más repugnantes para sus nuevos dueños. Los indígenas engañan a
los españoles diciendo que se han convertido y se produce una enorme
simulación. En una especie de gigantesco milagro, millones aceptan el
bautismo y a los santos de los españoles, y los españoles se dejan
engañar a sabiendas de que los indígenas no se han convertido realmente.
Pero el español finge haber creído en la conversión milagrosa y los
evangelistas no pueden dejar de simular. Ellos también prefieren
la conversióna la represión.
Se establece así un juego de engaños. Es probable que tampoco las
autoridades españolas ultramarinas hayan creído en el triunfo de la
evangelización, pero fingen aceptarlo y se crea así un juego de engaños
mutuos, en el que nadie es verdaderamente engañado. Ése es el origen de
nuestra inclinación por la simulación.
Colaboró Meredith González
Peligro de abstensionismo de los centennials (Generación Z) en las elecciones de EU
Patti Waldmeir (PW), del rotativo globalista Financial Times (18/8/20), arguye que
a los votantes estadunidenses más jóvenes les desagrada la selecciónentre Trump y Biden
quienes no consiguen inspirar a la Generación Z, lo cual
podría significar un mayor abstencionismo.
Según PW, los centennials (Generación Z) representan sólo 10
por ciento de los votantes, pero pueden significar la diferencia si la
elección es más apretada de lo que sugieren las encuestas actuales.
Mucho más allá de las controvertidas encuestas que no consiguen escrutar los
votos silenciososa favor de Trump por no ser
políticamente correctos, sobre todo para la aplastante mayoría de los multimedia que abominan al presidente Nº 45, la elección se antoja muy reñida, conflictiva y fraudulenta, cuando Trump ha puesto en tela de juicio el sufragio de 51 millones de votos mediante el polémico cuan anacrónico correo USPS, carente de vigilancia: desde la transmisión hasta la recepción de la boleta, no se diga su renvío y su conteo.
Colombia: al alza masacres y asesinatos de líderes sociales
Las masacres se suceden
en Colombia, afirma Marco Teruggi en Sputnik. Según la ONU, sólo este
año han ocurrido 40, a las que debe sumarse otra el 18 de agosto, y
siguen los asesinatos de líderes sociales. Ese día un nuevo saldo
trágico. Tres indígenas del pueblo awá fueron asesinados en el municipio
Ricaurte, departamento de Nariño, mientras dos jóvenes eran torturados y
asesinados en El Patía, Cauca, y además fue ultimado un líder social,
Jaime Monge, en Villacarmelo, Cali.
Dichas muertes fueron noticia después de otras que conmocionaron al
país. El 15 de agosto ocho jóvenes eran acribillados en el municipio de
Samaniego, Nariño; el 13, asesinados dos indígenas nasa en Corinto,
Cauca; el 11, cinco adolescentes asesinados en Llano Verde, suroeste de
Cali; mientras, un líder social afrocolombiano fue victimado en el
Chocó; el 8, en el municipio Leiva, Nariño, ultimaron a dos estudiantes
camino al colegio.
Según la ONU, hasta el 16 de agosto se habían documentado 33 masacres
y siete estaban en proceso. Sumando las del 18, llegan a 42. Más de 200
ex combatientes de las FARC y cerca de mil líderes sociales han sido
asesinados desde la firma de la paz, reporta Teruggi.
Mirar al Sur ve agonizar el acuerdo de paz, caer la popularidad que
una vez tuvo el hoy prisionero Uribe y tambalearse al presidente Duque.
Otra derrota diplomática de Trump
Washington se retiró unilateralmente del Plan de Acción
Integral Conjunto y no tiene derecho a exigir al Consejo de Seguridad de
la ONU que active el mecanismo para restablecer las sanciones contra
Irán, dijo el 21 de agosto el portavoz de la cancillería china en
relación con la solicitud presentada el día anterior por el secretario
de Estado Mike Pompeo, informa Xinhua. El portavoz recordó que el 14 de
agosto un proyecto de resolución estadunidense para prorrogar el embargo
de armas a Irán recibió 13 votos en contra y uno a favor.
Punto final
La vacuna cubana contra el Covid-19 inicia mañana la fase
de ensayos clínicos; fue desarrollada por el Instituto Finlay de
Vacunas y otros centros de investigación de la isla. Cólico hepático en
la Casa Blanca.
El coronavirus detonó el auge para los servicios de entrega a domicilio en Buenos Aires
Empleados en restaurantes,
paseadores de perros, recicladores y albañiles se encontraron sin
trabajo de la noche a la mañana con la llegada del coronavirus a
Argentina, sin más refugio que el reparto a domicilio o los subsidios
estatales para sobrevivir.
La principal salida para los trabajadores precarios fueron las ayudas del Estado. Pero empeoró para todos su situación. A muchos empleados formales se les redujo el sueldo y otros vieron cómo cerraban sus empresas, explica Ezequiel Barbenza, profesor en la Universidad del Salvador.
Gustavo trabajaba en el centro gastronómico El patio de los lecheros,
un lugar donde hay camiones de comida muy concurrido en las noches y
los fines de semana en Buenos Aires. Al comenzar el confinamiento, a
fines de marzo, los dueños decidieron seguir con Glovo, una de las aplicaciones para reparto a domicilio que funcionan en la ciudad.
“Pero eso sólo duró un mes. No funcionó, porque El patio de los lecheros
más que la comida era un ambiente. De 180 empleados que éramos apenas
20 tenían un contrato formal. Nos quedamos sin nada”, relata.
Este venezolano de 23 años que reside desde 2019 en Buenos Aires empezó a trabajar como repartidor con la aplicación Rappi.
Conseguir otro trabajo era muy difícil. El servicio de entregas es lo más sencillo para un migrante.
Las plataformas de reparto a domicilio viven un auge en medio de la
pandemia, con un aumento en la demanda del servicio y mayor afluencia de
empleados al punto de que hacen fila para recibir el alta que les
permita empezar a trabajar.
Es el tipo de trabajo que fue declarado actividad esencial en la cuarentenafrente a muchas labores que se vieron interrumpidas, explica Javier Madariaga, economista investigador del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento y asesor del Banco Interamericano de Desarrollo.
“Las aplicaciones tienen muy pocas barreras de ingreso. No hay un
proceso de selección para definir quién es el candidato idóneo, y con
muy poco capital –un teléfono, un plan de datos y una bicicleta– se
puede generar ingresos de inmediato.”
Un estudio que dirigió Madariaga en 2018, estableció que en Buenos
Aires 80 por ciento de los repartidores con aplicaciones eran
venezolanos recién llegados. Ahora se estima que la mitad son migrantes y
la otra argentinos, en esta actividad que los considera emprendedores
independientes sin seguridad social.
Para los migrantes es la primera opción, para los argentinos es la última, pero la toman ante la pérdida del trabajo asalariado, concluye el economista.
La habitación se encuentra en
completa oscuridad. Frente a la ventana sólo está la cama de Lidia.
Antes el espacio era apenas suficiente para sus viejos muebles: ropero,
tocador, la máquina de coser, dos sillas y un taburete. Tenían una
historia. Significaban aspiraciones, esfuerzos, pequeños sacrificios,
logros.
De todos los enseres, el único que lamenta haber vendido es el ropero
de copete que hizo Cosme en su carpintería. Al abrirlo o mirarse en su
espejo, Lidia siempre recordaba la tarde en que llegó al taller para
entregar a su marido un lienzo de terciopelo. Al ver el mueble ya casi
terminado le preguntó para quién era.
Para una dama muy especial.La respuesta provocó en ella un ligero arranque de celos. No dijo nada, pero se fue sin despedirse.
–¡Qué hombre! ¿Por qué no me dijo que lo estaba haciendo para mí? Me
lo regaló cuando cumplimos nuestras bodas de plata –murmura Lidia, en
quien a últimas fechas se ha acentuado la costumbre de hablar sola.
II
Por simple diversión, con frecuencia ella y Cosme recordaban aquel
capítulo de su vida. El asunto se prestaba para hacer planes acerca de
cómo iban a celebrar sus 50 años de casados. Las cosas ocurrieron en
sentido opuesto. Su esposo murió tras padecer una larga enfermedad y
ella pronto alcanzará los 20 años de viuda. Pensarlo la desalienta.
Aunque sabe que es inútil hacerlo y no hay respuesta posible, con
frecuencia se pregunta por qué las cosas tuvieron que ser tan distintas a
como ellos las habían imaginado.
Un fuerte espasmo de tos la obliga incorporarse en su cama. Siente
miedo. Le han dicho que es uno de los síntomas con que se anuncia el
mal. Se piensa enferma, sola en su casa esperando el fin. Para huir se
sus temores, con esfuerzos se levanta y va a encender la luz.
Sorprendida, como si no hiciera ya varios meses que su habitación está
vacía, exclama:
–¿Y mis muebles?
En seguida recuerda que los ha vendido todos para poder cubrir sus
gastos. Son cada vez menos pero, aun así, ¿con qué va a pagarlos ahora
que le queda tan poco dinero y no tiene otra cosa que vender más que la
cadena con sircones que le heredó su hermana? La guarda bajo el colchón,
en una cajita de lámina que aún huele a menta. Antes, cuando iba de
visita a alguna parte, se la ponía con gran respeto y en silencio, como
si tuviera en las manos una reliquia y no una joya barata. El motor de
un avión interfiere con sus recuerdos. Apaga la luz y vuelve a la cama.
Símbolo de la realeza suele
ser –al igual que la corona– el castillo, edificación que, rodeada por
grandes muros o inalcanzables rejas, guarda un espacio reservado para
unos cuantos privilegiados en el que la monarquía, alejada del pueblo y
llena de privilegios, puede ser criticada de todo excepto de no saber, a
costa de sus súbditos, cómo divertirse. En el continente americano
existen varios castillos pero, de su totalidad, solamente uno ha sido
sede de monarcas; se trata del Castillo de Chapultepec, cuya
construcción, originalmente basada en el capricho, hoy tiene una
utilidad real (así, en minúsculas).
Fue edificado en la parte alta del cerro del Chapulín, justo en el
corazón del bosque, lugar de recreo predilecto de Moctezuma I –quinto
huey tlatoani–, y sitio de manantiales que dotaron de agua, a través de
un acueducto diseñado y construido por Nezahualcóyotl, a la gran
Tenochtitlan. En este lugar, el monarca mexica aprovechó la abundancia
de líquido para llenar varias albercas que ahí, además de algunos
temazcales, mandó a construir y que, desgraciadamente con la llegada de
los españoles al valle del Anáhuac, fueron destruidas por Hernán Cortés,
no sin antes haber aprovechado en ellas, al lado de la Malinche, más de
un chapuzón.
El Bosque de Chapultepec ha sido, desde tiempos inmemoriales,
emblemático para los mexicanos, además de fuente de recursos en la que
sus antiguos emperadores reposaban y contemplaban la naturaleza. Los
españoles, conscientes de ello, destruyeron, además de las albercas de
Moctezuma I, un templo prehispánico construido en la cima del cerro, y
en su lugar levantaron una ermita franciscana dedicada a San Miguel
Arcángel. En 1785, en el mismo sitio, Bernardo de Gálvez, 49 virrey de
la Nueva España, mandó a construir una casa de descanso que, a partir de
ese momento, comenzó a sufrir una gran cantidad de modificaciones
arquitectónicas y de uso.
De casa de recreo se convirtió en un castillo que funcionó como sede
del Colegio Militar; posteriormente, en 1847, se usó como fortificación
para dar frente a la intervención estadunidense, y fue escenario de la
valiente defensa de los niños héroes a la patria. En 1865, en una
circunstancia ya no heroica, Carlota y Maximiliano de Habsburgo fijaron
como su residencia imperial al Castillo de Chapultepec. Con todo y la
opulencia, y pese a ostentar la investidura de emperatriz, Carlota
extrañaba mucho su vida al otro lado del mar, por lo que Maximiliano
mandó construir una avenida que, al igual que la avenida Louise, de la
natal Bruselas de su esposa, condujera del bosque al centro de la
ciudad; la nombró avenida de la Emperatriz y, en una clara muestra de
que nadie sabe para quién trabaja, hoy se llama Paseo de la Reforma.
Con el mismo tono melancólico de la avenida de la Emperatriz, y
debido a su magnífica vista al valle de México, el castillo fue nombrado
Miravalle, para recordar la anterior residencia de Carlota y
Maximiliano, ubicada en Trieste, Italia, cuyo nombre es, gracias a su
vista al Adriático, Miramar. En la Ciudad de México, Miravalle fue
modificado y suntuosamente decorado, los muebles se trajeron de Europa, y
se construyó un balcón con vista a la avenida de la Emperatriz para que
Carlota pudiera apreciar, desde lejos, el regreso de su amado a casa. A
esta expresión, aparentemente romántica, Maximiliano le dio una
interpretación afable, pero lo más seguro es que su auténtico motivo
respondiera a un asunto de celos, pues de nadie es secreto que el noble
austriaco era todo un galán que, cuando no estaba predicando con el
ejemplo las bondades de la ingesta de cerveza en El Nivel –cantina
contigua a Palacio Nacional que hasta 2008 tuvo sus puertas abiertas–,
andaba, muy seguramente, persiguiendo a una de las numerosas damas que,
en los bailes auspiciados por los conservadores mexicanos de aquel
entonces, suspiraban por una mirada del príncipe extranjero.
Tras la caída del segundo imperio, el Castillo de Chapultepec se
convirtió en residencia de varios presidentes, pero no de todos; para
Benito Juárez, vivir en un castillo resultaba ajeno a la austeridad
republicana; Porfirio Díaz prefirió radicar en la actual calle de
Venustiano Carranza desde donde, diariamente, caminaba a Palacio
Nacional; Lázaro Cárdenas consideró inadecuado vivir en el Castillo de
Chapultepec y, por decreto, en febrero de 1939 ordenó que se convirtiera
en la sede del Museo Nacional de Historia. En 1944, el castillo abrió
sus puertas al pueblo de México para dejar de ser un lugar
históricamente exclusivo a las más altas esferas del poder y convertirse
en un recinto que, en su recorrido, ayuda a entender por qué
actualmente los castillos monárquicos sólo se construyen en el aire.
En Golega seguía Conchita, sin apenas dormir debido a la feria caballar.
“El pintoresco mercado dura tres días y en el centro del pueblo, en
su Plaza Mayor, se instalan caballerizas representativas de las mejores
ganaderías de Portugal. Pueden verse, además, no solamente los potros de
la exposición ganadera, sino todos los más bellos ejemplares equinos
existentes, pues raro es el jinete que teniendo una buena montura no va a
lucirse con ella a las pistas de la conocida feria.
“Asunción, Ruy y yo caminábamos por las empedradas calles del pueblo.
Veníamos de casa de José Infante, donde habíamos almorzado
riquísimamente, mientras deleitábamos la vista con los potros de su
hierro que paseaban en el patio: uno había de ser mi gran caballo Castillo.
“Encontramos a Rodrigo Castro Pereira y Antonio Eça de Queiroz, ambos
queridísimos amigos de infancia de Ruy y por este motivo, mis
tíos adoptivos. Antonio, para no desmentir su ilustre apellido, se interesaba por cuestiones de literatura y me preguntó cuándo escribiría mis memorias. ‘Falta mucho’, le contesté, entonces…
“Al poco tiempo monté a caballo y entré en el recinto de los jinetes.
Saludé a varios ases de la torería montada y al más conocido
profesional de la feria: Antonio Durao. En sus cuadras tenía, por aquel
entonces, unos 500 animales. También estaban el decano de los ganaderos,
señor Veiga, y el sapiente criador Ruy de Andrade, vestido éste con el
traje típico de su región. Di una vuelta entre la flor y nata de la
exposición y decidí salir para visitar la parte de los gitanos.
“Yo había conocido en Lisboa, en una comida que nos ofreció la
condesa de Brandolini, al rey Humberto de Italia. Y había quedado
encantada con el suave charm del elegante señor y con su manera
tan atenta de escuchar lo que uno le decía. Parecía no tener más
preocupación en el mundo que la de enterarse de nuestro mensaje.
“Pues bien, al penetrar yo a caballo y, con cierta dificultad,
entrecochinos, ovejas, burros, conejos, gallinas, mulas y canastos de la
gitanería de Golega, me encontré con su majestad, el rey de Italia.
Venía acompañado por Ascenco Siqueira. ¿Qué hacer? Pasé un mal rato,
pues no lo sabía. ¿Bajarme del caballo, hacer una reverencia vestida con
pantalones y entre los cerdos? Me pareció algo grotesco, pero ¿quién
sabe? Ruy no me había dicho lo que debía hacerse en semejante situación.
En esto, mi potro, espantado por el barullo, tomó a su cargo el
protocolo.
“¡Conchita –me dijo su majestad, ayudándome a salir del paso– qué bonito caballo!
“Nos sonreímos todos. Comprendí entonces que mientras uno, como yo,
pensaba en lo que debería hacer, otro, como el rey Humberto, piensa en
cómo sacarnos del compromiso. ¡Felizmente!
“La próxima vez –pensé—que encuentre a este gran señor tendré que hacerle una reverencia extra bonita.
“Para esto me entrené debidamente frente a los sabios ojos de
Asunción. Mas cuando llegó el día, en casa de Antonio Eça de Queiroz, al
dar el necesario paso atrás, metí el pie en el radiador eléctrico.
“Pasamos un invierno delicioso en Alferzerao. Montaba ocho horas
diarias y hacía más de una hora de ejercicios a pie, corriendo, saltando
la soga y toreando de salón. A veces la cacería suplía una mañana de
entrenamiento, pues solían aparecer José Pedro, aficionado y forcado de
postín, Fernando, Luis y Clemente, cuatro nuevos amigos. Entonces conocí
las madrugadas en los juncales acechando patos silvestres. Eran mañanas
en que todo giraba alrededor de los pájaros, el olor a pólvora quemada y
el barullo del tiroteo lejano.
Conocí muchos días de éstos en Muge, la enorme hacienda de la marquesa de Cadaval, prima de Ruy, donde hice muy buenas migas con sus hijas Graciela y Olga, y cuando un día regresé a México, su madre y ellas hicieron el viaje acompañándonos e hicieron otros muchos. Olga, la mayor de las jóvenes, fue víctima, tres años después, de leucemia y su resignación y entereza frente al cruel destino que le quitaba la vida resultó realmente ejemplar. Conservo este recuerdo como algo admirable.
(Continuará)
Septeto Habanero,un siglo de son
Comienza el siglo XX en Cuba y
su capital, La Habana, es el centro de múltiples acontecimientos
socioculturales y económicos. Son años en que los trovadores reinan en
las noches, años en que el Café Vista Alegre es el lugar donde coincide
la bohemia intelectual; en los que el son oriental, distinto del
habanero, se abre paso en la ciudad capital y el danzón es el baile de
moda en todos los salones. Son, igualmente, los años en que se forja la
leyenda de los grandes solares habaneros, leyenda que tendrá como centro
a sus moradores y en los que tambores, claves y tres darán a luz a una
formación musical que definirá la forma de hacer el son en esta urbe que
aún no se acercaba a su primer millón de habitantes.
Será el guitarrista Gerardo Martínez quien defina el son de esos
tiempos, al fundar el primer sexteto conocido que tendrá por nombre
Habanero.
El registro de su fundación data de junio de 1920. Como todos los
integrantes del conjunto eran nativos de la capital, el nuevo nombre del
grupo se impuso de manera natural.
El Habanero representó la transición del son desde las zonas
montañosas y rurales del oriente de la isla hasta alcanzar influencia
urbana en La Habana. Ellos fueron quienes, antes que nadie, tocaron y
cantaron el son a la manera habanera, esto es, puliéndolo y estilizando
el carácter más rudimentario del son oriental.
En su primer momento, el Habanero estuvo integrado por Guillermo
Castillo (dirección, guitarra y voz segunda) y Gerardo Martínez (voz
primera), que provenían del Cuarteto Oriental; Carlos Godínez (tres),
Óscar Sotolongo (bongó), Antonio Bacallao (botija) y Felipe Neri Cabrera
(maracas y coro), hasta la inclusión de la trompeta, en 1927, ejecutada
por Enrique Hernández. Con ella se establece una de las agrupaciones
emblemáticas de la música popular cubana: el septeto.
Por su peculiaridad sonora y personalidad tímbrica, por el respeto a
los valores tradicionales del son oriental y un repertorio original, el
Septeto Habanero empezó a destacar como el más genuino exponente del son
cubano y uno de los más destacados intérpretes de la música tradicional
cubana.
El son fue ganando espacios. Se consolidaron los sextetos y los
septetos, y aparecieron algunos que marcaron época, como el Nacional, de
Ignacio Piñeiro, o el de Alfredo Boloña. Pero el Habanero fue crucial
para el éxito del son. En 1924 graban La maldita timidez, de
Carlos Valdés Brito, hecho que la convierte en una de las primeras
agrupaciones de su tipo en entrar a un estudio de grabación contratada
por el sello RCA Victor. En la misma marcan registran A la loma de Belén, Yo no tumbo caña, Aurora y Tres lindas cubanas, que de inmediato se convirtieron en éxitos rotundos.
En los años 40 y 50, en la medida que cambiaban los gustos musicales y
muchas agrupaciones incluían nuevos instrumentos –teclado, tumbadora,
güiro, diversas trompetas–, el Habanero también lo hizo. Poco a poco el
septeto fue pasando de moda, aunque nunca desapareció.
Sobreviviente de las corrientes musicales de la salsa neoyorquina y
la timba cubana, el Habanero ha permanecido brindando conciertos en Cuba
y el extranjero, realizando grabaciones y vindicando la tradición
sonera.
Con cambios naturales, debido a la desaparición física de algunos de
sus integrantes, la emblemática agrupación conocida como la
escuela de los soneros, pues en su larga trayectoria han pasado por sus filas numerosos músicos que se convirtieron en destacados exponentes de este cubanísimo género, llega hasta nuestros días manteniendo el mismo formato y la misma sonoridad que lo ha caracterizado. Esto lo pudimos comprobar el año pasado cuando se presentaron en el 23 festival Internacional Afrocaribeño, organizado por el Instituto Veracruzano de la Cultura. En el foro principal del zócalo porteño tocaron un repertorio antológico representativo de las 10 décadas de funcionamiento.
Entre los temas destacaron los clásicos Tres lindas cubanas, Papá Montero, Aurora, Alerta a los bailadores, La loma de Belén, El guaguancó del típico y Orgullo de los soneros, muy del agrado de la concurrencia.
La explicación del porqué el Septeto Habanero tiene gran aceptación
entre jóvenes y adultos se debe, según nos comentó en entrevista Jaime
Gracián Hernández, representante del grupo, a su calidad musical y el
buen gusto a la hora de interpretar los temas.
Todo ello ha influido en la longevidad del septeto. Siempre hemos podido contar con autores y compositores propios que han enriquecido el repertorio. Por eso nos conservamos en la primera división de la buena música cubana.
Por estas fechas, y a manera de celebración por el centenario de vida
musical, el Instituto Cubano de la Música, por conducto del sello
Colibrí, ha publicado el álbum doble Septeto Habanero. Cien años, que es una compilación de 26 temas que marcan su historia, trascendencia y continuidad.
Se inaugurará la escuela de cine Pohualizcalli de Iztapalapa
Ya se están afinando los
últimos detalles para la inauguración simbólica de la Escuela de Cine
Comunitario y Fotografía Pohualizcalli Casa de las historias, cuya sede
será un flamante complejo multidisciplinario que incluye alberca,
gimnasio, auditorio y aulas acondicionadas para realizar diversas
actividades culturales y deportivas en el corazón de Iztapalapa. La
inauguración será el próximo 31 de agosto, con la presencia de la
alcaldesa en Iztapalapa, Clara M. Brugada Molina; el coordinador general
de Comunicación Social y vocero del Gobierno de la República, Jesús
Ramírez Cuevas; la directora ejecutiva de cultura, María Antonieta Pérez
Orozco, y el director de la escuela de cine comunitario y fotografía,
Jesús Villaseca Chávez.
Pohualizcalli comenzará su primera etapa en septiembre de este año,
con el lanzamiento de 24 talleres, entre los que destacan en el terreno
cinematográfico: narrativas, historia del cine mexicano, edición,
apreciación, cine y comunidad, realización, cine documental, actuación y
postproducción de imagen, los que son parte de la oferta de opciones de
formación que, por única vez, debido a la pandemia, serán realizadas en
línea. La segunda etapa de la escuela, prevista para el próximo año,
incluye la oferta de un programa escolarizado de dos años que ofrecerá
una alternativa de certificación en distintas áreas del cine, la
fotografía y sus oficios. Todos los programas de formación de este
proyecto serán gratuitos y quienes deseen cursarlos, deberán someterse a
un proceso de selección. La convocatoria se dio a conocer el 5 de
agosto y se recibirán solicitudes de inscripción hasta el 25 de agosto;
los resultados se darán a conocer el 1º de septiembre y las
inscripciones serán del 2 al 4 de ese mes. Las clases comienzan el 7 de
septiembre y concluyen el 4 de diciembre. Los aspirantes tendrán opción
para ingresar a un máximo de dos talleres y podrán llenar el formulario
que se encuentra en las redes sociales y página web de la Escuela de
Cine en https://forms.gle/qsNCS8JTMhAFmkqo9).
El equipo de talleristas de la escuela de cine comunitario y fotografía
contará con elementos de probada capacidad y experiencia, donde
confluyen la excelencia y el conocimiento.
Despenalizar la coca
El pasado 20 de julio fue presentada ante el Senado
colombiano la primera iniciativa de ley a nivel latinoamericano que
propone despenalizar no sólo la hoja de coca, sino también la cocaína.
Es un hecho inédito que resulta de una documentada investigación del
senador Iván Marulanda (partido Alianza Verde) y que fue presentada
junto con el senador indígena Feliciano Valencia. El experimentado
legislador (desde hace 30 años es estudioso del tema del narcotráfico en
su país) sintetiza así los motivos de dicha iniciativa:
¡La guerra contra el narcotráfico fracasó! El Estado no pudo garantizarnos la vida, ni la paz social, ni el cumplimiento de la ley; cada día es peor. Seguir en lo mismo sería una estupidez. En el debate que abrimos la comunidad se informará y decidirá por sí misma, desde su experiencia y su consciencia, si quiere seguir bajo el suplicio de esas viejas verdades reveladas o si explora otros caminos.
resume así los beneficios que significaría despenalizar el cultivo de la hoja de coca:
En nuestro país, 200 mil familias campesinas que cultivan hoja de coca no tendrán que seguir sobreviviendo como hordas fugitivas de la fuerza pública, destruyendo con frenesí aquí y allá bosques de enorme riqueza y biodiversidad, ni tendremos que recoger más del suelo a campesinos y policías desmembrados por bombas antipersona, ni veremos legiones de familias desplazadas deambulando. Como si fuera poco, podríamos dedicar miles y miles de vidas y miles de millones de dólares que sacrificamos en esta guerra que no merecemos y que no sirve de nada.
Sobre la cocaína explicó: “Hay países que quisieran solucionar el
problema del consumo desde el enfoque de salud pública y derechos
humanos, como proponemos en nuestro proyecto de ley, pero que no
encuentran cocaína de buena calidad y de procedencia legítima que les
permita llevar a la práctica el programa. Es comprensible, un gobierno
no podría comprar cocaína a narcotraficantes para implementar políticas
de salud pública. Pero si encuentran otro Estado que se las suministre,
de calidad certificada y de procedencia legal, sin
rastros de sangre ni delitos, tendrían cómo atender a sus consumidores bajo controles sanitarios, cuidarlos con apoyo científico y, lo que es fundamental, sacarían a los delincuentes con sus venenos de las calles y de las escuelas. Esto acabaría con este negocio terrorífico del tráfico de drogas en manos de mafias asesinas”. La versión completa de la entrevista que realicé con el senador Marulanda aparecerá la próxima semana en la revista Cáñamo-México.
Editorial
Diez años se
cumplen de la masacre que, aun en un escenario de desaforada violencia
cotidiana, se significó por el brutal saldo de víctimas que dejó en el
municipio de San Fernando, Tamaulipas: 72 migrantes (58 hombres y 14
mujeres) asesinados a balazos, cuando se dirigían a la frontera con
Estados Unidos, a unos 150 kilómetros de distancia, con el propósito de
cumplir el quimérico
sueño americano. Posteriormente se comprobaría que el número de personas ejecutadas en el lugar y sus inmediaciones era mucho mayor, pero la atrocidad y magnitud del homicidio colectivo llevado a cabo entre el 22 y el 23 de agosto de 2010 por el grupo delictivo de Los Zetas convirtió la matanza en un trágico símbolo de injusticia e impunidad.
El águila y la serpiente, símbolos de conflicto
El águila y la
serpiente de nuestra bandera son emblemáticos por la lucha entre ellos.
La pugna desde antaño es hasta nuestros días. El escudo que representa a
la nación simboliza el carácter aguerrido del mexicano, del mismo modo
que el himno nacional.
“Recuperar espacios
en América Latina” era parte de la narrativa que se repetía una y otra
vez cuando se escribía de política exterior mexicana hacia la región.
Ese credo reflejaba que se habían perdido los espacios del pasado y que
consolidar mejor la presencia mexicana era la aspiración que nunca
llegaba a concretarse.
Revocar el contrato
sería un acto de civilidad. Nos sorprende nuevamente una acción de
retroceso legal. Es también una muestra de las agresiones, invisibles y
sigilosas, a las que está expuesta la sociedad. Es importante la
anulación del contrato del puerto de Veracruz, pero también lo es que la
población nos demos cuenta del grado de libertad de manipulación a la
que pueden llegar los funcionarios públicos.
En las semanas recientes
ha habido evidencia científica de que el gobierno federal debe
establecer el uso de cubrebocas como obligatorio para toda la población.
Esto sin abandonar las medidas señaladas por la Secretaría de Salud de
conservar la sana distancia de dos metros, lavarse las manos
frecuentemente durante más de 20 segundos y quedarse en casa.
Hay cosas que ocurren
en mi destrozada y devastada nación que no logro entender, y mucho
menos explicar a mis amigos extranjeros, siquiera a los de estas
comarcas de América Latina, acostumbradas a ser barridas por
turbulencias y tragedias.
Andrés Manuel López Obrador
y su partido Morena surgen y ganan la Presidencia en medio de la
descomposición del sistema político que emergió con la transición a la
democracia. El Presidente ha acelerado esta descomposición que ahora se
vuelve un problema para él, pero sobre todo para la sociedad que no
necesariamente celebra ese descalabro monumental, pero sí ha cultivado
esperanzas y expectativas de que con el cambio podría seguir un real
mejoramiento de su situación.
Casi concluimos el
trabajo anual con estudiantes del primer año de Economía en la UNAM. Un
privilegio. Con dificultades por el confinamiento, pero con ánimo de
fortalecer su capacidad de manejo y utilización de mecanismos alternos.
Videoconferencia. Comunicación en línea. Sin rendirse –jamás– en el
compromiso de fortalecer su formación teórica y metodológica.
Cuando realizaba la
investigación para escribir la biografía novelada de doña Josefa Ortiz
de Domínguez, me llamó la atención que la casa donde vivió y falleció en
la Ciudad de México estaba en la calle llamada Indio Triste. Hoy lleva
el nombre Del Carmen y después se volvió Correo Mayor. Ahí sigue la casa
de doña Josefa, con una plaquita, convertida en un bazar de chucherías.
▲ Astrid Hadad en el anuncio de su espectáculo El bicentenario del aguante, en el teatro Blanquita, en septiembre de 2010.
Foto Jam Image
En estos momentos ya no sé si
se deba a mi edad o al hecho de que de nacimiento he sido más bien
propensa a entregarme gustosa a la fantasía, o al hecho de que, también
por naturaleza, siempre me ha faltado malicia, al grado de que con
frecuencia debo recordarme a mí misma el consejo de los sabios de
cultivar la malicia, siempre que quiera sobrevivir a los sustos y las
ansiedades y las incertidumbres que depara la vida, especialmente en
épocas de una catástrofe mundial, como es la pandemia de Covid-19.
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