LENGUANTES
Por: Ethel Z. Rueda Hernández*
Laura era una joven que visitaba con regularidad las instalaciones de El Caracol A. C.,
una organización que trabaja con personas en situación de calle para
reivindicar sus derechos y mejorar sus condiciones de vida. Como en
muchos de los casos de las mujeres en situación de calle, tenía un
historial familiar tan violento que las calles parecían una mejor opción
que quedarse en casa.
Sin embargo, las mujeres son un grupo que vive en condiciones de alto
riesgo dentro del segmento ya de por sí muy vulnerable de personas sin
hogar. El caso de Laura es un ejemplo de cómo a la violencia
institucional y social que enfrentan también los hombres, las mujeres,
adolescentes y niñas en situación de calle, se añaden violencias
específicas de género, que abarcan un amplio espectro de dificultades
adicionales, desde una aguda falta de acceso a recursos económicos,
hasta la violencia obstétrica que se ejerce sobre ellas.
Laura tenía una pareja, presentó un embarazo y tuvo un hijo. El embarazo
es uno de los eventos que marca una diferencia radical entre las
condiciones en las que viven las mujeres en esta situación. Se estima
que entre el 25 y el 30 por ciento de la población en situación de calle
son mujeres. Ellas, igual que ellos, enfrentan de manera regular
condiciones de discriminación dentro de los hospitales y clínicas, pues
es común que se niegue la atención a estas personas, que se les trate
por padecimientos diferentes a los que tienen, o que se les apliquen
remedios equivocados o temporales en lugar de tratamientos efectivos.
A estas circunstancias se suma no sólo la violencia obstétrica, sino
también la amenaza de criminalización y despojo de los hijos, que a
menudo las personas en situación de calle que llegan a los hospitales
son vistas como delincuentes en potencia, y en el caso de las mujeres
embarazadas o que han tenido hijos, como madres incapaces, que de
acuerdo a lo estipulado en el Código Civil, Artículo 492
del antes Distrito Federal, quienes nada más pueden otorgar a sus hijos
una vida en situación de desamparo, por lo que es necesario que los
menores de edad sean puestos en resguardo bajo tutela del Estado.
Como muchas otras mujeres, Laura perdió su hijo de esta manera.
Luis Enrique Hernández, miembro de la organización El Caracol, afirma
que cerca del 70 por ciento de las mujeres que pasan por esta
experiencia sufre como consecuencia un cuadro fuerte de depresión. Esta
tristeza posterior al despojo de sus hijos es una condición que afecta
casi exclusivamente a las mujeres que viven en las calles, pues se
considera que los hijos son suyos, su responsabilidad exclusiva, por lo
que sus parejas, si las tienen, muchas veces las culpan de que les hayan
"quitado al niño".
Esta depresión desencadenó en la vida de Laura un aumento en el consumo
de inhalantes, como modo de evadir o superar el evento depresivo de que
le arrebataran a su hijo. El daño orgánico que generan estas sustancias
también tiene mayor impacto en los cuerpos femeninos, pues las
sustancias tóxicas se acumulan en el tejido graso, del que las mujeres
tienen un mayor índice corporal. Por eso las muertes de mujeres en
situación de calle están correlacionadas fuertemente con el consumo de
solventes.
Laura desapareció un día, sin dejar rastro. El equipo del Caracol A. C.
que se había mantenido en contacto con ella, en un afán de lograr su
rehabilitación y la posterior recuperación de su hijo, la buscó por
todos lados. Quisieron hallarla en los sitios que frecuentaba,
preguntaron por ella a sus conocidos, fueron a hospitales, al INCIFO, a
las escuelas de medicina, donde seguido terminan los cuerpos que se
catalogan como desconocidos o no identificados, como sucede muchas veces
con las personas que mueren en las calles. Laura no aparecía por ningún
lado.
Pasaron 2 años sin tener noticia de ella. Un día alguien avisó al equipo
del Caracol A. C. que creía haber reconocido a Laura en las fotos de
los registros de un hospital. Ellos acudieron a revisar la información.
Era un hospital que ya habían visitado con anterioridad, donde les
habían dicho que ninguna persona con el perfil de Laura había ingresado
en las fechas que ellos indicaban.
La organización comprobó que Laura sí había estado en ese lugar, que la
información negativa que habían recibido antes era errónea. Rastrearon
el paradero de su cuerpo hasta una escuela de medicina, donde tampoco
les habían proporcionado la información necesaria para identificar y
recuperar el cuerpo de Laura a tiempo. Después, la fosa común.
Queda mucho por hacer
Fue la falta de un protocolo de actuación ante las muertes de personas
en situación de calle lo que impidió que el cuerpo de Laura fuera
reconocido y entregado a sus deudos a tiempo. Ahora, 2 años después, la
recuperación de sus restos de la fosa común es un proceso costoso y
complicado. Esto ilustra cómo las personas en situación de calle sufren
discriminación incluso después de la muerte.
Su derecho a la identidad, considerado un derecho llave por las
organizaciones que trabajan con población callejera, ya que permite
acceder a otros derechos, como los trámites y servicios que requieren de
una identificación oficial, sean de salud, educación, vivienda,
bienestar social, entre otros, se ve coartada por la falta de registros
de nacimiento e incluso, en ocasiones, de nombre (sea porque lo han
olvidado, porque tienen más de uno o porque viven bajo un alias).
Las personas en situación de calle constituyen uno de los sectores de la
población en mayor condición de vulnerabilidad. Esta población por lo
general no es visible, ni ante las instituciones de gobierno, ni con el
resto de la ciudadanía. Han quedado fuera de los planes y de las
políticas públicas, están a merced de un alto grado de violencia
institucional que, para quienes no vivimos y nunca hemos vivido en las
calles, resulta inimaginable. Procesos que para nosotros son comunes, o
inocuos, tienen implicaciones y significados diferentes para la
población callejera. Tal es el caso, como se ha visto, del derecho a la
identidad, a tener un nombre y una nacionalidad.
La lucha por los derechos de las mujeres suele circunscribirse a los
ámbitos de la sociedad más visibles: el laboral, el escolar, el
institucional. Todos los ámbitos que excluyen a las poblaciones
callejeras, invisibles incluso para muchos de los proyectos feministas
por la igualdad y los derechos. Actualmente diversas organizaciones
civiles colaboran para lograr mejorar las condiciones de vida de estas
poblaciones. Proyectos como la campaña Existo si me nombras tú,
orientada específicamente a lograr garantizar los derechos de mujeres,
adolescentes y niñas en situación de calle buscan resarcir esa brecha
que se extiende entre los feminismos esta población que vive siendo
invisible a plena luz del día.
*Estudió Filosofía en la UNAM, con interés en el pensamiento crítico y las problemáticas de género. @alzilei
Foto: Ethel Z. Rueda Hernández
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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