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“Himpatía” viene a ser como “empatía hacia él”, una especie de empatía sin importar quien sea el que la reciba con tal de que sea hombre y ostente o represente una posición de poder.
El concepto fue definido por Kate Manne para destacar la tendencia de la sociedad al simpatizar con los hombres poderosos. Detrás de esa idea se aprecia la armonía existente entre hombres y poder, pues no existe el concepto “herpatía” hacia las mujeres poderosas. Más bien ocurre lo contrario, y cuando una mujer ostenta una oposición de poder, no solo no recibe esa empatía de la sociedad, sino que habitualmente es cuestionada por ser mujer y se entra a preguntar sobre cuáles habrán sido sus méritos y tácticas para llegar hasta esa posición tan alta, o a juzgarla por la ropa, sus zapatos, o por su desatención a la familia; argumentos que no son utilizados con los hombres.
Por eso, si analizamos la situación comprobamos que en realidad la empatía hacia los hombres no se produce tanto por el poder material, éste solo es el foco que fija la atención sobre ellos desde el punto de vista público, como por ser hombres. Las consecuencias esenciales de esta construcción son dos:
- Todos los hombres.
Cualquier hombre percibe esa empatía por parte de otros hombres, es lo que Amelia Valcárcel definió como “fratría”, con independencia de cual sea su espacio de poder, el cual podrá estar en lo más alto del status o en otro más bajo, pero en cualquiera de ellos mantiene una posición de poder dada por una cultura machista todopoderosa que “premia a los buenos y castiga a los malos hombres”.
2. Más hombres.
El grado de empatía hacia “ese él” es mayor conforme el motivo que despierte la simpatía resida en elementos que pertenezcan y potencien su condición masculina, no tanto su poder. A veces puede sorprender por qué un determinado hombre poderoso levanta tanta simpatía y aceptación cuando hay otros con el mismo poder y estatus, o incluso más, y no lo hacen. La solidaridad entre los hombres está en su masculinidad no en su poder, por eso la empatía los lleva a identificarse con ellos a partir de los elementos compartidos que un día pueden necesitar, y se hace especialmente evidente ante la violencia de género en cualquiera de sus expresiones.
La combinación de estos dos elementos de la fratría masculina, ese sentirse del grupo y reconocido por él, y hacerlo sobre los elementos exclusivos de la virilidad, es lo que destacó Kate Manne en Donald Trump al mostrar su “himpatía” hacia hombres poderosos envueltos en escándalos sexuales.
La autora explica que se trata de una situación difícil de contrarrestar porque los mecanismos que hay detrás de ella son en parte de naturaleza moral, característica que se manifiesta tanto en la “simpatía” mostrada hacia esos hombres, como en la sospecha y rechazo que levantan sobre las mujeres que denuncian la violencia de género. Por eso habla de “sociopatía de género”, cuando en realidad no es nada patológico y se corresponde con la manera androcéntrica de entender la normalidad. No están defendiendo al hombre en concreto que recibe esa empatía, sino lo común a todos los hombres y, por tanto, no es una sociopatía, sino una situación normal de la cultura hecha costumbre o habitualidad, aunque esa normalidad analizada desde la distancia sea completamente patológica para la sociedad, como bien indica la autora. Esta defensa de lo masculino es la que lleva a mostrar esa empatía a mujeres que entran en su juego al defender “lo de los hombres”; y lo hacen con gran intensidad, pues además de defender lo propio mandan el mensaje de que “no sólo es un tema de hombres”, y así contrarrestar el mensaje de que la Igualdad sí es un tema sólo “de unas pocas mujeres”.
Por eso a la simpatía hay que unirle la “otrofobia”, que es el rechazo y el ataque a cualquier persona que cuestione esos elementos comunes de la masculinidad capaces de despertar simpatía en su reivindicación, y rechazo, críticas y ataques contra otras personas en su defensa. Unos ataques que son especialmente agresivos si la persona cuestionada forma parte de grupos tradicionalmente considerados como inferiores.
La base pro-social de la que habla Kate Manne, se percibe al comprobar que la “empatía” se produce sin ni siquiera conocer la cuestión sobre la que se critica a “ese él”, basta que alguien salga en su defensa para que todo el grupo le muestre su apoyo, lo vimos, por ejemplo, en el caso de “la manada”, incluso después de la sentencia condenatoria. No se necesita saber la realidad que hay detrás, esa es la “himpatía”, defender al hombre y lo común de los hombres apoyando a quien lo haga y atacando a quien plantee cualquier iniciativa que lo cuestione.
Lo vemos a diario. Las relaciones que se están produciendo en este tiempo contra las políticas de Igualdad, las iniciativas contra la violencia de género y los temas de masculinidad, revelan esa “himpatía” y la “otrofobia” para defender la masculinidad entendida como poder, y con ella a todos los privilegios que conlleva.
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