Juan Becerra Acosta
Hace unos días aparecieron al costado de carreteras, y en distintos puntos de la República, anuncios espectaculares de una revista titulada Líder México, en la que con miras a la elección de 2024 se promueve la figura del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, minimizando la de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, al colocarla detrás del político tabasqueño en una emulación de aquella tristemente célebre frase que dice –con el machismo en mayúsculas– que detrás de un gran hombre hay un gran mujer en desafortunado agravio no sólo a la doctora Sheinbaum, sino a todas las mujeres.
A pesar de los avances que se han dado en la participación de las mujeres en la vida política del país, aún existen obstáculos marcados por el género que complican su participación igualitaria; y, especialmente debido a que en el actual gobierno se da un paso no sólo histórico sino cuántico con respecto a la paridad en el gabinete y representación de mujeres en cargos de elección popular, resulta de lo más incoherente el que en contra de lo que representa el movimiento de la Cuarta Transformación del país, existan desde sus propias filas conductas que responden a la equivocada y retrógrada percepción de que las mujeres no tendrían peso en las instituciones o en los espacios de toma de decisiones políticas, y que si lo tienen entonces inmediatamente aparezca la figura de un hombre para pretender arrebatarle el protagonismo y patriarcalmente tutelarla.
El anuncio espectacular intenta construir una relación de significados en los que la mujer necesitaría de un hombre que la cuide y supervise en su actuar para que éste tenga el fin esperado, de lo contrario sugiere que sería imposible conseguirlo, lo que apela a añejos discursos que no tienen cabida en la actualidad y responde a un delito llamado violencia política en razón de género, que daña a la sociedad en general al dirigirse a quienes desde el ejercicio de la toma de decisiones desafían al patriarcado que intenta restringir su participación en la actividad política.
En un país como el nuestro, en el que mujeres son a diario desaparecidas y asesinadas por ser mujeres, cualquier acto de violencia en contra suya abona a que los feminicidios continúen debido a que son consecuencia final de una discriminación generalizada que tendría que ser no sólo sancionada, sino repudiada por todos y, especialmente, por los representantes del gobierno de la Cuarta Transformación. Pero, en lugar de ello, vemos una guerra sucia con la que mecanismos de control sobre las libertades de las mujeres buscan, para generar popularidad, despertar prejuicios que tendrían que sepultarse.
Sobre el proceso electoral de 2024 una de las preocupaciones es la de la posibilidad de que pudiesen presentarse actos de violencia. Se espera entonces, y al menos por parte de quienes aspiran a contender, un discurso que evite cualquier detonante del odio. Y si bien es normal que en un proceso electoral el participante que va abajo en las encuestas le pegue al de arriba, no significa que se pueda acudir a la violencia de género, ni a ninguna otra. Pero el que golpes violentos se den en un proceso interno para elegir a la candidata o candidato del partido que enarbola la Cuarta Transformación resulta, además de torpe y contraproducente, totalmente contrario al sentido y a la causa de, justo, ese movimiento.
La ciudadanía forma parte de la transformación y su papel es aún más poderoso que el de los políticos. No olvidemos que por mandato popular es que se lleva a cabo, lo que trae consigo varias responsabilidades, como la de vigilar el actuar de los funcionarios, participar activamente y estar bien informados.
En tiempo de definiciones, como lo es el actual, se debe de tener muy en claro quién está en el movimiento por la causa de todos y, por el contrario, quién lo está por lo que el movimiento pueda generar a sus intereses propios.
Más allá de simpatías o antipatías con respecto a quienes aspiran a la candidatura del partido Morena a la Presidencia del país, la militancia debe considerar, a la hora de tomar su decisión, que antes de la persona está la causa, y tener en claro quién representa y –muy importante– quién no representa la lucha por cambiar un antiguo régimen antidemocrático que a través de la injusticia llevó a México a la decadencia con la que se perdieron valores y se dio una descomposición social que nos llevó a la violencia, esa misma que se promueve con anuncios espectaculares en los que se pretende minimizar a las mujeres. Amigo, date cuenta.
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