Carlos Bonfil
Neil Bennett (Tim Roth), un hombre taciturno de 60 años, sin otro fuerte lazo familiar que el de su hermana Alice (Charlotte Gainsbourg), quien lo acompaña a vacacionar a Acapulco con sus dos hijos adolescentes, antes de tomar el vuelo de vuelta a Londres, descubre que la madre de los dos acaba de morir en esa ciudad. De modo inexplicable, Neil pretexta en el aeropuerto el olvido de su pasaporte en el hotel, con lo que renuncia a emprender el regreso y a acompañar a Alice en los preparativos del entierro.
Sundown, secretos en Acapulco (Sunset, 2021), la cinta más reciente de Michel Franco (Nuevo orden, 2020; Después de Lucía, 2012), describe el drama silencioso de este hombre aparentemente insensible al dolor ajeno, sin mayores atributos que ser el potencial heredero de una enorme fortuna en Inglaterra, y que atento a la satisfacción de sus goces inmediatos (la bebida y el sexo) se atrinchera en un individualismo tenaz que linda con el egoísmo, mostrándose indiferente a cualquier tragedia, íntima o colectiva, que perturbe su modo singular de disfrutar su estancia en Acapulco. Pero no se trata en absoluto de un hedonista satisfecho: el introvertido Neil guarda celosamente un secreto que la cinta revelará en su último tramo, ya no del modo brutal y sorpresivo presente en Chronic: el último paciente (2015), también estelarizada por Tim Roth, sino como algo pausadamente revelador que confiere a todo el relato y al comportamiento mismo del protagonista un sentido más lógico y preciso.
No es un azar que para narrar la historia de este personaje ensimismado en la desdicha, Michel Franco haya elegido situar la escueta trama en Acapulco, lugar de viejo glamur y ensueño asediado hoy por la violencia del crimen organizado, donde una vida humana parece tener el mismo bajo precio que el indolente Neil atribuye ahora a la suya. Así, este hombre enigmático, émulo del Meursault de Albert Camus en El extranjero, puede asistir indolente a una ejecución sumaria en una playa vigilada por militares, como con igual abulia había recibido antes la noticia de la muerte de su madre o como experimentará después su breve paso por una cárcel en la que cerdos y hombres comparten un mismo espacio, reducidos a una idéntica condición de bestias sacrificables. Incluso, el amorío ocasional de Neil con Berenice (Iazu Larios), una sensual acapulqueña, no tiene más trascendencia que los maquinales coitos de los que la vuelve objeto.
Tim Roth, maestro de la contención emocional, interpreta a la perfección a este hombre irresistiblemente atraido por un vacío existencial, marcado tal vez por una fatalidad ineluctable. Su escaso repertorio de sonrisas forzadas, gestos secos o afabilidad ensayada anuncian ya una ruina moral inminente, y al espectador sólo le queda asistir, incómodo o impasible, al espectáculo de ese lento naufragio crepuscular al que alude el título original de la cinta. Michel Franco propone aquí un cine inquietante y duro, con una deriva nihilista que muy poco aporta a un posible intento de crítica social. Esta deliberada y maliciosa indefinición ideológica parece funcionar muy bien, al menos en los festivales internacionales de cine donde el realizador tiene ya cimentado su ánimo transgresor. Lo innegable aquí es su gran talento para dirigir actores y crear atmósferas cautivadoras, como ese Acapulco a la vez familiar e irreconocible, en especial para abordar temáticas arriesgadas con un personalísimo punto de vista, lo cual refrenda, de nueva cuenta, la buena factura y originalidad de sus últimas propuestas artísticas.
Se exhibe en la Cineteca Nacional, Cine Tonalá, Cinemanía, Cinemex y Cinépolis.
Foto ▲ El actor Tim Roth, en un fotograma de la cinta dirigida por Michel Franco.Foto Cortesía Cineteca Nacional
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