Pedro Mellado Rodríguez
Ahora, con la vergüenza sobre sus espaldas y el agravio de la traición, miles de priistas iniciarán una diáspora silenciosa, pero consistente, hacia nuevos horizontes, con la tristeza de que su dirigencia renunció, por primera ocasión en 94 años, a presentar su propio candidato presidencial y además, entregó lo que queda del cascarón de su partido, en respaldo de la candidata de la derecha.
Con extraordinaria eficacia y puntualidad está cumpliendo la tarea que le deparó el destino y, la tarde de este miércoles 30 de agosto del 2023, le dio la última puñalada en la espalda al PRI, para encaminarlo a su inexorable muerte por inanición, traicionando su historia de 94 años y su herencia como presunto depositario de la ideología de la revolución mexicana. Y junto a él, aplaudidora y obsequiosa, en el anuncio de los funerales de su partido, una burocracia sumisa, cómplice, envilecida por el enfebrecido reparto de las migajas del poder, miserable recompensa para los extravíos doctrinarios, y botín fortuito, producto de la amnesia de un segmento cada vez más pequeño de la sociedad.
Alejandro Moreno Cárdenas, que es más identificado por su perfil de “Alito”, personaje singular del más abominable catálogo de la picaresca política mexicana, puso también en el altar de los sacrificios, como tributo para la derecha -el tradicional rival histórico del PRI- y para beneplácito de la oligarquía rapaz, cínica y corrupta, el cadáver de un dúctil y sumiso cordero, representado por la senadora Beatriz Paredes Rangel, que en el pecado llevará la penitencia de haberse entregado, sin pelear hasta el final, en la vulgar parodia democrática que armó el Frente Amplio opositor, para simular un proceso de postulación de candidata que ya estaba decidido y anunciado con muchísima anticipación.
Ahora, con la vergüenza sobre sus espaldas y el agravio de la traición, miles de priistas iniciarán una diáspora silenciosa, pero consistente, hacia nuevos horizontes, con la tristeza de que su dirigencia renunció, por primera ocasión en 94 años, a presentar su propio candidato presidencial y además, entregó lo que queda del cascarón de su partido, en respaldo de la candidata de la derecha. Peor final, imposible, para el partido que en los comicios del 2021 todavía valía 17 puntos porcentuales y que en el 2024 aportará una mísera cuota de votos al Frente Amplio por México, para estar al nivel de otros partidos con vocación parasitaria, como el PRD, el Partido Verde y el Partido del Trabajo.
Del Partido Nacional Revolucionario, fundado el 4 de marzo de 1929, impulsado por el Presidente Plutarco Elías Calles, sólo quedan las cenizas y la nostalgia. Su primer candidato presidencial fue Pascual Ortíz Rubio y después, Lázaro Cárdenas del Río, el mejor Presidente de la época posterevolucionaria, quien en 1938 rebautizó al tricolor como Partido de la Revolución Mexicana, hasta que finalmente, en 1946, durante el régimen de Manuel Ávila Camacho, se transformó en el actual Partido Revolucionario Institucional.
Hay mucho de poético y de profundamente irónico en la fase terminal del PRI, que llegará a sus últimos días como aliado de su enemigo histórico, el PAN, fundado en 1939, como instrumento de la reacción, de la contrarrevolución que se opuso y atemperó algunas de las propuestas más avanzadas del régimen del General Lázaro Cárdenas.
“La nacionalización del petróleo el 18 de marzo de 1938 y doce días más tarde la transformación del PNR (Partido Nacional Revolucionario) en PRM (Partido de la Revolución Mexicana), un partido que reconocía la lucha de clases y fijaba como uno de sus objetivos la instauración de la democracia obrera y el socialismo, fueron el momento culminante de la obra cardenista”, relata el historiador Enrique Semo en el libro La Sucesión Presidencial en 1988, publicado por Editorial Grijalbo en 1987 (Página 52).
El historiados hace una conclusión demoledora sobre ese periodo histórico: “En 1940 la derecha perdió las elecciones, pero ganó una gran batalla. Desde 1938 puso un alto a las reformas cardenistas y logró que el nuevo Presidente fuera un hombre favorable a sus intereses. Infligió una derrota duradera a la izquierda que no pudo presentar batalla, y consolidó su presencia dentro y fuera de la familia revolucionaria”. (Semo, 1987, Página 56 y 57).
Los desafortunados tiempos modernos del PRI son el testimonio nítido de su extravío y contradicción histórica en su alianza antinatural con el PAN. La más reciente metamorfósis del PRI ocurrió durante su Vigésimo Tercera Asamblea Nacional, realizada entre el 7 y el 11 de diciembre del 2021, cuando el tricolor se reinventó, por lo menos en términos declarativos, como un partido de centro izquierda, progresista, socialdemócrata, y alejado de los extremos ideológicos, bajo el mando de su presidente nacional Alejandro Moreno Cárdenas y su secretaria general Alma Carolina Viggiano Austria.
Aliada incondicional de la derecha, la actual dirigencia del PRI incuba en sus propias palabras su más profunda contradicción. El 11 de diciembre del 2021 el coordinador de los diputados federales del PRI, Rubén Ignacio Moreira Valdez, anunció en Twitter: “Por mandato de la 23 Asamblea del PRI somos un partido de centro izquierda. Somos social demócratas, feministas, ambientalistas, enemigos de la discriminación, progresistas, aliados de las causas populares. Le dimos una patada al neoliberalismo que nos impusieron desde el poder”.
Sin embargo, Moreira Valdez no explicó, como tampoco lo ha hecho “Alito” Moreno, que el control del PRI fue tomado por una corriente de tecnócratas formados en universidades extranjeras, quienes durante 36 años, desde el Gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) hasta la administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018), le impusieron al tricolor una filosofía neoliberal, ante la vergonzosa ductilidad y entreguismo de los presuntos priistas revolucionarios.
Así se expresa en el preámbulo de la Declaración de Principios del PRI, publicada en febrero del 2002, como parte de la Memoria de su Décima Octava Asamblea Nacional, que se llevó a cabo del 17 al 19 de noviembre del 2001 en San Luis Potosí.
En la página 302 de la Memoria de esa Décima Octava Asamblea priista, se advierte: “Hacia 1989 se reemplazó el modelo económico del nacionalismo revolucionario por otro de marcada tendencia neoliberal, en el que se otorgó mayor espacio al capital extranjero y al redimensionamiento del Estado, así como a un pragmatismo carente de fines sociales”.
Agrega: “Estos agentes generaron reducciones en el proceso económico y sobre todo en el bienestar social, ampliando aún más la brecha entre los pocos muy ricos y los muchos muy pobres en nuestro país. El modelo neoliberal ha hecho mucho daño a México y deterioró las alianzas tradicionales de nuestro partido con los sectores sociales. Por falta del apego a los valores del nacionalismo revolucionario, el PRI perdió identidad ante los ciudadanos y ante su propia militancia”.
En esa Memoria de la Décima Octava Asamblea Nacional, realizada en el 2001, el PRI hace una breve crónica del derrumbe: “Después del resultado de las elecciones federales del año 2000, nuestro partido se enfrentó a una nueva realidad y a la imperiosa necesidad de renovarse. Más allá de un acontecimiento estrictamente electoral, en los albores del nuevo milenio los priistas admitimos la distancia entre el México que queremos y el México que vivimos”.
Y agregan los priistas una expiación de culpas: “Asumimos nuestras responsabilidades y compromisos frente a la Nación, creyendo firmemente que sólo podemos cumplirlos perseverando en nuestros principios y valores, que permanecen inalterables, aunque nuestras estrategias y acciones políticas cambien para adecuarse a la realidad”.
El PRI olvidó lecciones de su propia historia. El 5 de febrero de 1979, durante la Segunda Reunión de la República, en Acapulco, Guerrero, Jesús Reyes Heroles, Secretario de Gobernación, le reprochó al entonces Presidente José López Portillo y Pacheco: “Complacer a todos es imposible en un régimen democrático; intentar condescender con todos no es gobernar, es moverse atendiendo presiones, ser gobernado; viene a ser un gobierno sin ideas, por plegarse a las ideas de otros. Tratar de satisfacer a todos es admitir que se carece de banderas, que no se tiene ideología ni objetivos trazados, ni tampoco capacidad para alcanzarlos. Siguiendo líneas ajenas, indefectiblemente se acaba por carecer de línea propia (…) Cuando ello ocurre, se presenta la paradoja de no gobernar para seguir en el Gobierno y, en consecuencia, se origina la impotencia gubernamental”.
Agregó Reyes Heroles enunciados proféticos: “Hoy en día tiene que lucharse porque la sociedad civil sea cada vez más política y de esta manera evitar que el Estado se aleje y sobreponga a la sociedad (…) Logrando que la sociedad civil sea cada vez más política, se impide que la Administración supla al Gobierno, que los administradores sustituyan a los políticos y que la Administración convertida en Gobierno, se independice y separe del votante”. El 7 de mayo de 1979 Reyes Heroles renunció a la Secretaría de Gobernación.
El sepulturero Alejandro Moreno Cárdenas llegó a la presidencia nacional del PRI el 18 de agosto del 2019. En los últimos cuatro años el tricolor ha avanzado con paso firme hacia el abismo, al perder 11 gubernaturas, incluyendo la del Estado de México en junio del 2023. A 94 años de su fundación, la mísera cuota política para el rico empobrecido son sólo las gubernaturas de Coahuila y Durango.
Cuando ”Alito” tomo la dirigencia del PRI el Revolucionario Institucional tenía 12 gubernatura. En 2021 perdió ocho; entregó dos más en 2022, aunque ganó Durango, con una pequeña ayuda de sus amigos del PAN y PRD; y finalmente, en el 2023, el PRI entregó la joya de la corona, la gubernatura del Estado de México, aunque conservó Coahuila, con los votos de apoyo de PAN y PRD.
Muchos priistas avergonzados empezarán a abandonar el PRI. En muchos estados quedará el puro cascarón. Y en los comicios del domingo 2 de junio del 2024, se escriturará el epitafio de una muerte largamente anunciada, que transcurrió entre las claudicaciones y las sombras de cuatro décadas oscuras, en las que el PRI se negó y se traicionó a sí mismo, para finalmente entregarse en los brazos de su principal rival político e ideológico.
La historia repite, fatalmente, sus más ominosos ciclos. El Frente Amplio por México, al que se ha entregado el PRI, resume los signos de las calamidades que el escritor francés Albert Camus describió en 1957, en la ceremonia en la que recibió el premio Nobel de Literatura: somos herederos de una historia corrompida “en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión”.
Pedro Mellado Rodríguez
Periodista que durante más de cuatro décadas ha sido un acucioso y crítico observador de la vida pública en el país. Ha cubierto todas las fuentes informativas y ha desempeñado todas las responsabilidades posibles en medios de comunicación. Su columna Puntos y Contrapuntos se ha publicado desde hace más de tres décadas, en periódicos como El Occidental, Siglo 21 y Mural, en Guadalajara, Jalisco. Es profesor de periodismo en el ITESO, la Universidad jesuita de Guadalajara.
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