Si se busca ese tipo de denuncia en nuestro cine, se encontrará un caso muy temerario, congruente y conciso en la cinta El violín, de Francisco Vargas, filmada en 2006.
Lo que ahora propone Zonana es, sin embargo, algo muy sugerente: la dinámica de formación de una personalidad recia y deshumanizada a partir del acoso y tortura sicológica que padece un joven cadete al interior de un colegio castrense, un proceso que en el cine ha tenido una exploración inteligente en la cinta alemana El joven Törless (Volker Schlöndorff, 1966), basada en la novela del austriaco Robert Musil, otra dura crónica de abusos diarios en un internado de corte militar.
El argumento de Heroico lo construye el cineasta a partir de la reunión de testimonios de cadetes de varias escuelas militares en México, y entre ellos destaca el de Santiago Sandoval, joven sin experiencia actoral previa que interpreta al protagonista Luis Núñez. Desde la llegada de Luis al Heroico Colegio Militar, plantel al que ha ingresado menos por vocación de servicio que por necesidad económica, el ambiente que encuentra allí es hostil, virtualmente carcelario.
A él y a otros cadetes de origen indígena y condición humilde los recibe y alecciona el sargento Eugenio Sierra (Fernando Cuautle, toda una revelación), quien con perversidad combina un tono autoritario y la sonrisa más vitriólica que pueda uno imaginar.
Muy pronto el joven Luis Núñez se volverá el favorito de este implacable Eugenio Sierra, sin otra explicación fuera del oscuro afán de volver sujeto de humillaciones al inocente objeto de su deseo callado.
A ello sigue al involucramiento forzado de Luis en las faenas delictivas que organiza Sierra fuera del plantel (robos, extorsiones o asesinatos por encargo) junto con otros colegas de su antigüedad y rango. Se intensifica así el proceso de corrupción y deshumanización del cadete, acompañado de duras pruebas de lealtad y valentía, como castigar con azotes al mejor amigo o sacrificar a puñaladas a la mascota canina preferida.
Es tanta la brutalidad que se genera en esa escuela de la prepotencia machista, que el director opta a menudo por señalarla fuera de cuadro, como los misteriosos videos en un teléfono celular que tanto divierten y horrorizan a los cadetes y de los que se desprenden sonidos de vejaciones y tortura a la manera de un snuff movie.
Desde su debut fílmico con Mano de obra, Zonana manejó con habilidad su acercamiento realista al destino contrariado de un joven protagonista destinado a volverse un ser semejante a los mismos personajes que lo explotan o violentan, siempre en la lógica de un sistema social que exige la deshumanización como garantía final de triunfo en la vida.
En Heroico el director ha mezclado, con menor fortuna, ese enfoque realista con otro más subjetivo y fantasioso que lejos de añadir dramatismo o complejidad a la trama, confunde a muchos espectadores, quienes terminarán preguntándose cuál de los muchos delirios oníricos que aquejan al protagonista corresponden a la realidad,y cuántos son sólo meras ocurrencias.
Compañeros cercanos de Zonana en sensibilidad y oficio, como el Michel Franco de Después de Lucía (2012) o el Lorenzo Vigas de La caja (2021), han manejado con menos extravíos y mayor consistencia relatos similares de mezquindad moral, corrupción o represión sexual con su filtración de una generación a otra, en tanto que el logro más contundente en el manejo de esta violencia en México sigue siendo Heli (2013), de Amat Escalante. Sin un registro realista plenamente asumido y con el lastre de peregrinas anotaciones fantásticas, el señalamiento en Heroico de una educación militar viciada, generadora de agresividad y potencialmente peligrosa para la sociedad, termina perdiendo convicción y fuerza narrativa –justamente mucho de ese poder provocador e inquietante que hoy vuelve todavía memorable a Mano de obra, cinta más redonda y primera revelación de este cineasta sobresaliente.
Se exhibe en la Cineteca Nacional, el Cine Tonalá, la Casa del Cine y otras salas comerciales.
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