Dormiré como duerme la gente / cuando caen las bombas / y el cielo se abre en carne viva. / Soñaré como sueña la gente / cuando caen las bombas, soñaré con traiciones. Y más aún:
Me despertaré al mediodía para preguntarle a la radio lo que pregunta la gente: ¿Ha terminado el bombardeo? / ¿Cuántos fueron asesinados?, escribe Najwan Darwish.
Curioso que el poeta palestino vivo más reconocido y traducido en el mundo, Najwan Darwish (Jerusalén, 1978), comparta el mismo apellido, sin parentesco, con el poeta mayor palestino y artista determinante de la cultura árabe contemporánea Mahmud Darwish (1942-2008). (Al respecto, ver: https://www.jornada.com.mx/2008/08/18/ index.php?section=opinion&article=a04a1cul).
Aquí se habla del más joven, y se le cita sin pudor e indistintamente en las traducciones de Juan José Vélez Otero (Nada más que perder, Valparaíso Ediciones, Granada, 2016) y de Diana Sofía Calderón y Alí Calderón (Durmiendo en Gaza, Valparaíso México, 2017), siendo sus traductores del árabe al inglés Kereem James Abu-Zeid y Atef Alshaer, y su libro más reciente Exhausto en la cruz (2021).
Autor prolífico, Darwish el joven publica su primer poemario en 2000. De entonces para acá ha sumado a sus emotivos y dolientes versos una labor amplia como promotor teatral y literario, periodista cultural y editor en Europa y el mundo árabe.
Visitó la Ciudad de México en 2017, invitado al festival Di/Verso, que lamentablemente causó baja sexenal en 2018. Hoy su lectura se torna urgente, tanto como las magistrales creaciones de Darwish el grande.
Dice a Jerusalén, su ciudad y su tormento: Fuimos al Monte / a
ofrecerte un sacrificio, / y al ver nuestras manos alzadas / y vacías /
supimos que nosotros éramos tu sacrificio
. Y también: Cuando te dejo me convierto en piedra. / Cuando regreso me convierto en piedra
.
No parece tener otro destino que ser parte de un muro, de unos
escombros, de una piedra arrojada en defensa propia contra sus verdugos
cristianos libaneses y judíos sionistas. En desarraigo lamenta su
silencio, es una ciudad a la que nos impiden llegar los invasores
. En su tierra, los árboles procuran mecerse sin caer / ya que aquí los árboles caídos no los acoge la tierra / ni nada ni nadie
.
Su identidad es un caleidoscopio imaginario del hoy llamado Medio Oriente. Fue kurdo, armenio que no creyó en las lágrimas
,
sirio en Belén, turco de Konya que entró a Jerusalén por la puerta de
Damasco, y tan pronto pisó suelo argelino se supo amazigh. Anduvo donde
lo creyeron iraquí y se ha sentido egipcio. Su principio es arameo, tuvo
tíos bizantinos y fue un niño hiyazi mimado por Omar. Mi desprecio
por los sionistas no me impedirá decir / que también / fui un judío que
expulsaron de Andalucía / y que todavía / le encuentro sentido a la luz
de aquel ocaso
. Advierte: Si todo esto no es así, uno no es árabe
.
Natalie Handal escribe de Najwan Darwish: Su poesía, como su ciudad de nacimiento, Jerusalén, está compuesta de Historias
. La Palestina de sus poemas es un lugar donde se puede explorar la conciencia humana
.
La memoria de Sabra y Chatila en Líbano lo ronda sin cesar. En esos
campamentos de refugiados fueron masacrados entre 750 y 3 mil 500
palestinos por una milicia cristiana alentada y encubierta por Israel en
1982: Ahora amo más el resplandor del sufrimiento / que mis propias pesadillas
.
Lo tremendo del destino de su pueblo es que La Libertad con sus pies descalzos pisa al pueblo que tiene debajo
. Padece como condena la fobia
de los otros: Me expulsarán de la ciudad antes que caiga la noche
,
alegando “que me negué a pagar por el aire… que no pagué rentas por el
sol / ni cuotas por las nubes”. Los aviones de la muerte salieron volando de El Libro Sagrado / para lacerar una familia / a la orilla del mar
.
Consuelo, justificación o resignación, plantea que todo lo que alimenta las pesadillas de su vida errante es invención
: su pueblo y el de los judíos, la gente de la cruz, la viejas mujeres ortodoxas, las palabras en hebreo, los sueños, las batallas imaginarias
,
el dolor de los siglos. A la desaparición de un amigo por la policía
israelí, en un sueño supo que “este final vergonzoso / era la
culminación de una historia entera de deshonra… / desde los días lejanos
en que nuestros antepasados aprendían turco, / hasta los tiempos que
aprendíamos la lengua de los hebreos y deambulábamos desnudos por sus
mercados”.
Su esperanza es pobre. Si acaso, cuenta con que los hijos de su pueblo sobrevivirán a nuestros intentos por guiarles
. Por lo demás, los asientos de la esperanza están siempre reservados
. Aún así, en otro poema admite: es todavía mi deber decir unas cuantas palabras envenenadas de esperanza
. En cuanto a la historia, la desesperación es su espacio vital, / los más viejos lo saben
.
Espeta al Jesús crucificado: Sigues colgado en algún monte de Jerusalén, / sigues colgado en las afueras de un campamento de Gaza
. En breve, del Infierno apunta: En
los años treinta / los nazis tuvieron la idea / de meter a sus víctimas
en cámaras de gas. / Los verdugos de hoy son más profesionales: / meten
las cámaras de gas / dentro de sus víctimas
.
(Para darse una idea adicional, ver el documental español, ahora en Netflix, Nacido en Gaza, de Hernán Zin, que data de 2014.)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario