Lorenzo Meyer, editorialista
El concepto “interméstico” sirve bien para subrayar la naturaleza dual de ciertos fenómenos políticos que en principio pueden considerarse exclusivos del ámbito doméstico de un país pero que evolucionan hasta convertirse también en asuntos de carácter internacional o viceversa.
En la coyuntura actual México y su gobierno se enfrentan a un problema complejo en su relación externa más importante y determinante: la que mantienen con Estados Unidos. Y en este campo sobresalen los temas intermésticos: fenómenos que emergieron por causas internas y evolucionaron hasta transformarse en serios problemas bilaterales.
El ámbito internacional mexicano lo ocupa casi por entero su relación con la gran potencia del norte. Es ahí donde cobran relevancia temas como la concentración del intercambio comercial, la migración o el trasiego de drogas y armas.
El primero tiene como disparador la diferencia de oportunidades de empleo bien remunerado para el trabajo manual no calificado y una variante del mismo fenómeno se repite en el ámbito del narcotráfico: la existencia de un gran mercado de drogas prohibidas en Estados Unidos hizo surgir en México zonas enteras donde, a falta de mejores alternativas y aprovechando las debilidades de las estructuras de gobierno, en zonas aisladas y deprimidas surgieron y crecieron organizaciones al margen de la ley para proveer al mercado norteamericano de sustancias prohibidas, lo que ha llevado a Washington a declararlas como un peligro para la salud pública y la seguridad nacionales de ese país.
La lista de problemas intermésticos en la relación México-Estados Unidos también incluye al agua, pues las demandas de la agricultura del norte mexicano han llevado a que nuestro país no cumpla a cabalidad con las entregas del líquido a Estados Unidos según los términos de un tratado de aguas firmado en 1944.
Por otra parte, el llamado nearshoring o traslado de fábricas o partes de los procesos de fabricación de Estados Unidos a México —central en el intercambio comercial entre ambos países— es presentado por sus críticos al norte de la frontera como un “robo de empleos” a los trabajadores norteamericanos y que ha deprimido regiones completas de su país: el infame rust belt.
La lista de temas y problemas de naturaleza interméstica en la agenda México-Estados Unidos puede ampliarse con la posibilidad de imponer aranceles prohibitivos a bienes procedentes de México, pero lo importante es que en una coyuntura dominada por el discurso desbordado de Donald Trump y donde el control del trumpismo sobre los poderes legislativo y judicial de Washington es completa, México se está convirtiendo en gran chivo expiatorio de la derecha extrema de ese país y que parece decidida a responsabilizarlo de males cuya raíz profunda está dentro de sus fronteras.
Esta visión, conjugada con la enorme asimetría de poder entre las dos naciones, ha conducido a que los mexicanos y otros extranjeros indocumentados sean vistos como objetivos legítimos de planes para llevar al cabo grandes redadas y expulsiones masivas apoyadas por el 88% de los votantes de Trump y que afectarían a una comunidad de más de once millones de personas, de las cuales más de dos millones son mexicanas (datos del Pew Research Center).
Y ya está formado y anunciado el equipo que se encargará de sellar la frontera con México y proceder a lo que se planea que será la mayor deportación de la historia norteamericana.
Tom Homan, que considera a las deportaciones como “a long awaited job” (una tarea largamente pospuesta) será el “zar de la frontera”, se trata de un expolicía, exmiembro de la Patrulla Fronteriza y exresponsable del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas).
También está en el equipo Stephen Miller, el “cerebro” detrás de la idea de levantar un muro fronterizo con México y de llevar al cabo deportaciones masivas de indocumentados.
El Departamento de Estado lo conducirá el senador por Florida Marco Rubio, que en 2022 acusó a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de haber entregado a México a los narcotraficantes.
Kristi Moem, gobernadora de Dakota del Sur, que movilizó a su guardia nacional para “defender la frontera sur” en Texas, estará a cargo del Departamento de Seguridad Nacional.
Según la revista norteamericana “Politico”, en abril de 2013 Trump llegó a plantear la posibilidad de usar misiles contra sitios de concentración de narcotraficantes en México e incluso enviar ahí fuerzas especiales (“La Jornada”, 11/04/2023).
No es imposible que las ideas de intervención directa en México vuelvan a circular en la Casa Blanca sin importar que la última vez que Washington intentó resolver de esa manera la captura de Villa en Chihuahua —1916— fracasara por completo.
Ojalá que la complejidad misma de intentar resolver a la manera imperial y brutal la relación con México lleve al trumpismo a moderarse. En cualquier caso, debemos prepararnos para tiempos difíciles como resultado de los procesos internos de la gran potencia vecina y sobre los cuales tenemos poca o ninguna influencia.— Ciudad de México.
contacto@lorenzomeyercossio.com
Historiador y analista.
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