Leonardo García Tsao
Los ganadores del Festival Internacional de Cine de Morelia fueron las cintas Carmín tropical, de Rigoberto Pérezcano, y Güeros, de Alonso RuizpalaciosFoto Notimex
En
su décima segunda edición, el Festival Internacional de Cine de Morelia
hizo lo posible por disimular una rumorada disminución en su
presupuesto. Con un día menos de actividades oficiales, el festival
tuvo que apretarse el cinturón en otros aspectos, debido –uno
conjetura– al escaso apoyo del gobierno de Michoacán. El propio
gobernador Salvador Jara aceptó, en una entrevista de la televisión
michoacana en plena alfombra roja inaugural, que la aportación de su
gobierno fue mínima. Y eso que el certamen asegura, por lo menos, una
promoción turística innegable.
El contraste con el año pasado fue marcado sobre todo en la sección
competitiva de largometrajes mexicanos, que no pudo igualar la calidad
uniforme conseguida en 2013. Claro, eso no depende de la organización
del festival, sino del particular momento del cine mexicano. En esta
ocasión, de los 12 títulos seleccionados, uno se quedaría con la mitad,
siendo la gran ganadora Güeros, de Alonso Ruizpalacios, que ya venía precedida de importantes premios internacionales.
Filmada con dinamismo, la película ganadora en la categoría de mejor opera prima,
demostró frescura y vitalidad, además de un desternillante sentido del
humor, que no dejaban lugar a la duda. El deambular de cuatro jóvenes
por diversos puntos de la ciudad de México, en busca del legendario
rockero Epigmenio Cruz, durante un día de manifestación universitaria,
evocaba a ratos a la Nueva Ola francesa, al mismo tiempo que capturaba
inequívocamente el espíritu de la juventud mexicana actual. Un debut
más que promisorio de Ruizpalacios.
La ganadora del premio a mejor película, Carmín tropical, de Rigoberto Perezcano, autor de la superior Norteado (2009), es un curioso whodunit
en que la muxe Mabel (José Pecina) regresa a Juchitán para indagar
sobre el asesinato de su amiga y compañera Daniela. La investigación
permite a la transexual recordar su pasado, incluyendo el amor de un
hombre compartido con la difunta, y enamorarse de un taxista (Luis
Alberti). Realizada con sensibilidad, la cinta –como sus
personajes—transita de un género a otro.
Otra película muy meritoria, Las oscuras primaveras,
segundo largometraje de ficción de Ernesto Contreras, se fue sin
reconocimiento oficial. Sobre un guión de su hermano Carlos, el
realizador renueva la situación del triángulo amoroso añadiendo la
arista de un hijo indeseable al planteamiento. Así, la historia se
mueve impulsada por la sensación de deseo frustrado entre dos amantes
en potencia, una oficinista (Irene Azuela) y el obrero (José María
Yazpik) que realiza obras en su edificio. Apoyado en un reparto de
uniforme solvencia que merecía algún premio, Contreras demuestra poseer
un cabal dominio de su oficio.
Un sorprendente estreno nacional, fuera de competencia, fue Gloria,
la persuasiva biopic centrada en la escandalosa vida de Gloria Trevi
(una verosímil Sofía Espinosa), debida al suizo Christian Keller. La
película merecerá su comentario cuando sea estrenada en enero.
Por otro lado, el festival de Morelia enfrenta ya un problema que se
advertía desde el año pasado: la capacidad de las salas de Cinépolis
Centro ha sido rebasada por la cantidad de público interesado. Por vez
primera, la acreditación no fue suficiente para ingresar a las salas,
sino era necesario el canje previo por boletos muy peleados.
Aunque la medida es comprensible ante la gran demanda de asientos,
es una monserga que impide la improvisación sobre la marcha. Por lo
mismo, en esta ocasión vi menos películas que en otras ediciones. La
nutrida y bien seleccionada programación se merece un foro de mayor
capacidad. (A un viaje en taxi de 15 minutos del centro se sitúa la
opción de las más amplias salas de Cinépolis Las Américas…sin embargo,
el ambiente no es el mismo).
Twitter: @walyder
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