Escrito por Berenice Chavarría Tenorio
En México, el sistema patriarcal, las negligencias e ineficiencias de las autoridades han empujado a mujeres sobrevivientes de violencia machista a convertirse en defensoras de sus derechos y los de otras mujeres, en un país donde diariamente se registran 11 casos de feminicidio las historias de Olimpia Coral Melo, Carmen Sánchez y Norma Andrade nos recuerdan algo fundamental: no estamos solas.
La defensa por los derechos digitales de las Mujeres: Olimpia Coral
“A mi yo de 18 años que lloraba cuando su video íntimo fue expuesto le diría que en unos años su nombre lo va a reivindicar la lucha feminista y que va a ser Olimpia, la de la Ley Olimpia y no lo que el patriarcado le hizo creer”. Fotografía: Twitter @OlimpiaCMujer
A Olimpia Coral Melo la violencia machista la hundió en el miedo, la inseguridad y el temor luego de que en 2012, cuando apenas tenía 18 años, un video íntimo junto a su pareja fuera filtrado en internet. Enmudecida y con el dolor en los huesos acudió a denunciar para encontrarse con autoridades que ni siquiera consideraban como delito lo que le había sucedido.
Durante meses Olimpia permaneció tras las paredes de su hogar ubicado en Huauchinango, Puebla, sumida en diversas afectaciones emocionales que esta violencia trajo consigo y preguntándose constántemente ‘¿Por qué a mí?’. Sin embargo, su madre fue la primera mujer que le recordó lo que necesitaba entender: no fue tu culpa.
“Hija ¿tú querías que este video lo vieran todos y todas? Le dije no, claro que no. Me dijo bueno mija entonces no es tu culpa. Esa fue la primera vez que yo escuche que alguien me dijo ‘no es tu culpa’. En ese momento dije si la máxima autoridad en mi vida me dice que no es mi culpa, entonces que se vayan a la jodida todos los demás”.
El apoyo de su madre fue “punta de lanza” para Olimpia, detalla a Cimacnoticias. Así comenzó a caminar en un proceso de construcción constante y reflexión, como ella lo define. Y es que al sobrevivir a la violencia machista pudo conocer a otras mujeres que también han sido atravesadas por distintas agresiones en el espacio digital.
“Coincidimos en las mismas historias y en ellas el primer punto de unión fue la negación de las autoridades”. Este panorama le hizo entender la urgencia de una legislación y de un acompañamiento a quienes han enfrentado violencia digital, fue así como fundó el Frente Nacional para la Sororidad, mismo que marcó un inicio en su andar como defensora.
Fotografía: Twitter @OlimpiaCMujer
Acompañamiento amoroso
“El ser sobreviviente de violencia digital y ahora llevar un mensaje a otras personas para que no vivan lo mismo que yo viví o atender a personas que en este momento lo están viviendo, me recuerda a la persona que yo hubiese querido tener cuando me pasó”.
Y es que para Olimpia, aún no se termina de entender que las agresiones en el espacio digital son una extensión de la violencia que vivimos las mujeres en la realidad. Por ello, en conjunto con otras defensoras, ha acompañado y construido su trayectoria con el sueño de que ninguna mujer más sea violentada en lo virtual.
“Porque esta violencia que parece invisible, causa daños casi irreversibles y siempre tiene memoria”.
Fue así como junto a otras mujeres inició un trabajo para que cada entidad tipificara la violencia digital en sus Códigos Penales, hasta lograr que, en 2020, la serie de reformas conocidas como “Ley Olimpia” fueran aprobada a nivel federal para establecer como delito estas agresiones que las mujeres enfrentan en el espacio digital.
Aunque este logro representó un hito, para Olimpia no significa que ahora las mujeres se encuentren seguras en los espacios digitales, además, señala, dicha legislación tampoco es garantía de que se obtendrá justicia.
“Lo importante sigue siendo en lo que estamos trabajando: la prevención desde la educación, la capacitación de funcionarios públicos, la profesionalización e incluso reflexionar el texto. Que las empresas privadas y los medios analicen la oportunidad de crear una agenda en el tema”.
Fotografía: Twitter @OlimpiaCMujer
Ser defensora de los derechos digitales de las mujeres en México
“Ser activista en este país es una condición muy precaria, porque es una lucha que debes mantener de manera física, económica, intelectual y sentimental”, asegura Olimpia. Sin embargo, son las redes y la colectividad lo que le ha permitido seguir caminando en una exigencia a la que fue empujada por la digna rabia.
Siendo defensora de espacios digitales, mujer y sobreviviente de violencia machista, “luchas el triple”, expresa. Entre la fiscalización social, la falta de interés de las autoridades y la búsqueda de estímulos económicos que permitan seguir con el activismo: así ha transitado Olimpia por este camino.
No dejando de lado el aprendizaje, asegura, pues esta labor también le ha implicado la necesidad de actualizarse, conocer y adentrarse a un mundo que desconocía a los 18 años de edad, cuando fue víctima de violencia digital.
“También nos preparamos, hacemos estrategia política y seguimos leyendo, seguimos investigando. Y no porque queramos tener la razón, sino porque queremos encontrar de manera colectiva una forma de terminar con la internet violenta. Tuvimos que estudiar todas las leyes orgánicas, estudiar las constituciones estatales. Hoy en día debemos ver todos los cambios tecnológicos y estar a la vanguardia, tenemos que invertir en educación, en seguir aprendiendo y construyendo en colectividad”.
“No es tu culpa”
Berenice Chavarría Tenorio: ¿Qué le dirías ahora a Olimpia de 18 años?
Olimpia Coral Melo: Yo creo que primero la abrazaría muy muy muy fuerte, le acariciaría el cabello. Yo le diría que está muy bonita, que es muy valiosa. Es muy poderosa, solo que la violencia machista nos hace creer que somos el miedo que infunden en nosotras; la reiterada misoginia nos hace creer que es nuestra culpa. Le diría que no tenga miedo, porque en ese momento le daba mucho miedo llamarse Olimpia. Pero al pasar varios años vamos a vivir muchas cosas extraordinarias, van a llegar muchas amigas, muchas hermanas, muchas aliadas y un amor inquebrantable. Le diría que no llore, porque en unos años ya no vas a aparecer como esa Olimpia la del vídeo sexual, como esa Olimpia ‘la gordibuena de Huachinango’, como esa Olimpia mala, como esa Olimpia expuesta en internet. Su nombre lo van a lo va a reivindicar la lucha feminista y vas a ser Olimpia la de la ley Olimpia no lo que el patriarcado le hizo creer”.
Carmen Sánchez, recuperar la dignidad a través de las redes
“Yo no tuve el tiempo para procesar lo que a mí me había ocurrido, este ataque con ácido. Lo único que hizo fue abrazar a mis hijas y decirles vamos a salir. No tuve otra opción o decides morir o con todo lo que traes encima sales a levantar la voz, a denunciar y buscar todas las puertas que sean para que alguien te escuche”. Fotografía: Cortesía
Carmen Sánchez pasó ocho meses en un hospital luego de que su expareja intentara asesinarla con ácido el 20 de noviembre de 2014. Desde el día de la agresión ha enfrentado diversas violaciones a sus derechos, incluso en un inicio la Fiscalía General de Justicia del Estado de México (FGJEM) catalogó su caso como lesiones simples y perdió su carpeta de investigación por cuatro años.
Mientras permaneció internada la incertidumbre y el dolor la invadieron, aunque aún mantenía un atisbo de confianza en que obtendría justicia. Sin embargo, al salir se dio cuenta de la realidad: el Estado la tenía olvidada.
Carmen perdió su empleo, tuvo que recibir cuidados de forma especializada, todo mientras volvía al mismo hogar donde fue agredida, espacio que aún conservaba las huellas del ácido que corroyó las paredes y su piel.
¿Cómo voy a costear mis cirugías? ¿Recibiré tratamiento psicológico? ¿Cómo me haré cargo de los gastos que genera la alimentación y educación de mis hijas? ¿El hombre que intentó asesinarme volverá para cumplir su objetivo? Eran algunas de las preguntas que rondaban por la mente de Carmen. Fue entonces cuando decidió hacer frente al sistema patriarcal y feminicida.
“Tuve que salir de inmediato, porque el Estado no me dio otra opción. La necesidad económica, la necesidad de obtener una justicia, la necesidad de que me realizaran unos tratamientos de reconstrucciones. Lo único que hice fue abrazar a mis hijas y decirles vamos a salir. No tuve otra opción, aquí no tienes otra opción: o decides morir o con todo lo que traes encima decides salir levantar la voz denunciar y buscar todas las puertas que sean para que alguien te escuche”.
Fotografía: Twitter @CarmenAnchez
Nueve años sin justicia
“Yo tenía la esperanza de que el Estado me iba a respaldar y no es así, han pasado nueve largos años y hasta el día de hoy no tengo justicia. Llevo 64 cirugías reconstructivas, muchísimos tratamientos de dermatología y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado de México solo ha pagado tres cirugías de 64 cirugías”.
Aunado a lo anterior, el Poder Judicial del Edomex sigue sin dictar sentencia a Efrén ‘N’ hombre que intentó asesinarla en 2014 y permaneció prófugo por siete años hasta finalmente en 2021 fue detenido en Monterrey, Nuevo León.
“No creo que exista una justicia, esta tendría que ser pronta y expedita; sin embargo no es así, porque ya son nueve años que he puesto mi cuerpo en esta lucha, me siento cansada. La justicia jamás nos va a llegar, así haya una reparación integral del daño, no me va a devolver la parte física que me arrebató”.
Acompañar a otras sobrevivientes
En enero de 2021 nació la Fundación Carmen Sánchez, de la mano de la feminista Ximena Canseco, con el objetivo de prevenir, atender, erradicar, investigar y buscar sanciones a los ataques con ácido u otras sustancias corrosivas en contra de mujeres mexicanas.
Pero desde meses anteriores Carmen ya había percibido la urgencia de acompañamiento para ellas y otras mujeres que habían sido víctimas de violencia ácida. Mujeres que perdieron sus empleos, que no tenían acceso a servicios de salud dignos, que vivían discriminación y además de ello cargaban con las implicaciones emocionales que la tentativa de feminicidio supuso para sus vidas.
«Yo contaba mi historia y sin darme cuenta iba apoyando a las mujeres, porque algunas se sentían identificadas conmigo, me daban flores o cualquier cosa. Lo hice sin darme cuenta, yo nada más sé que hoy en día hay una fundación que está dando acompañamiento a ocho mujeres».
Ocho mujeres que están «completamente abandonadas por el Estado mexicano», refiere Carmen. «Creen que por seguir de pie seguimos vivas. No es posible que minimicen lo que hemos atravesado, porque a nosotras nos arrebataron nuestra dignidad, nuestra salud física, emocional, mi libertad».
Fotografía: Cortesía
«Recuperando mi dignidad»
El sueño de estudiar Derecho lo tuvo Carmen desde niña. Pero tras la violencia que atravesó comenzó a ver retomar este anhelo ahora ya como una necesidad. Actualmente estudia esta licenciatura y, asegura, busca poder continuar acompañando a mujeres desde este sendero de aprendizaje que emprendió.
«Tuve que empezar a conocer términos que yo no sabía para tratar de defender mi lucha y porque, para empezar, no tenía para contratar a un abogado. Por eso yo misma tenía preguntarle a mis amigas que eran abogadas qué significaba lo que me decían», recuerda. Ahora, aunque no se imagina litigando, sabe que sus conocimientos servirán a otras mujeres.
«Quiero tener los conocimientos para seguir acompañando a mujeres y no sean revictimizadas como yo que todas sepan sus derechos, que puedan acceder a los fondos económicos que tiene el estado, que tengan un proceso digno. Yo no debería pensar en ayudarlas, pero desafortunadamente en nuestro país no veo para cuándo quieran cambiar, no somos prioridad para ellos, entonces sí hay necesidad de hacerlo y poco a poco fui rescatando ese sueño de niña y hoy lo estoy haciendo».
De esta forma, sentencia, ha recuperado además su dignidad, sin perder la indignación, también buscando rescatar sus sueños e ilusiones que en algún momento la violencia machista le arrebató.
Norma Andrade, el camino no elegido
“Las circunstancias nos han obligado a exigir justicia por nuestra situación, pero también nos han llevado a acompañar a otras y en ese momento es en el que nos convertimos en defensoras de derechos”. CIMACFoto: Berenice Chavarría Tenorio
En 2001 Lilia Alejandra fue asesinada en Chihuahua. Desde entonces Norma Andrade, su madre, no ha frenado el grito de justicia ante autoridades omisas que desde el primer día en que no supo de su hija le dijeron que “se había ido con el novio”. A ese nivel de insensibilidad llegaron, recuerda. Y hasta el día de hoy, continúa la revictimización hacia Lilia, sus hijos y Norma.
Las dilaciones, la violencia institucional, las burlas de las y los funcionarios públicos y la constante falta de empatía empujaron a Norma a convertirse en defensora y acompañar a otras familias que enfrentan la desaparición o el feminicidio de sus hijas.
“No es un camino que haya elegido”, dice Norma a Cimacnoticias. “Las circunstancias nos han obligado a exigir justicia por nuestra situación, pero también nos han llevado a acompañar a otras y en ese momento es en el que nos convertimos en defensoras de derechos”.
Ser defensora en medio del duelo
El nombre de Lilia Alejandra forma parte de las mal llamadas «muertas de Juárez», «porque no murieron, las asesinaron», afirma Norma. Su caso es investigado como homicidio doloso, debido a que en el año en que se perpetró su asesinato aún no se tipificaba el delito de feminicidio. Sin embargo, 22 años después, continúa sin obtenerse justicia, aún cuando el caso ya fue atraído por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Enfrentando un duelo permanente por el feminicidio de Lilia, Norma decidió acompañar a otras madres. Siendo Educadora de profesión, Norma se adentró a la defensa de los derechos humanos de las mujeres con diversos diplomados en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, entre los años 2003 y 2005.
Fue fundadora y presidenta de la organización “Nuestras Hijas de Regreso a Casa A.C.” la cual es considerada una de las organizaciones pioneras en reunir a familiares de niñas y mujeres asesinadas y desaparecidas en Ciudad Juárez.
Y actualmente forma parte de la organización civil Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social A.C donde coordina el área de promoción y capacitación impartiendo y organizando cursos de prevención de la violencia en escuelas secundarias y preparatorias.
CIMACFoto: Berenice Chavarría Tenorio
Todo mientras continúa enfrentando el duelo por el asesinato de su hija, ya que para ella este proceso nunca termina, porque “cada joven que desaparece, cada joven que es encontrada asesinada, revive lo que tú viviste”. Sin embargo, resalta que aún en medio del dolor, ha encontrado en otras madres redes que le han salvado la vida.
“Sabemos que nos necesitamos, sabemos que solas no podemos. Nos hermana un dolor que nos hace familia, que nos une más que nuestra propia familia, porque muchos integrantes de nuestras familias superan ese dolor, nosotras no”.
La vida en riesgo por defender a las mujeres
El 2 de diciembre de 2011 Norma se encontraba con Jade, hija de Lilia Alejandra, cuando un hombre se acercó y le disparó a Norma en cinco ocasiones. Una de las balas quedó alojada cerca de su corazón, lo que la llevó a un hospital y posteriormente la obligó a huir de su hogar en Chihuahua junto a sus dos nietos.
Para 2012, 60 días después del primer ataque y ya viviendo en la Ciudad de México, Norma nuevamente fue víctima de un atentado cuando un hombre la atacó con un arma punzocortante, provocándole una herida en el cuello y rostro.
Aunque por ambos atentados presentó denuncias ante las autoridades correspondientes de Chihuahua y la Ciudad de México, ninguna de las investigaciones procedió y finalmente fueron archivadas.
Así ha sido la vida de Norma como defensora: en medio del riesgo constante. Sin embargo, a la par de la violencia también ha visto el reconocimiento a su labor a nivel nacional e incluso de manera internacional. Esto representa para la madre una sensación agridulce, pues ni ella ni otra mujer debería tener que defender a otra por las violaciones a sus derechos humanos, asegura.
“Me siento orgullosa de que reconozcan mi trabajo, que se den cuenta que estoy acompañando a otras madres, que estoy yendo a rastrear para ayudar a encontrar otras víctimas, que estamos haciendo búsquedas en vida. Pero también me da tristeza, porque yo siempre he dicho yo llegué tarde a la lucha de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez”.
Norma es defensora y madre, pues cuida de sus nietos Jade y Caleb, quienes quedaron en orfandad a la edad de 5 meses y un año respectivamente cuando su madre Lilia Alejandra fue asesinada en 2001.
Con la misma mirada y tono de amor con el que habla de ellos, a quienes llama hijos, también ha lanzado su digna rabia a las autoridades que al día de hoy continúan sin brindarle justicia por una vida arrebatada a manos de la violencia feminicida.
Y “podrán verme reir”, asegura, “porque finalmente somos seres humanos y festejamos los logros de nuestras demás integrantes de la familia, de nuestros seres que están cercanos a nosotros”. Pero “no quita que tú sigues con tu dolor ahí”. Ante esto, sentencia, en las redes de mujeres ha encontrado el soporte.
“Difícilmente podemos dejar de acompañarnos. Dicen que cuando logramos hablar del hecho sin llorar, es que ya lo superamos, pero no, yo digo que simplemente en ese momento estás más fuerte que otros días”.
¡No estás sola! es una de las consignas feministas más escuchadas para arropar y acuerpar a otras mujeres. Olimpia, Carmen y Norma le dan sentido a este clamor. Sin embargo, no olvidan que el Estado continúa teniendo responsabilidades que se ha negado a asumir. Ellas no se nombraron defensoras porque lo deseaban, el abandono institucional las empujó a ello. Y desde entonces, toman de la mano a aquellas mujeres que día a día caminan en un país feminicida.
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