El machismo es afirmación: yo hombre soy superior a ti mujer, y lo soy porque mi fuerza es mayor y mi inteligencia más alta.
La esencia de todo este planteamiento es muy simple: el hombre es más fuerte, de manera que todo lo demás (inteligencia, capacidad, criterio, razonamiento…) se considera superior porque lo impone por la fuerza física. Y a partir de esa referencia se define la cultura y un sistema basado en la violencia, puesto que es esta la que permite que todo se articule a partir de la imposición inicial.
Una violencia que es dirigida hacia dentro, fundamentalmente contra las mujeres, para definir y sostener su modelo sobre la desigualdad estructural, y una violencia que también se dirige hacia fuera, fundamentalmente contra otros hombres, para ampliar el modelo y obtener beneficios y riqueza sobre la competitividad y la idea de liderazgo basada en el concepto violento del “más fuerte”, aunque esa fortaleza no siempre se consiga a través de la fuerza física y se utilice el otro instrumento de la violencia, el poder.
Los hombres han conseguido hacer de su modelo cultura y de la cultura normalidad. Y es esa normalidad la que crea razones para actuar a través de la violencia (bien con el poder o con la fuerza física), y la que aporta justificaciones para integrar las consecuencias y resultados, incluso cuando son objetivamente negativos, por medio de mitos y estereotipos.
Pero como a pesar de tratarse de un sistema de poder basado en la injusticia de la desigualdad, su “sostenibilidad” resulta imposible dentro de una sociedad que progresa y toma conciencia de esa realidad, lo que hace es adoptar una estrategia adaptativa consciente de que lo que vale para un tiempo puede no hacerlo para otro. De ese modo va introduciendo cambios superficiales que evitan que la crítica social afecte a la estructura androcéntrica sobre la que se sostiene. Es la estrategia de “cambiar para seguir igual”.
A pesar de todo ello no ha podido impedir que se produzca una transformación social hacia la igualdad sobre dos elementos esenciales: por una parte, el cuestionamiento del modelo androcéntrico, y por otra, su agotamiento en cuanto a la capacidad de acudir a las vías tradicionales para acumular poder y controlar a las mujeres y a otros grupos de personas basándose en su condición.
Estas circunstancias son las que han obligado pasar de la normalidad al afirmacionismo. Ya no basta con que las circunstancias establecidas, esa idea de “ley y orden”, determinen la realidad, porque la presencia de otros elementos críticos actúa de forma diferente, y crea una realidad más plural y diversa que no se puede ocultar. Ahora necesitan afirmarse en su modelo destacando aquellos elementos que refuerzan sus valores e ideas, por lo que han pasado de la pasividad de la normalidad a la acción del afirmacionismo con un doble objetivo: destacar los elementos que consideran referentes del modelo cultural androcéntrico, y negar aquella parte de la realidad que lo cuestiona.
Entre las iniciativas que utilizan dentro de su estrategia de “afirmacionismo del machismo”, de ese “afirmachismo”, están las siguientes:
. Negar la violencia de género como parte del “negacionismo” dirigido hacia todo aquello que no encaje en su modelo.
. Al mismo tiempo que se niega se dice que se debe a las personas extranjeras que nos traen un machismo que ya no teníamos aquí, y a los hombres extranjeros que lo materializan a través de las agresiones y los homicidios.
. Cambiar el foco de las justificaciones aplicadas a los agresores españoles, para dejar de lado la idea de que actuaban “bajo el efecto del alcohol, las drogas o algún trastorno mental”, elementos que se descartaban en los informes forenses, y pasar a hablar de la “maldad” de los agresores. Ya no son borrachos, locos o drogadictos, ahora son “hombres malos”, y como siempre “unos pocos”.
. Todo ello se refuerza con la idea de “personas” para así ocultar el protagonismo de los hombres en las conductas violentas. Dicen, “no hay que hablar de hombres ni de mujeres, sino de personas”, pero cuando hay que hablar de puestos de responsabilidad y poder, entonces sí hablan de hombres para reivindicar que están más preparados y cuentan con más experiencia.
. Y si esa neutralidad sobre las personas no fuera suficiente, recurren a otro de sus razonamientos principales para decir lo de “violencia es violencia” o que “la violencia no tiene género”. De ese modo intentan esconder toda la construcción cultural que hay en la violencia contra las mujeres que todavía hoy permite que se ejerza desde la normalidad, como refleja el barómetro del CRS (2021), cuando el 15,4% de los chicos manifiesta que “si la violencia es de poca intensidad no es un problema para la relación de pareja”.
. Para cerrar la argumentación sobre las personas reactualizan el mito de la maldad y la perversidad de las mujeres y lo concretan en las “denuncias falsas”, una idea que no sólo logra transmitir la crítica a las mujeres, sino que además posibilita presentar a los hombres como víctimas de todo este proceso. La realidad, según la última Memoria de la FGE, indican que son el 0’0005%
. Pero como la victimización y criminalización de los hombres puede resultar poco creíble en una sociedad tan materialista como la actual, la manera de darle credibilidad es presentar la situación bajo el argumento de los “chiringuitos” para hacer ver que hay un interés económico en todo ello, y así despertar una crítica mayor y directa.
. Y, finalmente, la idea de chiringuito se acompaña a la de “inutilidad de las políticas de Igualdad” y de los centros donde se desarrollan, desde el Ministerio de Igualdad a la concejalía del ramo en el municipio más pequeño. Todo se presenta como un gasto inútil que en gran medida se dirige a financiar los “chiringuitos” que hemos comentado.
El afirmacionismo del machismo demuestra todo aquello que niegan, si no viviéramos una transformación social hacia la igualdad no hablarían de guerra cultural, ni necesitarían afirmarse en sus valores e ideas al tiempo de negar todo aquello que las cuestiona.
Hace unos años no negaban la violencia de género ni buscaban nuevos argumentos para defender su modelo androcéntrico, si lo hacen ahora es porque tienen la necesidad de hacerlo ante la transformación social que el feminismo inició y las mujeres protagonizan, y a la que cada vez se unen más hombres.
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