A los títulos de la Semana de Cine Alemán destacados en la primera entrega de esta reseña (Cuando soñábamos, de Andreas Dressen; Somos jóvenes, somos fuertes, de Burhan Qurbani, y Phoenix, de Christian Petzold), cabe añadir ahora, a manera de conclusión, otras tres cintas: dos documentales (B-movie: lust and sound in West Berlin 1979-1989, de Jörg A. Hoppe, Klaus Maeck y Heiko Lange; y Amor de concreto o Los Böhm, arquitectura de una familia, de Maurizius Staerkle-Drux), y una estupenda obra de ficción, Victoria, de Sebastián Schipper.
B-Movie: lust and sound es un recorrido por la subcultura
de drogas y rock and roll de los años 80 berlineses, una época aún
dominada por las tensiones político-culturales de la guerra fría, con
un muro de contención ideológica incapaz de resistir a la proliferación
de rebeldías y reclamos juveniles en ambos lados de la ciudad dividida.
Para dar cuenta de esa atmósfera de efervescencia cultural, iconoclasta
y estridente, del lado occidental, clandestina e impaciente del lado
comunista, el narrador Mark Reeder, productor de la banda Post-Punk
Manía, de Gudrun Gut, refiere sus impresiones de una ciudad colapsada.
Bastaba vencer los obstáculos burocráticos de la frontera y atravesar
el muro, para toparse con un mundo árido y hermético donde la historia
parecía haberse detenido. Sin embargo, en medio de construcciones
vetustas y descuidadas, al fondo de lo que parecía seguir en ruinas,
vibraba una subcultura de disidentes y minorías sexuales, de fanáticos
roqueros atentos a los sonidos y heterodoxias provenientes del lado
occidental. El documental recupera material filmado con cámara en mano,
valiosas imágenes vintage de aquellos años de plomo, en que se gestaba la rebelión contra Honecker y la hegemonía soviética.
Los realizadores proponen un mosaico cultural que muestra el hastío
de Nick Cave, o del roquero Falco, o de los frecuentadores del
decadente antro Risiko, en Berlín Oeste, todos ellos fascinados y a la
vez decepcionados por la decadencia de una ciudad que agota en el
exceso sus grandes posibilidades, atraídos también por el oscuro lado
comunista de donde, paradójicamente, podía surgir la renovación
deseada. La cinta captura la atmósfera febril, casi surrealista, de esa
década donde a lo punk sucede el tecno y que culmina con el festejo
libertario del Love parade en un Berlín reunificado.
En otra vertiente, el documental Amor de concreto o Los Böhm, de
Sterkle-Drux, captura con sensibilidad extraordinaria la saga de una
familia de arquitectos, donde el patriarca ya nonagenario, Gottfried
Böhm, premio Pritzker, el Nobel de la arquitectura, da muestras de su
infatigable labor como constructor y diseñador de iglesias, estadios y
salas de concierto, con formas fantasiosas que sugieren la reproducción
en concreto de paisajes naturales. Lo emblemático: una construcción de
cimas afiladas que evoca una cordillera exótica, como lo que su mirada
inquieta captura en sus viajes al extremo oriente, o en su refugio
doméstico a orillas del río Rin. Un refugio marcado por la ausencia de
Elizabeth, compañera sentimental y colega profesional de largas
décadas, pero en el que sigue muy viva la colaboración de Gottfried con
sus tres hijos arquitectos, Paul, Peter y Stephan.
Una
dinastía familiar tan dinámica y llena de contrastes emotivos, como lo
fuera, en el campo literario germano, la familia de los Mann, con el
autor de La montaña mágica como líder espiritual y generador de logros
artísticos. El realizador no esconde las dificultades y contradicciones
en el clan familiar, pero lo que le interesa y rescata con brío es la
vitalidad del empeño colectivo o lo que con gran tino denomina
arquitectura de una familia.
Victoria, de Sebastián Schipper, es otra estupenda
construcción fílmica, capturada en tiempo real (entre las 4:30 y 7 de
la mañana), en un solo plano secuencia, sin cortes, de más de dos horas
de duración. Relata la infatuación de Victoria (Laia Costa), mesera de
origen español, por Sonne (Frederick Lau), un ladrón de poca monta,
acompañado de tres amigos juerguistas, involucrados todos, más de lo
deseado, en un faena delictiva muy por encima de sus fuerzas. El thriller romántico
captura el ritmo frenético y la acción desordenada de los
protagonistas, creaturas de una larga noche berlinesa, demasiado
cándidos para ser villanos creíbles.
Es divertido ver a la joven española transformarse, de tímida
empleada con pocas palabras de alemán y muchas ganas de reventarse, en
el chofer y cómplice vigoroso de delincuentes rebasados por las
circunstancias. La comedia sentimental vira de pronto a un neo-noir,
dominado por la presencia femenina.
El mejor acierto alemán, en ese estilo, desde Corre, Lola corre, de Tom Tykwer.
Se exhiben: B-movie, lust and sound, lunes 31 y jueves 3 de septiembre; Amor de concreto o Los Böhm, domingo 30 agosto; Victoria, miércoles 2 septiembre. Cineteca Nacional.
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