Guillermo Almeyra
Trump quiere que el
gobierno mexicano impida el tránsito por su territorio de trabajadores
centroamericanos a quienes, como a los mexicanos, rechaza en su
frontera. Al racismo le agrega así la imposición a un país formalmente
independiente de resignar sus leyes y su soberanía. En Brasil,
simultáneamente, los venezolanos que buscan trabajo son agredidos y
asesinados; en Argentina el gobierno impide trabajar a los senegaleses y
discrimina a los paraguayos, bolivianos, chilenos, peruanos y
brasileños en los servicios sanitarios y escolares.
El sistema capitalista en su fase actual considera sobrantes a miles
de millones de personas y reprime a los millones de trabajadores que
emigran por razones climáticas o políticas porque ya no le son
necesarios como mano de obra no calificada y barata y como ejército de
reserva de fuerza de trabajo. Ni siquiera los acepta para compensar la
baja natalidad y fertilidad de los países de acogida pues también en
ellos le sobran los ancianos y los desocupados, que considera cargas.
En Europa, en Estados Unidos y en Argentina esos trabajadores de
otros países son perseguidos en nombre de la preservación de la
identidady la
culturanacionales, entendiendo por identidad rasgos étnicos y por cultura la de los sectores de clase dominantes (que son antinacionales, por añadidura). Para justificar la represión, los gobiernos acusan a esos trabajadores de robarles puestos de trabajo a los ciudadanos nativos (que jamás han trabajado o trabajarán en sectores malpagados).
Con la finalidad principal de dividir para reinar los grandes medios
al servicio del gran capital recurren a una técnica comunicacional
simple. Ocultan que los migrantes son trabajadores y los mencionan sólo
como extranjeros; esconden las estadísticas que prueban que los
ciudadanos nativos son los responsables de la inmensa mayoría de las
infracciones a la ley e informan sobre cada delito de un inmigrado
destacando su país de origen para crear la sensación de que provocan un
grave problema de inseguridad y para hacer creer que los migrantes son
delincuentes potenciales. Por último y sobre todo esos medios de
intoxicación escamotean el pasado nacional porque la tan elogiada
identidad nacional fue impuesta por el Estado mediante sus
instituciones.
Antes que mexicanos, la gente era yaqui, nahua, maya, veracruzano, de
Chihuaha o guerrerense y Chiapas se unió a México apenas en 1824. En
Brasil la esclavitud fue abolida en 1888 y el concepto de ciudadanía no
existía bajo el Imperio. En lo que hoy es Argentina la guerra entre los
ejércitos provinciales duró hasta la segunda mitad del siglo XIX; el
país estaba despoblado y recién cambió radicalmente a finales de ese
siglo con la llegada de una gran oleada de trabajadores migrantes
italianos, españoles, franceses, galeses, irlandeses, nórdicos, rusos,
árabes, polacos y judíos con sus respectivas lenguas e historias.
La educación, el ejército y las leyes del Estado liberal funcionaron como un corsé de acero para formar la
identidad nacionale impusieron una lengua oficial dominante. Los ejércitos de la Revolución Francesa transformaron así en franceses a los corsos, normandos o marselleses e impusieron el idioma francés fabricado en la Corte real y que sólo hablaba una minoría de seis por ciento.
La cultura que se impuso en todas partes fue la de las clases
dominantes, desde siempre mundializadas en sus gustos, valores y
concepciones del mundo. La cultura popular tiene en cambio raíces
comunitarias, campesinas y está anclada en solidaridades obreras
tempranas, defensas de las minorías sociales, étnicas y en mestizajes de
todo tipo pues entre los pobres no hay alcurnias ni linajes sino
orgullo de clase y a nadie le interesa lo que hacía su abuelita o la del
vecino y si en países como Cuba, que intentaron una revolución
democrática, aún se desarrolla el racismo antinegro y el machismo es
porque el aparato estatal no comparte los valores de los pobres y
mantiene aún los valores capitalistas anteriores a 1959 pero reforzados
por las deformaciones introducidas por la influencia de la Unión
Soviética.
¿Cómo crear una identidad verdaderamente nacional y
latinoamericanista y construir en cada país las bases de un Estado de
transición que luche por la superación del capitalismo y el fin de la
dependencia nacional?
Desarrollando la autorganización, la autonomía, la plena
participación de los trabajadores en la elaboración y la decisión de las
políticas locales y nacionales lo que aumentará su confianza en sí
mismos y sus capacidades y confrontará en la práctica a los
capitalistas. Creando con los maestros democráticos fuentes y programas
propios de educación no capitalista como los zapatistas chiapanecos.
Construyendo cooperativas para explotar racionalmente los recursos
locales. Impulsando la solidaridad entre los oprimidos y explotados
cualquiera sea su edad, género, etnia, país de origen o color. En otro
artículo intentaré dar ejemplos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario