A pocos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, donde nuevamente se enfrentarán el liberal Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen, hablamos con la periodista y activista francesa Rokhaya Diallo sobre la situación política y social en el país.
La periodista y militante afrofeminista Rokhaya Diallo. /Foto: Teresa Suárez para el reportaje ‘Afrofeministas: “Sabemos emanciparnos solas”’.
Periodista, escritora, cineasta e incansable activista feminista y antirracista, Rokhaya Diallo (París, 1978) lleva más de una década denunciando las desigualdades y el racismo estructural en Francia. La suya es la soledad de quien hace carreras de fondo: invitada habitual en tertulias y programas de televisión, su discurso interseccional a favor de la comunidad migrante, racializada y musulmana sigue siendo una rareza en el paisaje mediático galo.
Estrella en redes sociales, donde cuenta con decenas de miles de personas seguidoras, Diallo cosecha admiración y odio a partes iguales por el tono asertivo y calmado con el que rebate a políticos y políticas, participantes en tertulias y todólogos de todo el espectro ideológico: Francia es un país que aún mira con extrañeza, estupefacción e incluso virulencia a quienes cuestionan el universalismo de los valores que supuestamente definen a la República, recuerda la periodista en ensayos como Francia: tu l’aimes ou tu la fermes (Francia, la amas o te callas). También lo hace en el podcast titulado irónicamente Kiffe ta race (Ama tu raza), del que es copresentadora junto junto a la escritora y directora francesa de origen asiático Grace Ly, y en el que abordan y debate cuestiones raciales.
A pocos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, Diallo aborda en entrevista telefónica el clima político de su país: mismos candidatos, Emmanuel Macron y Marine Le Pen, que en 2017, pero un panorama mucho más polarizado, con los partidos tradicionales en vías de desintegración, un presidente menos popular, pero paradójicamente con más votos que hace cinco años, y una izquierda radical en claro ascenso.
¿Cómo lees los resultados de la primera vuelta en estas elecciones, empezando por el hecho de que Emmanuel Macron haya recibido más apoyo que en 2017?
Creo que hay franceses, muchos franceses, que están enfadados con Macron, pero el enfado es frágil. Es evidente que se ha beneficiado del voto útil de personas que tienen miedo a la ultraderecha, aunque también hay votantes que lo apoyan, gente mayor, con recursos, a quienes no le molestan sus políticas neoliberales: ha obtenido votos directos de centristas, de izquierda y de derecha que de todas formas no iba a votar a la extrema derecha o extrema izquierda y, en ese sentido, es cierto que ha reforzado su base.
¿A qué achacas el gran resultado de la extrema derecha?
Para mí, el resultado de la extrema derecha en Francia, de Marine Le Pen y Éric Zemmour [periodista y tertuliano ultra situado a la derecha de Le Pen], es simplemente la concreción de una ideología que tiene mucha más presencia que otras en el espacio mediático francés. Existe un problema evidente: el desfase entre la cantidad de personas a quienes representa la extrema derecha y la normalización y validación de sus ideas en los medios. Pero, además, Le Pen ha hecho un verdadero trabajo de imagen para lograr que la gente no la perciba como un peligro y mostrar que Agrupación Nacional [antiguo Frente Nacional] ya no es de extrema derecha. Durante la campaña, ha tenido la inteligencia de dejar de lado su discurso antimigración, que sigue estando muy presente en su programa electoral, y se ha posicionado principalmente sobre el tema de la pérdida de poder adquisitivo de los franceses. Todo esto la ha ayudado mucho y le ha permitido llegar a la segunda vuelta. Por supuesto las ideas antimigrantes, islamófobas y racistas están ahí, pero como en el pasado se expresaba al respecto de forma mucho más virulenta y ahora ha rebajado el tono de sus palabras esto la hace parecer razonable, cuando en realidad no lo es.
Que los partidos tradicionales hayan adoptado en parte el discurso de la extrema derecha, ¿también ayuda a diluir o suavizar sus posturas?
Por supuesto. Macron ha estado lanzando guiños a los votantes de ultraderecha durante toda la legislatura. Por ejemplo, su ministro de Interior, Gérald Darmanin, dijo recientemente a Marine Le Pen que era una “blanda”. Esto es claramente una forma de banalizar, de normalizar la extrema derecha, llamando blanda a su líder en lugar de combatirla.
Por otro lado, Jean-Luc Mélenchon, de la Francia Insumisa (agrupación que incluye a varios partidos y formaciones de izquierda e izquierda radical), quedó muy cerca del segundo puesto, aunque se le preste menos atención.
Mélenchon ha obtenido un excelente resultado y eso lo convierte en el líder de la izquierda en Francia. Perdió porque el Partido Comunista decidió presentar este año a un candidato, que además no cumplió su promesa de retirarse pese a haber dicho que lo haría si Mélenchon tenía posibilidades de pasar a la segunda vuelta. Esto ha dividido el voto de la izquierda. Pero aparte, diría que los partidos de izquierda en Francia no tienen a nadie que defienda sus puntos de vista en los medios de comunicación. En los platós o en los medios impresos, apenas hay editorialistas que aboguen por posturas cercanas a Mélenchon. Me parece que tiene muy poca visibilidad, que se da una ausencia espectacular de sus ideas en el espacio mediático francés. La gente que lo vota, jóvenes, gente de barrios obreros, urbanos, etcétera, no ha podido escuchar sus opiniones.
Voces como la tuya, que defienden puntos de vista críticos en cuestiones como la desigualdad, el racismo estructural o la islamofobia, siguen siendo escasas en la esfera pública en Francia. En los vídeos que circulan con tus intervenciones en televisión se ve una clara hostilidad hacia tus palabras.
Sí, es una acogida hostil, es nuestro discurso el que se demoniza. El Gobierno ha dedicado más tiempo a combatir las ideas de justicia social, feminismo, y antirracismo que a la extrema derecha. El ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, aseguró que tiene más miedo al “wokismo” [movimiento procedente de Estados Unidos que partió de la intención de concienciar a la población sobre el racismo y se extendió a la lucha contra todo tipo de opresiones y que desde el conservadurismo se lo ha responsabilizado de lo que llaman “cultura de la cancelación”] que a Zemmour y, de hecho, creó un “laboratorio para combatirlo”. Nos ha designado como el enemigo, y se ha asegurado de integrar en su discurso discursos extremadamente virulentos contra musulmanes, feministas, etc. Sé que hay gente que defiende posturas similares a la mía, pero no tienen la oportunidad de defenderla en el mismo sitio que yo, en el espacio público. Pero, en general, no somos muchos y eso es preocupante.
¿Consideras que también dentro de la izquierda existe una resistencia a la idea de la interseccionalidad de luchas? En el Estado español, el discurso contra lo que llaman “posmoderno” está a la orden del día.
No tenía ni idea de que este discurso también estuviera presente en España, me parece muy interesante. En Francia, diría que la mayoría de mis detractores son gente procedente de la izquierda… la gente del Partido Socialista, por ejemplo, es la que se muestra más violenta con mis ideas. Aquí hay una izquierda con una actitud bastante paternalista, que se imagina que es la única poseedora de los valores progresistas y que no cree que ninguna causa sea “verdadera” si escapa de sus principios. Creo que no aceptan que las voces minoritarias hablen por sí mismas. Y luego, hay un componente generacional, no entienden que la gente joven quiera formular sus reivindicaciones en sus propios términos y solo miran por la preservación de sus intereses generacionales y de clase. En los últimos años hemos visto a jóvenes expresándose, jóvenes como Assa Traoré [hermana del joven negro Adama Traoré, cuya muerte bajo custodia policial desencadenó masivas manifestaciones]. Assa es una mujer capaz de sacar a la calle a decenas de miles de personas y se dirige a una generación que quiere escuchar algo diferente de lo que hemos estado escuchando durante los últimos 40 años en términos de antirracismo. También, Taha Bouhafs [joven periodista que documenta la realidad de los barrios del extrarradio francés y cuenta con cerca de 150.000 personas seguidoras en Twitter]. Estas personas son demonizadas, acusadas de radicales, de traer consigo ideologías peligrosas. Hay un rechazo a entender que su visión cuenta y a incluirla en el debate, un rechazo a la necesidad de transformación del discurso.
¿Cómo está siendo la acogida de proyectos como el podcast Kiffe Ta Race?
La acogida del podcast está siendo estupenda. Hasta ahora en Francia no se había oído a una mujer negra y una asiática contando lo que les sucede, no hay espacio en la tele o en la radio para ello. Hemos tenido que crear espacios alternativos para expresar estas ideas, porque no tienen cabida en los medios tradicionales, y hemos encontrado un público de una magnitud de la que no éramos conscientes.
Tenemos un público bastante joven, de 20 y 30 años, y muchas mujeres. Cuando hacemos actos públicos, es impactante. Hay una nueva generación mucho más receptiva a las cuestiones raciales, que desea escuchar a personas afectadas por estos temas, con curiosidad y humildad. No es toda la generación, claro, no vamos a idealizar, porque los jóvenes a quien más votan es a Mélenchon pero después es a Le Pen… pero notamos esa diferencia.
Volviendo al momento político actual, ¿hasta qué punto crees que la sociedad francesa es consciente del peligro que representa la extrema derecha, no solo para las personas migrantes o racializadas, sino también para las mujeres, la comunidad LGBTi, las minorías y grupos oprimidos o discriminados?
Creo que no se dan cuenta, en absoluto. En lugar de percibir a Marine Le Pen como un peligro, la ven como una mujer simpática y no tienen la más mínima idea de lo que quiere hacer: no saben que pretende suprimir la Secretaría de Estado de Derechos de las Mujeres, que considera el aborto como una medida de “confort”, que quiere suprimir los programas de concienciación sobre los derechos de la comunidad LGBTI en las escuelas, que una victoria suya se traduciría en mayor brutalidad policial, incluida contra los manifestantes blancos… No se dan cuenta y la ven como una política cualquiera, que además tiene la ventaja de no haber estado nunca en el poder. Y eso es lo que da miedo, ver a gente, incluida gente no blanca, que se dice, “Marine, ¿por qué no?”.
¿Ves entonces posible una victoria de Le Pen en la segunda vuelta?
No me parece imposible. Honestamente, lo que veo por todos lados, lo que leo en las redes… no es en absoluto tranquilizador. Entre la abstención, la gente que va a votar por ella como protesta contra Macron, el hecho de que es percibida como una opción política más, [su victoria] es totalmente posible. Espero equivocarme, pero ya hace un tiempo que me digo que es peligroso. Y creo que si llegara al poder, pasarían años, décadas, antes de recuperarnos. Con Macron hemos visto aprobarse varias leyes liberticidas y con ella sería mucho peor. Yo me digo que a Macron lo detestamos, pero ya lo conocemos. En este punto, prefiero malo conocido que peor por conocer.
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