Pedro Echeverría V.
1. Si me ubicara en los lugares que he vivido más tiempo: en Villa Coapa, CDMX o la Nueva Alemán en Mérida, Yucatán, ¿qué pasaría o hubiese sucedido si por decreto nadie, ni yo recibiera un salario, pero seguiría laborando en su empleo? ¿Sin embargo, al mismo tiempo –como han funcionado por décadas las “tiendas de las esquinas”- acudiéramos a ellas para recibir todo lo que cada familia necesita para vivir? Obvio, las tiendas de las esquinas (depósitos) recibirían todos los productos de los mismos trabajadores de –por decir- un kilómetro a la redonda sin pago alguno y que también recibirán de la misma tienda los productos que necesitan.
2. Como profesor, seguiría trabajando con estudiantes de la región y muchos más que lleguen. Si acaso necesitara trasladarme por lejanía, no tendría dinero para pagar, ni los choferes me cobrarían porque tampoco ellos reciben salarios pero sí los productos que se distribuyen en las tiendas de las esquinas. Pareciera que el problema principal será de alimentación, por ello hay que asegurar que todos trabajen, que todos produzcan un bien, para garantizar la producción de agua, arroz, frijol, verduras, frutas, carne, para todos los miembros de la comunidad. Pero además se desarrollará el intercambio de trabajo y de productos.
3. Asegurada la alimentación, ver lo que pasaría con la vivienda que es de lo más sencillo: además que nadie se quedará sin hogar, bastaría con equilibrarlas en número de habitantes; lo demás: la comodidad y belleza de las casas vendrá después. Lo importante es que paralelamente desaparecerá la competencia, el egoísmo y, por el contrario, la comunidad creará la solidaridad. Pienso además que en este tipo de ambiente –creado por la desaparición del dinero y la propiedad- hasta las personas de carácter más serio, retraído, cerrado, individualista, podrán cambiar su forma de vivir. Todos tendrían obligatoriamente comida y vivienda.
4. En la medida en que la producción se eleve no faltaría nada en la mesa y las viviendas se harían más cómodas. La salud sería atendida por los médicos que no cobrarían salario público y privado porque también ellos recibirían de la tienda. Las medicinas también vendrían de especialistas sin necesidad de algún cobro. Ahora sí centro de distribución, todo lo que necesitan para su familia. ¿Y los vestidos, las camas, los tocadores? También los fabricantes de telas, los carpinteros, los albañiles, todos los artesanos, trabajarían en sus oficios a cambio de recibir lo que necesitan de los centros de distribución. Tengo la convicción de que hay mucho que pensar y que esa experiencia puede repetirse en el mundo.
5. Como podrá verse, desaparecería el desempleo, el hambre y, de manera automática, la desigualdad en todos sus niveles porque no habría dinero y todos cubrirían sus necesidades en las tiendas o depósitos; aunque algunos tendrán resistencia a abandonar diferencias de clase, raza, cultura, profesión, así como sus viajes turísticos. Pero esas diferencias desaparecerán al avanzar la relación y el trabajo productivo comunitario. Estas “locuras” me caen en la cabeza de pronto cuando siento que no hago cosas importantes que ayuden a la comunidad; cuando recuerdo que siempre hay que luchar –como escribiría Harnecker- por hacer posible lo imposible.
6. ¿Y los millonarios qué harían para tener derecho a recibir alimentación? Pues sencillo: tendrán que trabajar porque su dinero no serviría de nada, a no ser que se vayan de la ciudad, el estado o el país al lugar donde su dinero siga teniendo algún valor. ¿Y los que roben mercancías a quién se lo venderían si no hay dinero ni necesidad de más productos? Recuerdo que hace unos 50 años leí algo de Flores Magón hablando de “un depósito donde recogía cada quien lo que necesitaba”. Desde entonces estas ideas de la comunidad que trabaja libremente, me comenzó a entusiasmar. Se los paso para que piensen en algunas locuras “utópicas posibles”. (6/IV/22)
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