el realizador israelí Amos Gitai, la Cineteca Nacional ha exhibido recientemente una extensa retrospectiva que puso de manifiesto la gran variedad de temáticas y enfoques estilísticos que forman una filmografía de más de 30 títulos. Obras capitales como Kadosh (1999), Kippur (2000) o La tierra prometida (2003) ofrecieron una notable visión panorámica de la sociedad y la política israelíes de los últimos 40 años. De modo invariable y consecuente, Gitai se ha convertido en una auténtica conciencia crítica frente al conflicto árabe-israelí que ha dividido y polarizado a la nación judía durante décadas. También figura, en no pocas películas suyas, el cuestionamiento abierto a una ortodoxia religiosa que ha menudo ha obstaculizado la conversación social y fomentado la intolerancia. Su película Laila en Haifa (2020), filmada durante el momento más álgido de la pandemia de covid, resume metafóricamente el clima de zozobra, la sensación de encierro y la avidez de distracción que experimenta un grupo de personajes en El Fatoush, espacio cultural y de entretenimiento que es a la vez galería de arte, foro de discusión, restaurante y bar bohemio. Un microcosmos de una sociedad multicultural donde alternan, en un clima de tolerancia, etnias diversas y parejas gays y heterosexuales.
Laila en Haifa es un relato polifónico, inspirado libremente en la novela El hombre sin atributos, del austríaco Robert Musil, y organizado en una serie de viñetas donde se dan cita algunas de las constantes temáticas del cine de Gitai. Los personajes hablan de política y de sus desencuentros amorosos. Hay un artista, Gil (Tsahi Halevi), enamorado de Laila (María Zreik), dueña de la galería. Su romance es tolerado por Kamal (Makram Khoury), el poderoso marido ya mayor de la joven, quien padece resignado la infidelidad conyugal y las crispaciones políticas con una joven palestina radical que insistentemente lo confronta. Hay escenas notables, como el juego de seducción entre la hermana de Laila y un magnético joven árabe que la deja sin respiro, o el de una mujer israelí ya madura que en una cita ciega con un árabe pasa de la inseguridad al desparpajo humorístico y de ahí a un franco escepticismo.
Este intenso mosaico fílmico abarca demasiado y carece de un armazón narrativo consistente. Su evidente vocación de caos, sin duda, pretende transmitir la esencia del cosmopolitismo de un Israel moderno, y tiene así momentos afortunados, aunque es probable que deje una sensación de desazón y desconcierto en espectadores acostumbrados a la probada sobriedad artística de este gran cineasta.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 14:15 y 18:45 horas.
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