Carlos Bonfil
▲ Fotograma de la cinta Sparta, dirigida por Ulrich Seidl, basada en un suceso real de un pederasta alemán.
Los cinéfilos seguidores de la Muestra y del cine del austriaco Ulrich Seidl recordarán haber visto el año pasado Rímini (2022), una cinta protagonizada por el estupendo Michael Thomas en el papel de Richie Bravo, un extrovertido cantante de 50 años, convertido en gigolo de señoras sexagenarias y enfrentado a los reclamos de una hija que lo chantajea para hacerle pagar sus largos años de abandono. En esa cinta, la muerte de su madre lo hace también reunirse con su hermano Ewald (Georg Friedrich), y juntos atienden a Ekkehard (Hans-Michael Rehberg), su padre senil que languidece en un asilo de ancianos, enfermo de Alzheimer y añorando su pasado nazi.
Lo que ahora relata Seidl en Sparta (2022), cinta que completa un díptico de la sordidez, es la historia de Ewald (el mismo Friedrich, aquí excelente), quien luego de separarse de su amante decide dejar Austria y partir hacia un pueblo perdido en Rumania, donde habilitará un espacio abandonado para enseñar ahí gratuitamente judo a niños casi adolescentes. La generosidad de Ewald hacia esos niños de familias pobres, en parte abandonados por sus padres o sometidos a rudas disciplinas machistas, resulta placentera para los alumnos, aunque despierta en parte de la población un creciente recelo que será el detonador de abiertas manifestaciones de odio.
Ulrich Seidl y su guionista Veronika Franz basaron Sparta en un suceso real de nota roja sobre la historia de Markus Roth, un depredador sexual alemán que ofrecía clases gratuitas de karate a niños y formaba parte de una red internacional de pederastas, promotores de pornografía infantil, que fue desmantelada en Canadá en 2013. El personaje de Ewald no es en absoluto una calca de aquel abusador siniestro. No hay en toda la cinta una escena explícita de abuso sexual, sólo toqueteos físicos inconsecuentes en el remedo de disciplina marcial, muy espartana, que de manera un tanto lúdica acompaña a las clases deportivas.
El maestro se muestra desnudo en la ducha, tiene cercanía homoerótica con alguno de sus protegidos, y la cinta no expresa ni escándalo ni juicio moral en relación con estos roces pederastas más teñidos de frustración, deseo reprimido y amargura, que de algún ánimo o intención consciente de pasar a los actos. Sparta ha suscitado polémicas en algunos medios justamente por esa turbia ambigüedad que maneja el director. Más allá de una provocación elemental, la cinta refrenda las cualidades de Ulrich Seidl como un gran explorador de los vicios y flaquezas humanas en ficciones muy ásperas que maliciosamente juegan con la realidad.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 14:15 y 18:45 horas.
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