Carlos Bonfil
En uno de ellos, Ramiro (Leandro García Pozo), un joven fantasioso, algo introvertido, trabaja de cocinero en un bar, improvisa platillos, que son tributo a las enseñanzas de su madre, se hace amigo de un comerciante callejero y practica trucos de magia como pasatiempo y oportunidad de evasión frente a esa dura realidad de desempleo crónico que, por su parte, vive Hernán (Pablo Limarzi), un hombre de 50 años, cansado de buscar trabajo infructuosamente, más interesado ahora en asistir con su hija adolescente al portentoso eclipse solar que tiene a toda Córdoba en ascuas. En esa víspera de Año Nuevo en la que transcurre la cinta, cuando lo imprevisto es ya posible y todo pudiera volver a empezar, la joven Lucía (Malena León), empleada en una librería de barrio, vacila entre su muy incipiente gusto por la lectura y el anhelo irrenunciable por vivir alguna exaltante aventura romántica, en tanto Nora (Eva Bianco), empleada de un hospital, viene ya de regreso de todo entusiasmo sentimental y busca, en sus clases de teatro, un a escapatoria a una rutina conyugal desgastante.
En la sencillez de cada historia reside parte del encanto de la cinta. No hay aquí ningún ensimis-mamiento minimalista, tampoco sordidez ni fatalismo. Se trata de una suerte de elegía romántica muy especial en la que los personajes atraviesan por cualquier situación, por penosa o divertida que sea, con una inexpresividad intencional, no desprovista de humor, que remite a personajes de las cintas del finlandés Aki Kaurismaki ( Nubes pasajeras, 1996). Y puede tratarse de la precariedad de un empleo o la ausencia del mismo, de un enamoramiento a destiempo o mal correspondido, también de ilusiones perdidas o de gozosos rencuentros afectivos. En cada escena de inspiración poética y en el laberinto lúdico de la trama se advierte la huella de una cineasta realmente talentosa.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 12:00 y 17:00 horas.
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