Su formación marxista (que asume con fanatismo religioso) y su adhesión a la causa palestina, lo convierten en los años 70 y 80 en una de las máximas figuras en una lucha clandestina que incluye espectaculares atentados terroristas en Francia, Holanda y Austria, y una no menos vistosa toma de rehenes en una cumbre de países petroleros, en Viena, donde su misión es ejecutar a los representantes de aquellos países considerados traidores a la causa palestina, de modo particular, al ministro de petróleo de Arabia Saudita.
El tema, de enorme actualidad y vigorosas resonancias mediáticas, era algo ideal para ser llevado a la pantalla, y la trayectoria de un Carlos de personalidad compleja, políglota y extrovertido, misógino y seductor, recorriendo los cinco continentes, ataviado a la manera de un Che Guevara permitía, y de hecho exigía, una superproducción y un frenético ritmo narrativo. Todo esto lo cumple con creces, y de modo novedoso en su carrera, el realizador francés Olivier Assayas (Irma Vep, Los destinos sentimentales).
El desafío principal era poder mostrar la saga del terrorista Carlos sin caer en las rutinas del cine de acción hollywoodense y sobre todo en las ociosas subtramas sentimentales que suelen servirle de contrapeso.
Carlos se concibió originalmente como una serie televisiva de cinco horas, misma que se proyectó completa, de corrido, en el Festival Internacional de Cine de Morelia el año pasado. La versión actual es de casi tres horas y lo que se ha suprimido son únicamente algunos episodios de la saga terrorista sin alterar en absoluto el ritmo y el interés de la trama.
El resultado es notable. En el estilo de las mejores ficciones dedicadas a la Fracción del Ejército Rojo en la Alemania de esos mismos años, Carlos es el registro dramático de un fracaso personal, al tiempo que la notable radiografía de toda una época, los años de plomo en una Europa que simultáneamente padeció el nihilismo terrorista y un autoritarismo de Estado.
La cinta de Assayas capta de modo brillante ese clima desolador y lo resume en una figura a la vez deleznable y fascinante.
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