25. noviembre, 2012 Elva Mendoza
Más de 1 millón de hectáreas del
campo mexicano podrían ser liberadas para la siembra de transgénicos.
Las trasnacionales Monsanto y Pioneer Hi-Bred International solicitan
permisos a la administración federal para la siembra comercial de maíz
genéticamente modificado. De aprobarse, en las tierras cultivables de
Sinaloa y Tamaulipas germinará el maíz MON 603 que provocó tumores,
daños hepatorrenales, envejecimiento prematuro y trastornos en el
sistema reproductivo de los roedores alimentados con el producto. La
superficie que se planea sembrar es mayor que la de países enteros,
como El Salvador, Kuwait o Luxemburgo. Hasta el momento ni las
agroempresas ni el gobierno mexicano han especificado cuál será el uso
que se le dará a la cosecha, por ahora se inscribe en el dudoso
concepto de “biomasa”
Monsanto y Pioneer Hi-Bred
International ingresaron a la Secretaría de Agricultura, Ganadería,
Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) cinco permisos para la
siembra comercial de maíz genéticamente modificado en Sinaloa y
Tamaulipas.
De aprobarse las peticiones que el
Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria
mantiene en estatus de “Análisis de riesgo”, el Norte del país sería
cultivado con MON 603, maíz transgénico propiedad de Monsanto, que
provocó tumores a ratas alimentadas con el producto, advierten
organizaciones y expertos que se han pronunciado por la negativa.
El 7 de septiembre pasado, Semillas y
Agroproductos Monsanto, SA de CV, y Monsanto Comercial, SA de CV,
pidieron al gobierno mexicano dos autorizaciones para sembrar sus
granos en 700 mil hectáreas de los municipios sinaloenses de Ahome,
Angostura, Culiacán, El Fuerte, Elota, Guasave, Mocorito, Navolato,
Salvador Alvarado y Sinaloa de Leyva.
Trece días después Pioneer Hi-Bred, a
través de su filial PHI México, SA de CV, solicitó tres permisos a la
dependencia para la siembra de 351 mil 284 hectáreas en Camargo,
Gustavo Díaz Ordaz, Matamoros, Miguel Alemán, Reynosa, Río Bravo y
Valle Hermoso, en Tamaulipas.
La trasnacional Monsanto cultivaría
las especies MON-89034-3, MON-88017-3, MON-00603-6, y Pioneer sembraría
las especies DAS-01507-1 y MON-00603-6, esta última propiedad de
Monstanto y objeto del escrutinio científico mundial.
Maíz, sin garantías para la salud
El 19 de septiembre pasado, el Comité
para la Investigación e Información Independiente sobre Ingeniería
Genética (Criigen, por su sigla en francés) presentó los resultados, en
conferencia de prensa en Londres, de una investigación encabezada por
el biólogo molecular Gilles-Eric Seralini, profesor de la francesa
Universidad de Caen.
De 2009 a 2011 el equipo alimentó a
200 ratas con NK603, maíz genéticamente modificado para desarrollar
resistencia al glifosato, principio activo de Roundup, el herbicida más
vendido de Monsanto y cuya patente expiró en 2000; con maíz NK603
tratado con Roundup, con maíz no modificado, y con agua mezclada con
glifosato Roundup.
Los resultados, publicados en la revista Food and Chemical Toxicology
y difundidos a nivel internacional, revelaron que los animales
sufrieron muerte prematura, desarrollaron tumores y problemas
hepatorrenales graves.
De acuerdo con el estudio –financiado
por la fundación Ceres, que tiene fondos de unas 50 empresas que no
producen organismos genéticamente modificados y por la fundación
Charles Leopold Meyer para el Progreso de la Humanidad, cuyo costo
ascendió a los 3 millones de euros– las ratas “transgenizadas”
registraron malformaciones graves al mes 13 del experimento.
Los investigadores reportaron que el
93 por ciento de los tumores en las hembras fueron mamarios, mientras
que la mayoría de machos murieron por problemas hepáticos o renales.
A las hembras se les registraron
tumores mamarios que alcanzaron hasta una cuarta parte de su peso. En
los machos, los tumores aparecieron principalmente en la piel y los
riñones, indica el informe.
“Los resultados revelan una
mortalidad mucho más rápida e importante durante el consumo de los dos
productos. La primera rata macho alimentada con transgénicos muere 1
año antes que la rata no alimentada con transgénicos. La primera rata
hembra, 8 meses antes. En el mes 17 se observan cinco veces más machos
muertos alimentados con 11 por ciento de organismos genéticamente
modificados”, dijo el investigador frente a los medios.
Indiferencia gubernamental
El
gen 603 de Monsanto, empleado en la especie utilizada por Seralini para
alimentar a los roedores, está también presente en el gen del maíz
MON-00603-6, conocido como Mon 603, que habrá de cultivarse en el Norte
del país, tal como lo señala Alma Piñeyro, bióloga molecular y miembro
de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad.
Además de la Unión de Científicos,
Grupo ETC, el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano y
la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales han expresado su rechazo
a la siembra de maíz Mon 603 en territorio nacional.
No obstante que, a consecuencia de
los resultados del estudio de Seralini, Francia decidió suspender la
importación de maíz y realizar estudios de verificación y Rusia
prohibió la importación de maíz transgénico, “México no tomó
absolutamente ninguna medida de precaución. Por el contrario, ese maíz
transgénico sigue presente en la mayoría de las 15 siembras piloto de
maíz transgénico aprobadas por la Comisión de Bioseguridad”, refirió
Silvia Ribeiro, miembro de ETC (La Jornada, 6 de octubre de 2012).
Sólo en lo que va de este año la
Sagarpa ha concedido 22 permisos de liberación para la siembra
experimental de maíz, trigo y algodón, 12 permisos de liberación para
la siembra piloto de maíz, y un permiso de liberación para la siembra
comercial de soya.
De las 35 autorizaciones para la
siembra de transgénicos, 15 le corresponden a Monsanto, seis a PHI
México y 14 al Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo
(CIMMYT).
“En México, a partir de los nuevos
hallazgos científicos y en concordancia con el principio de precaución,
lo único sensato sería que el Estado reinstaure la moratoria a la
siembra experimental y comercial de maíz transgénico antes de que estos
efectos se manifiesten en la personas”, dijo Ana de Ita, del Centro de
Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam) sobre el tema (La
Jornada, 16 de octubre de 2012).
Sinaloa, exportador de transgénicos
Con alrededor de 5 millones de
toneladas de cosecha, Sinaloa es el primer productor nacional de maíz y
el principal distribuidor del grano. El maíz producido en ese estado
norteño llega a las principales metrópolis del país, incluidas
Monterrey y la Ciudad de México.
De acuerdo con información del
Ceccam, en la actualidad se siembran en la entidad únicamente 300 mil
hectáreas de riego. Esto significa que las peticiones de Monsanto
superan los campos que ya se cultivan en Sinaloa, mientras que las de
Pioneer (propiedad de DuPont) duplican el territorio de siembra en
Tamaulipas.
Sobre el vasto territorio solicitado
para sembrar transgénicos a escala comercial en los dos estados
norteños no se tiene claridad en la cifras.
No obstante que las peticiones
pueden ser consultadas en línea, no existe certeza de si la pretensión
de Monsanto es plantar su organismo en 1 millón 400 mil hectáreas o en
700 mil, puesto que se trata de dos solicitudes: cada una, por 700 mil
hectáreas.
“De ahí la confusión. Nosotros
pensamos que esperan la aprobación de especies diferentes en el mismo
territorio para que puedan sembrar de manera indistinta MON-89034-3,
MON-88017-3 o MON-00603-6, sin tener que hacer una nueva solicitud”,
considera Alma Piñeyro.
De tratarse de territorios
diferenciados, en 2 millones 453 mil 852 hectáreas germinaría el maíz
portador del gen de los estudios del científico Seralini. “Esto
equivale a una superficie mayor que todo el Estado de México, 17 veces
más que el Distrito Federal, y mayor que la suma de todo el Distrito
Federal, Morelos, Tlaxcala, Colima y Aguascalientes. Es también muy
superior a decenas de países enteros, por ejemplo, mayor que todo El
Salvador, Kuwait o Luxemburgo”, precisó Silvia Ribeiro en el artículo
titulado “Invasión”.
Ver infografía estática
Biomasa
Sin
que a la fecha las autoridades mexicanas, Semillas y Agroproductos
Monsanto, Monsanto Comercial o PHI México hayan aclarado cuál es el uso
que se le dará a las cosechas de maíz, Grupo ETC y la organización
Heinrich Böll Stiftung aseguran que el producto de la siembra se
mantiene bajo el dudoso concepto de “biomasa”, que es cualquier materia
orgánica (alimentos y cultivos fibrosos, hierbas, residuos forestales,
oleaginosos, algas) que puede ser transformada mediante plataformas de
bioingeniería de alta tecnología en químicos, plásticos, medicamentos y
energía.
Al presentar el documento Los amos de la biomasa en guerra por el control de la economía
verde, ambas organizaciones denunciaron que a finales del milenio
comenzó a tomar fuerza la visión de una economía verde que prometió
resolver el problema petrolero, frenar el cambio climático y marcar el
comienzo de una era de desarrollo sostenible. Esta economía, basada en
la producción industrial, dependería la biomasa y sus derivados.
“Una vía para hacer negocio con los
procesos biológicos y los problemas ambientales”, dijo a este respecto
Alejandro Álvarez Béjar, economista y profesor en la Facultad de
Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En la resolución 44/228, el 22 de
diciembre de 1998, la Asamblea General de las Naciones Unidas
estableció que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo debía “facilitar la transición de un modelo
económico orientado casi exclusivamente al fomento del crecimiento
económico a un modelo que parta de los principios de un crecimiento
sostenible y que le conceda una importancia decisiva a la protección
del medio ambiente y a la explotación de los recursos naturales”.
La ingeniería genética, la biología
sintética y la nanotecnología hicieron posible la transformación de
cualquier forma de vida o biomasa en productos comerciales.
En la búsqueda por asegurar biomasa
para materia prima de la economía de base biológica están involucradas
las empresas de energía Exxon Movil, British Petroleum, Chevron, Shell,
Total; el Ejército de Estados Unidos, las farmacéuticas Roche y Merck,
las empresas de alimentos y agricultura Unilever, Cargill, DuPont,
Monsanto, Bunge, Procter and Gamble; y las compañías de la industria
química Dow y BASF, indica el documento.
Grupo ETC y Heinrich Böll Stiftung
aseguran que las seis firmas de semillas-agroquímicas-biotecnológicas
más grandes del planeta (BASF, Bayer, Dow Agrosciences, DuPont,
Monsanto y Syngenta) determinan las actuales prioridades y la dirección
futura de la investigación agrícola en el mundo.
También estiman que juntas, éstas
seis empresas representan casi 50 mil millones de dólares por año en
ventas de semillas, rasgos biotecnológicos y agroquímicos; además, las
empresas gastan cerca de 4 mil 700 millones de dólares anuales en
investigación y desarrollo agrícola.
A la fecha ninguna organización
internacional vigila o regula de algún modo los procesos y los
resultados derivados de la modificación genética de organismos o de la
manipulación del ambiente.
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