Enlace Zapatista
La tormenta en nuestro caminar
Para
nosotras, nosotros, pueblos originarios zapatistas, la tormenta, la
guerra, lleva siglos. Llegó a nuestras tierras con la patraña de la
civilización y la religión dominantes. En ese entonces, la espada y la
cruz desangraron a nuestra gente.
Con el paso del tiempo, la
espada se modernizó y la cruz fue destronada por la religión del
capital, pero se siguió demandando nuestra sangre como ofrenda al nuevo
dios: el dinero.
Resistimos, siempre resistimos. Nuestras
rebeldías fueron suplantadas en la disputa entre unos contra otros por
el Poder. Unos y otros, arriba siempre, nos demandaron luchar y morir
para servirlos, nos exigieron obediencia y sometimiento bajo la mentira
de liberarnos. Como aquellos a quienes decían y dicen combatir, vinieron
y vienen a mandar. Hubo así supuestas independencias y falsas
revoluciones, las pasadas y las por venir. Los de arriba se turnaron y
se turnan, desde entonces, para mal gobernar o para aspirar a hacerlo. Y
en calendarios pasados y presentes, su propuesta sigue siendo la misma:
que nosotras, nosotros, pongamos la sangre; mientras ellos dirigen o
simulan dirigir.
Y antes y ahora, olvidan ellos que no olvidamos.
Y siempre la mujer abajo, ayer y hoy. Incluso en lo colectivo que fuimos y somos.
Pero
los calendarios no sólo trajeron dolor y muerte para nuestros pueblos.
Al expandir su dominio, el Poder creó nuevas hermandades en la
desgracia. Vimos entonces al obrero y al campesino hacerse uno con
nuestro dolor, y yacer bajo las cuatro ruedas del carromato mortal del
Capital.
Conforme avanzó el Poder en su paso por el tiempo, más y
más crecía el abajo, ensanchando la base sobre la que el Poder es
Poder. Vimos entonces sumarse a maestros, estudiantes, artesanos,
pequeños comerciantes, profesionistas, los etcéteras con nombres
diferentes pero idénticos pesares.
No bastó. El Poder es un
espacio exclusivo, discriminatorio, selecto. Entonces las diferencias
fueron también perseguidas abiertamente. El color, la raza, el credo, la
preferencia sexual, fueron expulsadas del paraíso prometido, siendo que
el infierno fue su casa permanente.
Les siguieron la juventud,
la niñez, la ancianidad. El Poder convirtió así a los calendarios en
materia de persecución. Todo el abajo es culpable: por ser mujer, por
ser niñ@, por ser joven, por ser adulto, por ser ancian@, por ser
human@.
Pero, al expandir la explotación, el despojo, la
represión y la discriminación, el Poder también amplió las resistencias…
y las rebeldías.
Vimos entonces, y ahora, levantarse la mirada de muchas, muchos, muchoas. Diferentes pero semejantes en la rabia y la insumisión.
El Poder sabe que sólo es lo que es sobre quienes trabajan. Los necesita.
A
cada rebelión respondió y responde comprando o engañando a los menos,
encarcelando y asesinando a los más. No teme sus demandas, es su ejemplo
el que le causa horror.
No bastó. De dominar naciones, el Poder del Capital buscó poner a la humanidad entera bajo su pesado yugo.
Tampoco
fue suficiente. El Capital pretende ahora manejar a la naturaleza,
domarla, domesticarla, explotarla. Es decir, destruirla.
Siempre
con la guerra, en su avance destructor el Capital, el Poder, demolió
primero feudos y reinos. Y sobre sus ruinas levantó naciones.
Luego devastó naciones, y sobre sus escombros erigió el nuevo orden mundial: un gran mercado.
El
mundo entero se convirtió en un inmenso almacén de mercancías. Todo se
vende y se compra: las aguas, los vientos, la tierra, las plantas y los
animales, los gobiernos, el conocimiento, la diversión, el deseo, el
amor, el odio, la gente.
Pero en el gran mercado del Capital no
sólo se intercambian mercancías. La “libertad económica” es sólo un
espejismo que simula acuerdo mutuo entre quien vende y quien compra. En
realidad, el mercado se basa en el despojo y la explotación. El
intercambio es entonces de impunidades. La justicia se transformó en una
caricatura grotesca y en su balanza siempre pesa más el dinero que la
verdad. Y la estabilidad de esa tragedia llamada Capitalismo depende de
la represión y el desprecio.
Pero no bastó tampoco. Dominar en el
mundo material no es posible si no se domina en las ideas. La
imposición con religiones se profundizó y alcanzó a las artes y las
ciencias. Como modas de vestir, surgieron y surgen filosofías y
creencias. Las ciencias y las artes dejaron de ser lo distintivo de lo
humano y se acomodaron en un estante del supermercado mundial. El
conocimiento pasó a ser propiedad privada, lo mismo que la recreación y
el placer.
El Capital, así, se consolidó como una gran máquina
trituradora, usando ya no sólo a la humanidad entera como materia prima
para producir mercancías, también a los conocimientos, a las artes, … y a
la naturaleza.
La destrucción del planeta, los millones de
desplazados, el auge del crimen, el desempleo, la miseria, la debilidad
de los gobiernos, las guerras por venir, no son producto de los excesos
del Capital, o de una conducción errónea de un sistema que prometió
orden, progreso, paz y prosperidad.
No, todas las desgracias son la esencia del sistema. De ellas se alimenta, a costa de ellas crece.
La destrucción y la muerte son el combustible de la gran máquina del Capital.
Y
fueron, son y serán inútiles los esfuerzos por “racionalizar” su
funcionamiento, por “humanizarlo”. Lo irracional y lo inhumano son sus
piezas claves. No hay arreglo posible. No lo hubo antes. Y ahora ya
tampoco se puede atenuar su paso criminal.
La única forma de detener la máquina es destruirla.
En la guerra mundial actual, la disputa es entre el sistema y la humanidad.
Por eso la lucha anticapitalista es una lucha por la humanidad.
Quienes
todavía pretenden “arreglar” o “salvar” al sistema, en realidad nos
proponen el suicidio masivo, global, como sacrificio póstumo al Poder.
Pero en el sistema no hay solución.
Y
no bastan ni el horror, ni la condena, ni la resignación, ni la
esperanza en que ya pasó lo peor y las cosas no harán sino mejorar.
No. Lo cierto es que se va poner peor.
Por
esas razones, más las que cada quien agregue de sus particulares
calendarios y geografías, es que hay que resistir, hay que rebelarse,
hay que decir “no”, hay que luchar, hay que organizarse.
Por eso hay que levantar el viento de abajo con resistencia y rebeldía, con organización.
Sólo así podremos sobrevivir. Sólo así será posible vivir.
Y sólo entonces, como fue nuestra palabra hace 25 años, podremos ver que…
“Cuando amaine la tormenta, cuando la lluvia y fuego dejen en paz otra vez la tierra, el mundo ya no será el mundo, sino algo mejor.”
-*-
La guerra y los muros de afuera y de adentro.
Si antes el sufrimiento causado por la guerra era patrimonio exclusivo del abajo mundial, ahora ensancha sus calamidades.
Sobre
cada rincón del planeta, el odio y el desprecio pretenden destruir
familias, comunidades enteras, naciones, continentes. No es necesario ya
haber cometido un delito o ser presunto criminal, basta ser sospechoso
de ser humano.
Provocada por la codicia del gran dinero, la
pesadilla actual pretende ser cobrada a quienes la padecen. Las
fronteras ya no sólo son líneas punteadas en los mapas y garitas
aduanales, ahora son murallas de ejércitos y policías, de cemento y
ladrillos, de leyes y persecuciones. En todo el mundo de arriba, la caza
del ser humano se incrementa y se festina en competencias clandestinas:
gana quien más expulse, encarcele, confine, asesine.
Como
llevamos diciendo desde hace más de 20 años, la globalización neoliberal
no trajo el surgimiento de la aldea planetaria, sino la fragmentación y
disolución de los llamados “Estados-nación”. Llamamos entonces, y
ahora, a ese proceso con el nombre que mejor lo describe: “guerra
mundial” (la cuarta, según nosotr@s).
Lo único que se mundializó fue el mercado y, con él, la guerra.
Para
quienes hacen funcionar las máquinas y hacen nacer a la tierra, las
fronteras siguieron y siguen siendo lo que siempre han sido: cárceles.
Nuestra
afirmación provocó entonces, hace dos décadas, sonrisas burlonas de la
intelectualidad internacional encadenada a viejos y caducos dogmas. Y
esos mismos hoy tartamudean ante una realidad frenética, y, o ensayan
viejas recetas, o se mudan a la idea de moda que, tras una compleja
elaboración teórica, esconde lo único verdadero: no tienen ni la más
remota idea de lo que pasa, ni de lo que sigue, ni de lo que antecedió a
la pesadilla actual.
Se lamentan. El pensamiento de arriba les
prometió un mundo sin fronteras, y su resultado es un planeta atiborrado
de trincheras chovinistas.
El mundo no se transformó en una
gigantesca megalópolis sin fronteras, sino en un gran mar sacudido por
una tempestad que no tiene precedentes de igual magnitud. En él,
millones de desplazados (a quienes, con rubor mediático, se les unifica
bajo el nombre de “migrantes”) naufragan en pequeñas barcas, esperando
ser rescatados por el gigantesco navío del gran Capital.
Pero no
sólo no lo hará; él, el gran Capital, es el principal responsable de la
tormenta que amenaza ya la existencia de la humanidad entera.
Con
el torpe disfraz del nacionalismo fascista, los tiempos del
oscurantismo más retrógrada vuelven reclamando privilegios y atenciones.
Cansado de gobernar desde las sombras, el gran Capital desmonta las
mentiras de la “ciudadanía” y la “igualdad” frente a la ley y el
mercado.
La bandera de “libertad, igualdad y fraternidad” con la
que el capitalismo vistió su paso a sistema dominante en el mundo, es ya
sólo un trapo sucio y desechado en el basurero de la historia de
arriba.
Al fin el sistema se desemboza y muestra sus verdaderos
rostro y vocación. “Guerra siempre, guerra en todas partes”, reza el
emblema del soberbio buque que navega en un mar de sangre y mierda. Es
el dinero y no la inteligencia artificial la que combate a la humanidad
en la batalla decisiva: la de la supervivencia.
Nadie está a
salvo. Ni el ingenuo capitalista nacional, que soñaba con la bonanza que
le ofrecían los mercados mundiales abiertos, ni la conservadora clase
media sobreviviendo entre el sueño de ser poderosa y la realidad de ser
rebaño del pastor en turno.
Y ni hablar de la clase trabajadora del campo y la ciudad, en condiciones más difíciles si posible fuera.
Y,
para completar la imagen apocalíptica, millones de desplazados y
migrantes agolpándose en las fronteras que, de pronto, se volvieron tan
reales como los muros que, a cada paso, interponen gobiernos y
criminales. En la geografía mundial de los medios de comunicación y las
redes sociales, los desplazados, fantasmas errantes sin nombre ni
rostro, apenas son un número estadístico que muta su ubicación.
¿El
calendario? Apenas un día después de la promesa del fin de la historia,
de la solemne declaración de la supremacía de un sistema que otorgaría
bienestar a quien trabajara, de la victoria sobre el “enemigo comunista”
que pretendía coartar la libertad, imponer dictaduras y generar
pobreza, de la eternidad prometida que anulaba todas las genealogías. El
mismo calendario que anunciaba apenas ayer que la historia mundial
recién empezaba. Y resulta que no, que todo no era sino el preludio de
la más espantosa pesadilla.
El capitalismo como sistema mundial
colapsa, y, desesperados, los grandes capitanes no atinan a dónde ir.
Por eso se repliegan a sus guaridas de origen.
Ofrecen lo
imposible: la salvación local contra la catástrofe mundial. Y la
pamplina se vende bien entre una clase media que se difumina con los de
abajo en sus ingresos, pero pretende suplir sus carencias económicas con
refrendos de raza, credo, color y sexo. La salvación de arriba es
anglosajona, blanca, creyente y masculina.
Y ahora, quienes
vivían de las migajas que caían de las mesas de los grandes capitales,
ven desesperados cómo también contra ellos se levantan los muros. Y, el
colmo, pretenden encabezar la oposición a esa política guerrera. Así
vemos a la derecha intelectual hacer gestos de contrariedad e intentar
tímidas y ridículas protestas. Porque no, la globalización no fue el
triunfo de la libertad. Fue y es la etapa actual de la tiranía y la
esclavitud.
Las Naciones ya no lo son, aunque aún no se hayan
percatado de ello sus respectivos gobiernos. Sus banderas y emblemas
nacionales lucen raídos y descoloridos. Destruidos por la globalización
de arriba, enfermos por el parásito del Capital y con la corrupción como
única señal de identidad, con torpe premura los gobiernos nacionales
pretenden resguardarse a sí mismos e intentar la reconstrucción
imposible de lo que alguna vez fueron.
En el compartimento
estanco de sus murallas y aduanas, el sistema droga a la medianía social
con el opio de un nacionalismo reaccionario y nostálgico, con la
xenofobia, el racismo, el sexismo y la homofobia como plan de salvación.
Las
fronteras se multiplican dentro de cada territorio, no sólo las que
pintan los mapas. También y, sobre todo, las que levantan la corrupción y
el crimen hecho gobierno.
La bonanza posmoderna no era sino un
globo inflado por el capital financiero. Y vino la realidad a pincharla:
millones de desplazados por la gran guerra llenan las tierras y las
aguas, se amontonan en las aduanas y van haciendo grietas en los muros
hechos y por hacer. Alentados antes por el gran Capital, los
fundamentalismos encuentran tierra fértil para sus propuestas de
unificación: “del terror nacerá un solo pensamiento, el nuestro”.
Después de ser alimentada con dólares, la bestia del terrorismo amenaza
la casa de su creador.
Y, lo mismo en la Unión Americana, que en
la Europa Occidental o en la Rusia neo zarista, la bestia se retuerce e
intenta protegerse a sí misma. Encumbra ahí (y no sólo ahí) a la
estupidez y la ignorancia más ramplonas y, en sus figuras gobernantes,
sintetiza su propuesta: “volvamos al pasado”.
Pero no, América no volverá a ser grande de nuevo.
Nunca más. Ni el sistema entero en su conjunto. No importa qué hagan
los de arriba. El sistema llegó ya al punto de no retorno.
-*-
Contra el Capital y sus muros: todas las grietas.
La
ofensiva internacional del Capital en contra de las diferencias
raciales y nacionales, promoviendo la construcción de muros culturales,
jurídicos y de cemento y acero, busca reducir más aún el planeta.
Pretenden crear así un mundo donde sólo quepan los que arriba son
iguales entre sí.
Sonará ridículo, pero así es: para enfrentar la
tormenta el sistema no busca construir techos para guarecerse, sino
muros detrás de los cuales esconderse.
Esta nueva etapa de la
guerra del Capital en contra de la Humanidad debe enfrentarse sí, con
resistencia y rebeldía organizadas, pero también con la solidaridad y el
apoyo a quienes ven atacadas sus vidas, libertades y bienes.
Por eso:
Considerando que el sistema es incapaz de frenar la destrucción.
Considerando que, abajo y a la izquierda, no debe haber cabida para el conformismo y la resignación.
Considerando que es momento de organizarse para luchar y es su tiempo de decir “NO” a la pesadilla que desde arriba nos imponen.
LA COMISIÓN SEXTA DEL EZLN Y LAS BASES DE APOYO ZAPATISTAS CONVOCAMOS:
I.- A la campaña mundial:
Frente a los muros del Capital: la resistencia, la rebeldía, la solidaridad y el apoyo de abajo y a la izquierda.
Con
el objetivo de llamar a la organización y la resistencia mundial frente
a la agresividad de los grandes dineros y sus respectivos capataces en
el planeta, y que aterroriza ya a millones de personas en todo el mundo:
Llamamos
a organizarse con autonomía, a resistir y rebelarse contra las
persecuciones, detenciones y deportaciones. Si alguien se tiene que ir,
que sean ellos, los de arriba. Cada ser humano tiene derecho a una
existencia libre y digna en el lugar que mejor le parezca, y tiene el
derecho a luchar para seguir ahí. La resistencia a las detenciones,
desalojos y expulsiones son un deber, así como deber es apoyar a quienes
se rebelan contra esas arbitrariedades SIN IMPORTAR LAS FRONTERAS.
Hay
que hacerle saber a toda esa gente que no está sola, que su dolor y su
rabia es vista aún a la distancia, que su resistencia no es sólo
saludada, también es apoyada así sea con nuestras pequeñas
posibilidades.
Hay que organizarse. Hay que resistir. Hay que
decir “NO” a las persecuciones, a las expulsiones, a las cárceles, a los
muros, a las fronteras. Y hay que decir “NO” a los malos gobiernos
nacionales que han sido y son cómplices de esa política de terror,
destrucción y muerte. De arriba no vendrán las soluciones, porque ahí se
parieron los problemas.
Por eso llamamos a la Sexta en su
conjunto a que se organice, según su tiempo, modo y geografía, para
apoyar en y con actividades a quienes resisten y se rebelan contra las
expulsiones. Sea apoyándolos para que regresen a sus hogares, sea
creando “santuarios” o apoyando los ya existentes, sea con asesorías y
apoyos legales, sea con paga, sea con las artes y las ciencias, sea con
festivales y movilizaciones, sea con boicots comerciales y mediáticos,
sea en el espacio cibernético, sea donde sea y como sea. En todos los
espacios donde nos movamos es nuestro deber apoyar y solidarizarnos.
Llegó
el momento de crear comités de solidaridad con la humanidad
criminalizada y perseguida. Hoy, más que nunca antes, su casa es también
nuestra casa.
Como zapatistas que somos, nuestra fuerza es
pequeña y, aunque es amplio y hondo nuestro calendario, nuestra
geografía es limitada.
Por eso y para apoyar a quienes resisten a
las detenciones y deportaciones, desde hace varias semanas la Comisión
Sexta del EZLN ha iniciado contactos con individu@s, grupos, colectivos y
organizaciones adherentes a la Sexta en el mundo, para ver el modo de
hacerles llegar una pequeña ayuda de modo que les sirva como base para
lanzar o continuar toda suerte de actividades y acciones a favor de l@s perseguid@s.
Para iniciar, les enviaremos las obras artísticas creadas por
l@s indígenas zapatistas para el CompArte del año pasado, así como café
orgánico producido por las comunidades indígenas zapatistas en las
montañas del sureste mexicano, para que, con su venta, realicen
actividades artísticas y culturales para concretar el apoyo y la
solidaridad con los migrantes y desplazados que, en todo el mundo, ven
amenazadas su vida, libertad y bienes por las campañas xenofóbicas
promovidas por los gobiernos y la ultra derecha en el mundo.
Eso
por lo pronto. Ya iremos ideando nuevas formas de apoyo y solidaridad.
Las mujeres, hombres, niños y ancianos zapatistas no les dejaremos sol@s.
II.-
Invitamos también a toda la Sexta y a quien se interese, al seminario
de reflexión crítica “LOS MUROS DEL CAPITAL, LAS GRIETAS DE LA
IZQUIERDA” a celebrarse los días del 12 al 15 de abril del 2017, en las
instalaciones del CIDECI-UniTierra, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas,
México.
Fuente: Enlace Zapatista
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