Alfredo Serrano Mancilla *
Estamos en la
era de la inmediatez. Y necesitamos de forma apresurada encontrar la
etiqueta ideal que caracterice a cualquier personaje emergente. Ahora es
el turno de Donald Trump. Rápidamente se le ha tildado de nuevo
exponente del viejo proteccionismo. Su frase
América primeroy sus primeras decisiones (la retirada del Acuerdo de Asociación Transpacífico y las amenazas contra las empresas estadunidenses que produzcan afuera del país) han servido para encorsetar el proyecto Trump bajo esa categoría económica. Por lo que se lee y escribe en los grandes medios, pareciera que con Trump pronto llegará el fin de la globalización. Todo el mundo alerta, incluido el FMI, que estamos frente a un clivaje geoeconómico. Todo parece indicar que Trump, más conocido como El Proteccionista, levantará muros por todas partes, físicos y económicos, que harán que volvamos a otra época en la que se terminará la libertad comercial.
Ahora que todos hablan de Trump como proteccionista, parece que hemos
olvidado que Obama y la propia Unión Europea llevan años con políticas
fuertemente defensoras de sus grandes transnacionales y de su mercado
interno. La cláusula Buy american o el salvataje de ciertos
bancos y otras grandes empresas fueron practicados precisamente durante
la administración anterior. Por su parte, en territorio europeo son
miles los ejemplos de grandes muros físicos contra la migración y
económicos en clave comercial y de propiedad intelectual. Es por ello
que debemos analizar a Trump en un orden económico hegemónico que
presume de liberal pero que es fuertemente proteccionista.
La urgencia por saber quién es este presidente atípico nos juega una
mala pasada. Pero hasta el momento lo único previsible con Trump es que
todo es imprevisible en sus decisiones. Y es precisamente este
comportamiento incierto lo que nos incomoda. Ante tal miedo geopolítico,
entonces, es cuando se busca rápidamente ubicarlo en alguna doctrina
del pasado. Es por ello que se insiste constantemente en la idea de que
Trump viene a dar un giro radical a las relaciones económicas
internacionales invocando las reglas del viejo proteccionismo.
¿Qué hay de verdad en todo ello? Realmente nada. Para empezar,
Trump amenazó a las grandes empresas de la industria automotriz con
cobro de impuestos. Pero debemos recordar que estas compañías son las
mismas que fueron aliadas del ex presidente Obama. Es decir, más que
proteccionismo esta decisión parece responder a principios de economía
política. El verdadero objetivo de esta intimidación es poner contra las
cuerdas al gran capital aliado a los demócratas. ¿O es que Trump ha
amenazado a sus empresas, aquellas que también hacen business muy lejos del territorio estadunidense?
En su relación con China, veremos verdaderamente si Trump es
proteccionista o no. Hasta el momento, mucho ruido y pocas nueces. ¿Se
atreverá Trump a implementar medidas proteccionistas sabiendo que China
conserva más de un billón de dólares en concepto de deuda de Estados
Unidos? Imagino que no.
Por otro lado, en el plano financiero cabe destacar que el presidente Trump ha derogado el Dodd-Frank Act,
que fue usado por Obama para regular el sistema financiero luego del
desastre que éste ocasionó a escala global. Luego de esta medida,
difícilmente podríamos encasillar a Trump en el bando proteccionista.
Seguramente, con manual en mano, algunos dirían que se trata justamente
de una medida fuertemente anclada en la doctrina del liberalismo
económico.
En conclusión, podríamos afirmar que es un poco pronto para catalogar
a Trump en una u otra corriente. Pareciera que es proteccionista para
unas cosas y liberal para otras. O más bien, todo lo contrario: no es lo
uno ni lo otro. Realmente Trump parece obedecer más a un híbrido, que
por el momento tiene un desenlace desconocido. Absolutamente ecléctico
para casi todo, pero con un objetivo como centro de gravedad:
mis amigos y yo, primero; luego América.
* Director del Celag
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