Polémica por
golpe de Estado
¿Temer o no temer?
Discurso del general Gaytán
Obradorismo y fuerzas armadas
Con las declaraciones del
general Carlos Demetrio Gaytán Ochoa como preocupante telón de fondo,
el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dio un paso
especialmente controvertido al hablar con todas sus letras, y con un
amplio contexto histórico (aun en el reducido mundillo de los mensajes
de lo que se suele llamar
redes sociales), del riesgo de un golpe de Estado.
Palabras mayores, sin duda. Tanto que, al otro día de haber colocado
por medio de Twitter tal cuestión tan perturbante en la mesa de la
discusión pública, el propio AMLO emitió un mensaje, también por la vía
cibernética, en busca de suavizar su impacto e incluso retirar tal tema
preventivamente del escenario (
vamos bien y no hay nada qué temer). Lo cierto es que el asomo de tan indeseable concepto en el agitado menú de la discusión colectiva no puede ser borrado o desalojado ni siquiera por la decisión o intención del emitente original: así como suele decirse, con base en la historia, que lo difícil no es sacar a los militares de los cuarteles sino regresarlos a ellos, podría decirse que lo difícil no es hablar de golpe de Estado en un momento histórico determinado sino retirar tal tópico del tablado nacional tan enardecido en ciertas zonas.
Con un gran respaldo popular (del cual dan cuenta los estudios
demoscópicos siempre dispuestos a cambiar de aires y resultados conforme
convenga a los empresarios de ese ramo), el presidente López Obrador
enfrenta una difícil situación económica y financiera, por causas
internas y externas; la desesperación de sus opositores centrales, que
no encuentran vía política para dar cauce
pacíficoa sus intenciones de frenar el curso de la autodenominada Cuarta Transformación; los errores propios, en Palacio Nacional y sus extensiones ejecutorias, en cuanto a concepción y ejecución de políticas públicas, de comunicación social e idoneidad del gabinete en general; las escandalosas pugnas al interior del partido, Morena, que debería ser sólida instancia de apoyo y respaldo a su fundador y máxima figura determinante; y, en precipitada sucesión de acontecimientos, especulaciones, enigmas y declaraciones públicas, la complicación de las relaciones entre el poder civil y ciertos segmentos cupulares del militar a causa del operativo fallido de Culiacán, Sinaloa, pero no sólo por este hecho aislado.
En ese contexto multifactorial, agitado y peligroso, tiene particular
relieve la relación del obradorismo con los militares. El Presidente de
la República hizo desaparecer el máximo cuerpo de élite de ese ámbito,
el Estado Mayor Presidencial; llegó a decir, en entrevista con La Jornada, que
si por mí fuera, yo desaparecería al Ejército y lo convertiría en Guardia Nacional; declararía que México es un país pacifista que no necesita Ejército y que la defensa de la nación, en el caso de que fuese necesaria, la haríamos todosy ha entrado en terrenos sumamente polémicos respecto a las fuerzas armadas a partir del intento fallido de detención de Ovidio Guzmán López, hijo de El Chapo.
Las discordancias llegaron a extremos públicos inéditos: el actual
secretario de la Defensa Nacional (Sedena), Luis Cresencio Sandoval, y
cientos de oficiales del más alto rango, en días pasados escucharon del
general Gaytán Ochoa (quien, durante el calderonismo, fue jefe del
Estado Mayor de la Sedena y subsecretario) las palabras de mayor carga
política, ideológica y opositora del poder en turno que en una reunión
militar se han escuchado a lo largo de décadas de estabilización
institucional posrevolucionaria.
El discurso del general Gaytán, y la adhesión abierta o encubierta de
los segmentos opositores, es un amago inaceptable y una injerencia
militar en asuntos civiles que, junto a otros ingredientes inocultables,
permiten considerar con seriedad que se estén maquinando opciones de
fuerza contrarias al obradorismo, incluyendo como opción extrema la del
uso de militares insurrectos. ¡Hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
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