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El machismo siempre se ha basado en la invidencia, en ese no querer ver para negar la realidad y sustituirla con su relato de mitos y estereotipos, y de ese modo no quedar en evidencia ante la injusticia social que genera.
Su estrategia se puede resumir en “invidencia para la evidencia”, una especie de borrón y cuenta nueva diaria para que la mirada no vea lo que la luz del conocimiento pone de manifiesto.
Sólo hay que darse un paseo por la historia para ver como desde la construcción androcéntrica ha impedido que las mujeres estudiaran, luego asintió que estudiaran para que “no las engañarán en las cuentas cuando iban a comprar al mercado”, como decían muchos justificando su cambio de posición, más adelante que no trabajaran, después que lo hicieran en determinados trabajos y con el permiso del marido o del padre, no de la madre; pasado el tiempo que trabajaran sin el permiso, pero impidiendo algunos trabajos, luego dificultando que llegaran a posiciones de responsabilidad y dirección… Todo han sido limitaciones y superación hasta el punto de que hace unas semanas (diciembre de 2020) hemos celebrado que una mujer, la teniente Elena Gutiérrez, haya sido la primera piloto de caza Eurofigther. Pero estas limitaciones no se han quedado en el mercado laboral, también han existido en los derechos sociales y democráticos, como ha ocurrido con el voto, en la academia, en la ciencia…
La evidencia era clara: la ley, la costumbre, las ideas, los valores, las creencias… han impedido que las mujeres pudieran acceder a determinadas posiciones y responsabilidades, y la reivindicación de las mujeres a través del feminismo, poco a poco, ha logrado romper con esos límites demostrando la falacia del machismo, y la estrategia dirigida específicamente a impedir la Igualdad de oportunidades y derechos.
La invidencia también era manifiesta, puesto que ni se veía esa realidad hasta que era puesta de manifiesto por la crítica, ni se quería ver la estrategia manipuladora que impedía que pudieran haberlo hecho con anterioridad. Y del mismo modo, su “invidencia cultural” ha impedido entender el protagonismo de los hombres en todos los espacios negados a las mujeres como consecuencia de la injusticia social de la desigualdad y la discriminación, y han considerado que esa sobrerrepresentación masculina era consecuente con su capacidad y condición.
Sin embargo, cuando les interesa cambian el sentido de la interpretación, y a pesar de que el protagonismo de los hombres en la violencia es manifiesto y objetivo, hasta el punto de que el 95 % de los homicidios son cometidos por hombres, no han sido capaces de ver lo evidente, como es entender que tiene que existir alguna relación de causa-efecto para que sean los hombres quienes protagonicen la mayoría de las violencias, con independencia de las circunstancias.
Las evidencias no representan la realidad, limitar la realidad a lo verificable es parte de la paradoja filosófica verificacionista, pero sólo es una forma de abordar el conocimiento y análisis de situaciones que forman parte de una realidad más compleja, no una forma de sustituirla.
Pero no es un error. Al machismo le interesa reducir toda la construcción cultural a determinados hechos basados en un resultado, para ocultar que las causas de dicho resultado están también en la cultura que las genera y las dota de significado, como, por ejemplo, ocurre cuando muchas víctimas de la violencia de género entienden que se trata de una “violencia normal” por parte del marido o su pareja. Con esa visión fragmentada basada en determinados hechos, determinados hombres y determinadas circunstancias, reducen y limitan la realidad a una parte de ella, para luego decir que no forman parte de la misma porque la mayoría de la realidad no arroja ese resultado, aunque es toda su construcción social la que hace que existan esos “casos aislados”.
Así cierran el círculo argumental sin que nada de la construcción social y cultural androcéntrica sea considerada como un problema, bien porque la gran parte permanece oculta, o bien porque lo que se visibiliza no forma parte de esa normalidad escenificada. Por ello atacan las iniciativas, organizaciones y personas que ponen luz en su mundo de tinieblas.
Es la evidencia de su invidencia que busca hacer pasar por el universo sólo las estrellas que se contemplan a simple vista, y así decir que todo lo demás no existe o es producto de la imaginación de determinadas ideas e intereses particulares.
“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, por eso el machismo ha creado una sociedad de ciegos a través de una cultura “negacionista” de la desigualdad, para luego ser el tuerto en el reino de la ceguera.
Como se puede ver, todo es muy “invidente”.
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