Es la teórica feminista Rosa Cobo quien se da a la tarea de hilar en La ficción del consentimiento sexual, la manera en que los sistemas políticos y de opresión han hecho uso del término «consentimiento» para violentar y difundir la idea de que la causa última del movimiento es la libertad sexual, alejándose así, la lucha esencial contra el patriarcado que gesta todas las asimetrías que nos atraviesan, incluyendo, las violencias sexuales.
Durante la Feria del Libro de Madrid, este año Rosa Cobo, acompañada de su igual, la teórica feminista Luisa Posada se reunieron para discutir cuáles son los objetivos de la agenda feminista actual y por qué es urgente quebrar con la idea de que el consentimiento sexual se basa en un: Sí quiero.
Consentir y ceder: La línea de la violencia
¿El que una mujer ceda para un encuentro sexual es igual a consentir? De esto parte la primera intervención de Rosa Cobo, quien sostiene que el consentimiento es muy polisémico y es que, puede eludir diversos escenarios.
«Para el feminismo, consentir se refiere a un acuerdo entre 2 personas cuyo acuerdo está mediado por el deseo. Hay otro concepto que muchas veces puede confundirse y es el ceder, no es lo mismo, la cesión implica un allanamiento del cuerpo, cuando no hay deseo, el cuerpo es forzado y cuando es forzado, se traduce en un trauma».
Rosa Cobo
Al respecto, Luisa Posada ataja que es necesario siempre recordar que el consentimiento es bilateral, no es solo desear, sino que este deseo nazca desde ambas personas, porque si no existe este deseo, entonces hablamos de una tercera pieza en este rompecabezas y que se alimenta de la violencia sistémica que viven las mujeres; un huequito donde se anida el patriarcado.
Esta última parte de la triada del encuentro sexual, se basa en una modalidad que utiliza el consentimiento como escudo para vulnerar y que persigue fines extractivistas sobre el cuerpo de las mujeres a cambio de otros bienes solo porque ellas así lo consienten, pero no tiene el deseo.
«Después de ceder y consentir, viene una tercera modalidad que se sale del consentimiento, que es aquella que está mediada por la fuerza, la agresión o el dinero, pero en todo caso, cuando desaparece el deseo, desaparece el consentimiento» (Rosa Cobo)
Y entonces, ¿en qué momento el sistema se aprovecha de esta tercera modalidad para vulnerarnos bajo la idea vendida de que existe un concepto único de «consentimiento»? Ambas teóricas llegan a la conclusión de que esta conversación no es novedosa, pues de hecho, se ha abordado el tema desde los 80s y los 90s, del siglo XX, donde se refiere que existen autores interesados en mantener vigente el discurso del «consentimiento».
Por un lado, el patriarcado quiere llamar consentimiento a lo que es una cesión, dice Rosa Cobo, el capitalismo quiere hablar de consentimiento sexual para convertir el cuerpo de las mujeres en un mercado sexual y que se traduce en la pornografía, por ejemplo.
Desde el feminismo, la teórica plantea que el movimiento cuestiona cuáles son las causas y razones para que podamos decir que existe el consentimiento, fuera de la visión patriarcal y capitalista, encontrándonos así, con un debate interesante que cuestiona: ¿Puede haber consentimiento en una sociedad donde es manifiesta y explícita la desigualdad?
Mujeres y teóricas radicales como Catherine MacKinnon, por ejemplo, sostienen que mientras el patriarcado exista, el consentimiento femenino se fundamenta en dos grandes mentiras:
- El pretendido empoderamiento femenino que se basa únicamente en la sexualidad
- La falsa libertad que tienen las mujeres para decidir con quién o cómo quieren tener sexo; la decisión se sustenta en una negociación entre pares y en igualdad de condiciones, una premisa incoherente si se habla del privilegio masculino por encima de las mujeres, obstaculizando así, que el consentimiento sexual sea una realidad.
Por su parte, en el conversatorio Rosa Cobo y Luisa Posada señalan una línea diferente, pues si bien reconocen las asimetrías producto del sistema patriarcal, la desventaja y los actores que se aprovechan del falso consentimiento, también apuntan a que las mujeres son individuos capaces de consentir a lo largo de su vida y que sí existen encuentros sexuales donde el deseo y la igualdad están de por medio, para ellas, el negarle a la mujer esta facultad, es negarle su capacidad de ser sujetas.
Sin embargo, estos casos son minoritarios y específicos, soltando así, el siguiente argumento:
Si no hay libertad, no hay consentimiento.
En el libro «La ficción del consentimiento sexual» de Rosa Cobo, se aborda una diferenciación necesaria para entender la problemática central y que consta de saber que el consentimiento y el consentimiento contractual no es lo mismo.
Desde el siglo XVIII, se refirió por primera vez que solo habría legitimidad en las relaciones si los individuos consentían de forma explícita, incluyendo así, la hipótesis de que los individuos son los propietarios de su cuerpo.
Por ejemplo, la teórica señala que, en aquellos años, había personas que no tenían riquezas, ni bienes, ni propiedades, sin embargo, tras este pensamiento político, el sistema pautó que lo único que se tenía era el cuerpo y que con este, se podía hacer lo que se quisiese: «Lo puedes comprar, vender o alquilar«.
«El consentimiento sexual por parte del capitalismo y patriarcal, es heredero directo de la idea del individuo como propietario, y de ahí, encuentra su lugar de legitimación la prostitución y la pornografía. El feminismo sostiene que aquí no está el cuerpo y allá el individuo; el cuerpo es el individuo y los cuerpos no se pueden vender, ni alquilar. Ese elemento es crucial para poder definir lo que es el consentimiento sexual.»
El consentimiento sexual no siempre es un “sí” absoluto, y es ahí, donde se esconde la diferencia con el consentimiento contractual del que se habla desde el siglo XVIII.
Por ejemplo, el consentimiento contractual es el sufragio femenino, ese es irrevocable y está movido por un deseo que no cambia con el tiempo. Mientras tanto, el consentimiento sexual es diverso, pues existen momentos donde las mujeres consienten, pero solo hasta cierto momento o ciertas prácticas, incluso, es posible que, a mitad del momento, las mujeres decidan que no quieren continuar.
Por ello, explica Rosa Cobo, prácticas irrevocables como la grabación de pornografía o los vientres de alquiler, vendidos como “contractuales”, no son, en esencia consentidos; no hay forma de detenerlo, cambiarlo y decir: Basta, no lo deseo más.
La agenda feminista actual
Los retos que hay en la agenda son múltiples y en las últimas dos décadas, el movimiento se ha diversificado y caminado hacia objetivos diferentes; teorías queer, trans, de disidencias, enfocadas en medio ambiente -ecofeminismo- y demás posturas que, si bien luchas válidas e importantes de reconocer, Rosa Cobo sostiene que el feminismo debe de formar pactos políticos y recordar que la causa última del movimiento es abolir el patriarcado, sistema que propicia todas las violencias sobre las personas sin importar su diversidad.
Paralelamente, se identifican tres puntos medulares de la agenda política contemporánea:
- Eliminar la idea de que el libertarismo sexual es la agenda del feminismo; el feminismo busca abolir la violencia sexual, pelear contra la pornografía y la trata, para entonces, conseguir la libertad para decidir y consentir
- Separar el feminismo de la nueva izquierda que solo instrumentaliza con el movimiento y que no intenta entenderlo: «Solo quiere que hagamos el trabajo sucio», dice Cobo.
- Un tema urgente es todo lo que tiene que ver con el trabajo, desde la precarización, la feminización de la pobreza y la visibilización del trabajo que se hace en el hogar
«Es probable que vengan tiempos muy duros y las mujeres que estamos en el feminismo tenemos que tratar de expulsar las descalificaciones y los insultos, tenemos que trabajar las ideas y unirnos», concluye Rosa Cobo.
Por su parte, Luisa Posada añade otro punto sustancial: La violencia feminicida, que ante el panorama actual, la teórica recuerda a Rita Segato que acoge el término «femigenocidio«.
Señalando, además, casos como el de México donde se asesinan a 10 mujeres al día, según el INEGI, para Posada, la violencia de género debe de ser uno de los puntos más importantes -si no es que el más importante- en la agenda política del movimiento feminista.
«La agenda feminista tiene problemas sobrevenidos, la desigualdad económica, la violencia material, la física, la violencia de los asesinatos, esto no lo podemos olvidar y en algunos países es tremendo como en México donde más de mil mujeres fueron asesinadas el año pasado.
Otro problema es la explotación reproductiva de las mujeres pobres y otro, es reivindicar el sujeto político feminista, hay que seguir reivindicando esa genealogía feminista que nos dote de memoria y con ello, de futuro.» (Luisa Posada)
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