Silvia Ribeiro*
El
19 de agosto 2015, el juez Francisco Peñaloza Heras, del juzgado décimo
segundo de distrito en materia civil, canceló la medida precautoria que
desde hace dos años mantiene suspendida la siembra de maíz transgénico
en México en respuesta a una demanda colectiva por los daños que estos
granos causan a la biodiversidad y la salud. Sin embargo, la suspensión
sigue vigente, ya que su decisión fue inmediatamente apelada por
Colectivas AC, representantes legales de la colectividad de 53
ciudadanos y 20 organizaciones que presentaron la demanda en 2013.
La forma en que el juez Peñaloza tomó la decisión, ignorando los
argumentos de los demandantes y científicos independientes, pero
basándose en los dichos de Monsanto y otras empresas, es otro escalón
en la guerra sucia contra el maíz campesino y los pueblos del maíz.
En sincronía con su decisión, las trasnacionales de transgénicos
desataron un aluvión de comentarios a la prensa asegurando que estaba
liberada la siembra. Como denunció René Sánchez Galindo, abogado de la
colectividad demandante,
Monsanto inició una nueva campaña de mentiras, ya que es falso que la siembra de maíz transgénico estuviera liberada.
Las mentiras de la empresa de transgénicos no se limitan sólo a los
aspectos legales de la demanda. Dedican mucho tiempo y recursos a
falsear datos para ocultar lo que realmente pasa con los transgénicos
en los países donde su siembra es masiva, como Estados Unidos, país
sede de Monsanto.
La realidad, basada en estadísticas oficiales de ese país durante
casi dos décadas (no en estudios puntuales financiados por las empresas
que toman datos parciales) muestra que los transgénicos son más caros
que los híbridos que ya existían, que en promedio su rendimiento es
menor y que han provocado un aumento exponencial del uso de
agrotóxicos, con efectos devastadores en suelos, agua, y surgimiento de
más de 20
supermalezasresistentes al glifosato. La industria afirma que el maíz manipulado con la toxina Bt disminuyó el uso de agrotóxicos, pero omite explicar que las plagas se han ido haciendo resistentes al Bt, y que luego de una inicial disminución, el uso de agrotóxicos ha ido aumentado cada año. Por ello, las empresas están abandonando la venta de semillas de maíz Bt, para vender maíces transgénicos con rasgos apilados, o sea junto a Bt, tolerantes a uno o más herbicidas de alta toxicidad, como glifosato, glufosinato, dicamba y hasta 2,4-d, con lo cual el aumento del uso de tóxicos se multiplica vertiginosamente.
Las empresas aseguran también que es posible la
coexistenciade maíz transgénico con el maíz campesino. Existen múltiples estudios científicos y estadísticas en muchos países que demuestran lo contrario: donde hay cultivos transgénicos, siempre habrá contaminación, sea por el polen llevado por viento e insectos (a distancias mucho mayores de las
previstaspor las leyes) o por el trasiego en transportes, almacenamiento, puntos de venta, donde no hay segregación de transgénicos y otras semillas. Muchos estudios en México, incluidos los de la propia Semarnat, muestran cientos de casos de contaminación transgénica de maíces campesinos, aun cuando su siembra es ilegal. Legalizar la siembra aumentaría brutalmente esa contaminación que amenaza directamente la biodiversidad y el patrimonio genético agrícola más importante de México, legado por los millones de campesinos e indígenas que lo crearon y lo siguen manteniendo.
En
Estados Unidos la contaminación transgénica es omnipresente. Monsanto
hizo de ello un negocio: demanda a las víctimas de contaminación
transgénica por uso de sus genes patentados, lo cual le ha redituado
cientos de millones de dólares en juicios o acuerdos fuera de juicio.
Recientemente Monsanto declaró que no va a demandar a agricultores en
México. Sería absurdo creerlo. Por supuesto lo harán, cuando tengan las
condiciones para ello. Ya desde 2004, Monsanto publicaba en periódicos
de Chiapas avisos que advertían que el que usara
ilegalmentesus genes patentados en
importación, siembra, guarda, comercialización o exportaciónpodría sufrir cárcel y multas mayores. Además instigaban a que si usted
conoce alguna situación irregular, se contactara con Monsanto para evitar ser acusado de
cómplice. Si no siguió adelante fue porque no tenía el marco legal para ello, tema que ahora presionan por corregir.
Las trasnacionales mienten cuando afirman que los transgénicos son
inocuos a la salud. De partida, los cultivos transgénicos tienen un
nivel hasta 200 veces más alto de residuos de glifosato, herbicida que
la OMS declaró cancerígeno en marzo 2015. Y casi cada mes se publican
nuevos artículos con evidencia de daños de los transgénicos a la salud
o al medioambiente.
Por ejemplo, el 14 de julio de 2015, la revista científica arbitrada Agricultural Sciences
publicó una investigación del doctor Shiva Ayyadurai, que muestra que
la soya transgénica acumula formaldehído, sustancia cancerígena, junto
a una disminución drástica de glutatión, antioxidante esencial para la
desintoxicación celular. El estudio analizó 6 mil 497 experimentos de
184 instituciones científicas en 23 países. El estudio pone de
manifiesto la invalidez del principio de
equivalencia sustancialque se aplica para evaluar transgénicos, alegando falsamente que son
equivalentesa los convencionales. Existe gran desconocimiento de cómo la transgenia afecta la biología del maíz y qué impacto tiene en la biodiversidad y en la salud de la población de México, donde el maíz se consume más que en ningún otro país.
La guerra recrudece, pero también crecen las muchas resistencias, como la
moratoria popularde no permitir transgénicos en nuestros campos y mesas, y eso, no va a terminar.
*Investigadora del grupo ETC
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