Carlos Bonfil
La Jornada
Ambientada totalmente en los interiores de un lujoso hotel de la Ciudad de México, La camarista ,primer largometraje de la realizadora Lila Avilés, ofrece la narración minuciosa y precisa de la rutina diaria de una joven recamarera. Cabe imaginar como primera posibilidad para abordar un tema semejante elaborar una suerte de documental, de corte observacional, sobre la enajenación laboral en un ostentoso espacio reservado a una élite privilegiada. Un microcosmos de una sociedad marcada por la desigualdad social. Pero muy pronto la directora y guionista supera esa visión reduccionista. Con apuntes breves, en ocasiones humorísticos, y la omnipresencia de la protagonista Evelia (Gabriela Cartol) en cada cuadro, la estupenda ficción que es La camarista se vuelve el retrato fascinante de una trabajadora metódica que opone a la aparente banalidad de su oficio y al ingrato sistema de competitividad laboral del hotel, una estrategia de resistencia moral en la que se dan cita una docilidad engañosa y respuestas vitales sorprendentes.
Como contrapunto a una representación de la trabajadora doméstica como gran depósito de abnegación agradecida, algo muy frecuente en el cine mexicano, el personaje de la camarista Eve transforma su mutismo empecinado en un enigma indescifrable, reivindicación de una individualidad muy recia y defensa instintiva ante la amenaza de un desdén clasista. La cineasta multiplica los contactos de Evelia con personajes involuntariamente cómicos, desde el maniático huésped que exige atenciones extravagantes, hasta la cándida turista argentina que, sin malicia, contempla al país y a sus exóticos habitantes como seres de otro planeta, y también el trato de la camarista con sus colegas de trabajo con quienes mantiene una distancia cortés, reconociendo en ellos no sólo a colegas temporales sino también a duros rivales en la lucha por obtener el privilegio de atender un piso superior del hotel y conquistar mejores retribuciones.
La gran nota de sinceridad en ese bazar de falsas oportunidades la ofrece la robusta colega Minitoy (Teresa Sánchez). Basta observar la discreta autonomía moral de la que Eve se muestra dueña, y la libertad de su cuerpo cuya desnudez despliega a su antojo, así como su manera de superar con dignidad toda traza de rencor social, sin vanas actitudes retadoras, pero con dignidad y hasta con cierta gracia, para comprender hasta qué punto su personaje de camarista hace volar en añicos las resignadas certidumbres morales de tantos melodramas mexicanos. Un primer trabajo audaz y estimulante. Sala 1, Cineteca Nacional. 15 y 20 horas.
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