Del Diario de Moscú que escribió Walter Benjamin en el
invierno entre 1926 y 1927, hay una imagen que me resulta emblemática y
que traigo hasta estos días mexicanos: la de caminar sobre el hielo. La
Rusia de los soviets está implantando apenas una revolución –la
bolchevique– que empieza apenas a dar los primeros pasos. Hay que volver a aprender a caminar sobre el hielo grueso y terso de estas calles
,
escribe Benjamin, pero nada en él es inocente. En el texto escribe
sobre cómo Moscú vuelve a la infancia a quien trata de caminarla porque
uno se resbala, se pierde, se pega contra el suelo. En su recuerdo de
infancia en Berlín escribe: Ahora que aprendí a caminar, no puedo volver a aprenderlo
. Es un texto sobre el olvido que dice: Tal
vez lo que le confiere peso y gravidez a lo olvidado no sea otra cosa
que el rastro de los hábitos desaparecidos en los que ya no podemos
hallarnos. Tal vez el secreto que lo hace perdurar sea la mezcla con el
polvito de nuestros caparazones derruidos
. Tengamos en mente estos
dos elementos –el hielo y el olvido de lo que aprendimos una sola vez– y
ahora vayamos a su idea de lo político. La política resulta que es como
dar un primer paso. Es sorpresivo como todo acontecimiento, pero a
diferencia del resto de los pasos que constituyen el caminar, el primero
es brusco, precipitado y trepidante. El primero delimita un lugar pero
todavía no señala ni un progreso ni un retroceso. Esa es la lógica del
acontecimiento, pero también de la voluntad política: delimitar un lugar
con un nuevo actor que se pone de pie. Es, por supuesto el pueblo, que
no es como dice el ex consejero del INE que hace apenas unos años había
argumentado que no existía y que ahora lo confunde con toda la población
de un país. No, el pueblo es quien elige el lugar de los más débiles
justo cuando se deciden a confrontar a las élites abusivas. No es el
Inegi. El pueblo es ese lugar desde el lenguaje que enuncia el conflicto
social entre el uno por ciento y el resto.
Pero sigamos con Benjamin. Como escribe el filósofo Peter Fenves sobre esta peculiar metáfora de Benjamin: La
politización, entonces, podría entenderse como el proceso que rectifica
la falta de elegancia de ese primer paso crítico. Se le brindan
barandales y se lo transforma en un programa reconocible, que conecta
puntos de partida con destinos finales, premisas y conclusiones
.Y agrega: Una sinopsis del lugar de acción de las masas
. Es decir, trazar una ruta y, entonces, el caminar adquiere sentido. Por ello –adivino– la oposición usó la palabra deriva
para retratar su furia contra el primer gobierno de la 4T, negando que tuviera una dirección.
Hielo resbaloso, olvido, y politización, serán los elementos aparentemente dispares de los que se vale Benjamin para crear una imagen nueva. Ahora, volvamos a la actual coyuntura donde existe una atmósfera de la crisis de la idea de continuidad. El problema es qué hacer para conservar a un movimiento moral y plebeyo como el obradorismo.Parece que algunos de sus dirigentes optarían por el método de incluir a la otrora oposición, siempre y cuando se comprometan a actuar con los principios de no robar, no mentir, no traicionar. Pero hay otra parte, en la cual me incluyo, que piensa que la mejor forma de sostener la fuerza del movimiento es acelerando la transformación. Los lastres internos ayudarían tan solo a los que piden moderación, es decir, que se destruya desde dentro el proceso político. Los politizados, los que han puesto un primer pie y se echaron a caminar sobre el hielo resbaloso, no piensan olvidar, como se nos olvida cómo se sintió ponerse por primera vez en pie, aunque ya no puedan volverlo a aprender. Y, entre su memoria colectiva, se acumulan los personajes públicos que no les permitían, no sólo ponerse en pie, sino que incluso les negaron la banqueta de la calle: fueron excluidos de saber y opinar de política porque no sabían. Ahora cuentan con barandales y un destino de llegada, sobre el que quizás le haga falta a toda la izquierda latinoamericana pensar y discutir.
Escribo este último punto porque tal pareciera que no basta con contener los horrores del neoliberalismo, y queda aún corto el punto de llegada de una nueva forma de hacer política en una democracia que se politizó y se echó a andar. A lo mejor están claros tanto el nuevo modelo económico y la victoria cultural, pero queda por definir la nueva forma de hacer política, con su profunda obligación moral. Usando la metáfora quizás un poco de más, habría que dejar en el camino a quien se anda resbalando por ayudar a quienes, de entrada, jamás quisieron que aprendiéramos a caminar.
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