12/15/2024

Caminar sobre hielo


Quiero hablar del momento actual del partido del obradorismo, Morena. Parece estar viviendo una crisis de su propia idea de continuidad. La decisión de la gobernadora de Campeche de rescatar políticamente al único acusado de los sobornos de Odebretch a los legisladores del PAN para que votaran la reforma energética de Enrique Peña Nieto, ha desatado los humos de una neblina de dudas, pero también de alertas. Se trata de saber si los resabios del viejo régimen encuentran acomodo adentro de los gobiernos de Morena o son separados para que corran la suerte de la oposición: toda la irrelevancia. Las preguntas siguen siendo ¿para qué rescatarlos?, ¿No deberían purgar al menos la condena de su nimiedad?, ¿Se debe anteponer su repentina conversión a los miles que pueden resolver una administración con menos bagaje (el ex panista fue acusado de llevarse literalmente maletas con dinero)?, ¿Exactamente qué momento de nuestra propia transformación estamos viviendo?, ¿Hay que involucrar a los opositores para desactivarlos adentro o, por el contrario, acabarán por minar el proyecto de transformación desde ese mismo sitio? Para responder a ello voy a ir a la Rusia y al Berlín de inicios del siglo XX, y de regreso al México de 2024. Espero que me acompañen.

Del Diario de Moscú que escribió Walter Benjamin en el invierno entre 1926 y 1927, hay una imagen que me resulta emblemática y que traigo hasta estos días mexicanos: la de caminar sobre el hielo. La Rusia de los soviets está implantando apenas una revolución –la bolchevique– que empieza apenas a dar los primeros pasos. Hay que volver a aprender a caminar sobre el hielo grueso y terso de estas calles, escribe Benjamin, pero nada en él es inocente. En el texto escribe sobre cómo Moscú vuelve a la infancia a quien trata de caminarla porque uno se resbala, se pierde, se pega contra el suelo. En su recuerdo de infancia en Berlín escribe: Ahora que aprendí a caminar, no puedo volver a aprenderlo. Es un texto sobre el olvido que dice: Tal vez lo que le confiere peso y gravidez a lo olvidado no sea otra cosa que el rastro de los hábitos desaparecidos en los que ya no podemos hallarnos. Tal vez el secreto que lo hace perdurar sea la mezcla con el polvito de nuestros caparazones derruidos. Tengamos en mente estos dos elementos –el hielo y el olvido de lo que aprendimos una sola vez– y ahora vayamos a su idea de lo político. La política resulta que es como dar un primer paso. Es sorpresivo como todo acontecimiento, pero a diferencia del resto de los pasos que constituyen el caminar, el primero es brusco, precipitado y trepidante. El primero delimita un lugar pero todavía no señala ni un progreso ni un retroceso. Esa es la lógica del acontecimiento, pero también de la voluntad política: delimitar un lugar con un nuevo actor que se pone de pie. Es, por supuesto el pueblo, que no es como dice el ex consejero del INE que hace apenas unos años había argumentado que no existía y que ahora lo confunde con toda la población de un país. No, el pueblo es quien elige el lugar de los más débiles justo cuando se deciden a confrontar a las élites abusivas. No es el Inegi. El pueblo es ese lugar desde el lenguaje que enuncia el conflicto social entre el uno por ciento y el resto.

Pero sigamos con Benjamin. Como escribe el filósofo Peter Fenves sobre esta peculiar metáfora de Benjamin: La politización, entonces, podría entenderse como el proceso que rectifica la falta de elegancia de ese primer paso crítico. Se le brindan barandales y se lo transforma en un programa reconocible, que conecta puntos de partida con destinos finales, premisas y conclusiones.Y agrega: Una sinopsis del lugar de acción de las masas. Es decir, trazar una ruta y, entonces, el caminar adquiere sentido. Por ello –adivino– la oposición usó la palabra deriva para retratar su furia contra el primer gobierno de la 4T, negando que tuviera una dirección.

Hielo resbaloso, olvido, y politización, serán los elementos aparentemente dispares de los que se vale Benjamin para crear una imagen nueva. Ahora, volvamos a la actual coyuntura donde existe una atmósfera de la crisis de la idea de continuidad. El problema es qué hacer para conservar a un movimiento moral y plebeyo como el obradorismo.Parece que algunos de sus dirigentes optarían por el método de incluir a la otrora oposición, siempre y cuando se comprometan a actuar con los principios de no robar, no mentir, no traicionar. Pero hay otra parte, en la cual me incluyo, que piensa que la mejor forma de sostener la fuerza del movimiento es acelerando la transformación. Los lastres internos ayudarían tan solo a los que piden moderación, es decir, que se destruya desde dentro el proceso político. Los politizados, los que han puesto un primer pie y se echaron a caminar sobre el hielo resbaloso, no piensan olvidar, como se nos olvida cómo se sintió ponerse por primera vez en pie, aunque ya no puedan volverlo a aprender. Y, entre su memoria colectiva, se acumulan los personajes públicos que no les permitían, no sólo ponerse en pie, sino que incluso les negaron la banqueta de la calle: fueron excluidos de saber y opinar de política porque no sabían. Ahora cuentan con barandales y un destino de llegada, sobre el que quizás le haga falta a toda la izquierda latinoamericana pensar y discutir.

Escribo este último punto porque tal pareciera que no basta con contener los horrores del neoliberalismo, y queda aún corto el punto de llegada de una nueva forma de hacer política en una democracia que se politizó y se echó a andar. A lo mejor están claros tanto el nuevo modelo económico y la victoria cultural, pero queda por definir la nueva forma de hacer política, con su profunda obligación moral. Usando la metáfora quizás un poco de más, habría que dejar en el camino a quien se anda resbalando por ayudar a quienes, de entrada, jamás quisieron que aprendiéramos a caminar.

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