México
es uno, pero también son varios. El D.F no es Nayarit, Michoacán se
diferencia de Yucatán. La tardía incorporación histórica a México (como
en caso de Chiapas), la debilidad constante del Estado y la falta de
comunicaciones son algunas de las causas de que México, sin ser jamás
realmente federal, no llegase tampoco a ser un país centralizado.
Es
ridículo, por lo tanto, creer que se trata de un gato gris y que las
mismas medidas y tácticas son válidas para cada una de las regiones o
estados. Porque de lo que se trata es de ayudar a desarrollar la
independencia política y la autoorganización de los oprimidos según sus
experiencias locales y no de engrosar los votos de un partido aunque en
el mismo milite mucha gente valiosa y además sea la esperanza de muchos
sectores populares.
Es cierto que “en general” una gran
cantidad de mexicanos se resignan al desastre que les ha caído encima
y, cuando mucho, están dispuestos sólo a poner su protesta en la urna.
Pero adaptar la propia táctica a eso es seguir oportunistamente un
proceso que no se intenta modificar, desconocer que los que osan actuar
e innovar crean y difunden conciencia y organización, dan ejemplos y
elevan la moral de los demás y siempre modifican la visión estática de
los autodenominados “realistas”.
Después del fraude de 1988 y
de los asesinatos de perredistas en el gobierno de Salinas ¿sólo
quedaba esperar la elección siguiente? Los zapatistas, en 1994, con su
NO demostraron que era posible oponerse sin ser aplastados a pesar de
su poca fuerza militar porque reanimaron a los oprimidos y les hicieron
dar un salto histórico en su visión de sí mismos.
“En el
principio no fue el Verbo sino la Acción”. A condición, es obvio, de
que la acción corresponda a lo que están haciendo ya centenares de
miles de campesinos, comunitarios, indígenas, trabajadores como los
guerrerenses. Es decir, autoorganizándose, formando cuerpos e
instituciones democráticas y comunitarias, autonomizándose,
construyendo gérmenes de poder popular.
Sí, pasar del “¡Fuera
Peña Nieto!” a la consigna pasiva de abstención en todo el país es un
gran retroceso. Pero el mismo fue favorecido porque MORENA, en contra
de la voluntad de luchar por un cambio social de cientos de miles de
sus integrantes, quedó entrampado en los esfuerzos por llevar agua al
molino electoral. Sí, la abstención es negativa porque aunque casi todo
México se abstuviera, bastaría el voto de Peña Nieto y el de unos pocos
más para conservarle el poder a la oligarquía. Pero pretender acabar
con ese poder mediante elecciones limpias, en México, es igualmente
utópico y pasivo. En cambio, el boicot activo a las elecciones y la
autoorganización de poder popular sobre bases municipales y
comunitarias hoy es posible en Guerrero y en parte en Michoacán con sus
autodefensas o en Oaxaca con la experiencia de la APPO. ¿Por qué
debería subordinarse este proceso a lo más conservador y atrasado en
otras partes del país?
Todos los cambios importantes en
América Latina no se debieron a que primero se instauró un gobierno
democrático sino a que primero fue derribado el gobierno reaccionario
por la acción de masas, que hizo posible luego elecciones, el gobierno
popular y una Constituyente. En Bolivia fue la guerra del agua y la del
gas la que derrocó al presidente y condujo llevó a elecciones limpias y
al gobierno de Evo Morales que convocó la Constituyente. Hugo Chávez
derrocó al gobierno tras un levantamiento popular conocido como
Caracazo. No es serio plantear, para reforzar la primacía que tendría
la construcción de MORENA sobre la autoorganización de los oprimidos,
que lo que es posible en Grecia con Siryza o en España con Podemos
también lo es en México. Ni en Grecia ni en España se han sucedido los
fraudes electorales descarados como los de 1988, 2006, 2012. Ni en
Grecia ni en España ningún presidente “constitucional” mató más de 500
cuadros opositores ni carga sobre su conciencia decenas de miles de
asesinados y otros tantos desaparecidos. No hay que olvidar además que
Siryza pasó del 4 por ciento al casi 36 sobre la base de 10 huelgas
generales y de continuas movilizaciones no electoralistas, que MORENA
no promueve ni apoya activamente.
México, por otra parte, no
tiene fronteras con Suiza sino con Estados Unidos del que forma parte
de hecho. Simplemente, el imperialismo y el capital transnacional que
controlan México jamás aceptarán un gobierno democrático salido de las
urnas. Sólo podrían ser obligados a tragarse un gobierno popular
apoyado por movilizaciones masivas. MORENA, si quiere ser útil, no
puede inspirarse en los modelos fracasados. El PSUV no es un partido
sino una mera máquina electoral ya que no tiene vida interna
democrática y ex ministro chavista Navarro está llamando a una rebelión
de las bases para salvar la revolución. El PT brasileño tampoco es un
partido por las mismas razones como lo demuestra su corrupción y los
gobiernos de Brasil o de Argentina están lejísimo de ser modelos para
México.
En Guerrero -insisto, en este estado, por ahora- y
allí donde también existan elementos de poder popular, es posible
boicotear las elecciones. Boicot no significa sólo no votar sino
impedir la votación y sustituirla por medidas superiores, como
decisiones de asamblea para todas las cuestiones importantes, policías
comunitarias, asambleas municipales que gobiernen, redes de poderes
locales que legislen y establezcan otro orden.
En la historia
de Guerrero, como en la historia reciente de la APPO oaxaqueña, está
presente el intento reiterado de crear poderes populares y
autogobernarse. Si en Guerrero el boicot tuviese esas características
se extenderá sin duda posteriormente a otras partes del país. Por
supuesto, el gobierno fantoche podría militarizar la región y nombrar
autoridades que no representen a nadie. Pero el golpe político-moral
que sufriría su imagen y el avance de la organización popular serían
muy grandes.
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