Editorial La Jornada
Un
extenso grupo de escritores, artistas y periodistas de varios países
reveló una misiva dirigida al presidente Enrique Peña Nieto en la que
demanda el rápido y efectivo esclarecimiento de los asesinatos
perpetrados el pasado 31 de julio en un departamento de la colonia
Narvarte de esta capital, cuyas víctimas fueron el fotorreportero
veracruzano Rubén Espinosa, la estilista Yesenia Quiroz, la modelo Mile
Virginia Martín (de nacionalidad colombiana), la empleada doméstica
Alejandra Negrete y la antropóloga Nadia Vera.
En la carta, firmada entre otras personalidades por los escritores
estadunidenses Noam Chomsky y Paul Auster, el indo-británico Salman
Rushdie, el nicaragüense Sergio Ramírez, la canadiense Margaret Atwood,
los mexicanos Juan Villoro, Lorenzo Meyer y José Agustín, el director
ejecutivo del Comité para la Protección de Periodistas, Joel Simon, la
periodista estadunidense Ariana Huffington y los cineastas Guillermo
del Toro y Alfonso Cuarón, se señala que
las estadísticas de impunidad en los casos contra periodistas son alarmantes.
Hace énfasis en la necesidad de investigar,
sin contemplaciones, a
los funcionarios estatales y municipales que se puedan haber visto involucradosen ésta y otras agresiones contra informadores, y recuerda que desde la llegada al cargo del actual gobernador de Veracruz, Javier Duarte, en 2010, en esa entidad
las amenazas, los maltratos y los asesinatos de periodistas han alcanzado cifras sin precedentesy en todos los casos
se ha desechado como línea de investigación judicial el ejercicio profesional de las víctimas. El documento señala como causas de
la extrema vulnerabilidaden la que desempeñan su trabajo los informadores en el México actual a
las organizaciones criminales, los funcionarios de gobierno corruptos y un sistema de impartición de justicia incapaz siquiera de determinar la responsabilidad de los asesinos.
Los reclamos son fundados, no sólo por el alto número de periodistas
asesinados en el país durante el sexenio anterior y en lo que va del
actual, sino también porque la gran mayoría de los crímenes
correspondientes no han sido esclarecidos; al contrario, las
autoridades encargadas de procurar justicia han buscado en forma
regular desviar las investigaciones hacia circunstancias ajenas al
trabajo informativo de las víctimas.
El
caso de los cinco asesinados en la colonia Narvarte el último día del
mes pasado es paradigmático a este respecto. Desde un primer momento la
procuraduría capitalina buscó introducir factores poco verosímiles en
la investigación –el supuesto robo como móvil del crimen, por ejemplo–,
restó importancia al hecho de que dos de los ejecutados habían recibido
reiteradas amenazas por su trabajo en Veracruz; proporcionó datos
inexactos a la opinión pública, permitió la filtración de nombres de
las víctimas y hasta de fotos denigrantes de la escena del crimen y
buscó centrar la atención en la ocupación y la nacionalidad de una de
las víctimas –la colombiana Martín–, en lo que la opinión pública
percibió como un intento por vincular el episodio a un asunto de
narcotráfico.
Lo cierto es que la Federación y los gobiernos de Veracruz y el
Distrito Federal fallaron en su obligación de proteger la vida de un
periodista y una activista social que habían declarado de modo
reiterado que se encontraban en riesgo de muerte, y que a más de dos
semanas de ocurrido el crimen múltiple la autoridad capitalina sólo ha
logrado consignar ante tribunales a uno de los sospechosos y ni
siquiera ha podido ofrecer una explicación convincente de lo ocurrido.
En suma, los asesinatos de la calle Luz Saviñón y los extravíos en la
pesquisa subsecuente han puesto en evidencia un nuevo y exasperante
quebranto al estado de derecho en el país y, en, particular, en la
ciudad de México, la cual, como señala la carta comentada,
era considerada uno de los últimos lugares seguros para el ejercicio periodísticoen el territorio nacional.
Por último, el documento referido confirma que, en tanto las
instituciones nacionales sigan siendo incapaces de garantizar la
seguridad de los ciudadanos, periodistas y activistas o no, y mientras
las entidades encargadas de procurar justicia sigan dando muestras de
falta de voluntad política y hasta de sensibilidad, es inevitable que
el crimen de la Narvarte profundice la mala imagen gubernamental de
México en el extranjero, como ha venido ocurriendo en los casi 11 meses
transcurridos desde la agresión contra estudiantes normalistas en
Iguala, que dejó saldo de seis asesinados, dos heridos graves y 43
estudiantes desaparecidos, y cuyo paradero no ha sido dilucidado en
forma verosímil.
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