“En esta entrega les contaré un poco de la
historia de la maestra Rogelia González Luis, una mujer de izquierda que
ha marcado la vida de un sin número de mujeres y sus familias en las
comunidades indígenas en Oaxaca”
México, 06 jul. 20. AmecoPress/SemMéxico.- Uno
de los principales obstáculos que encuentran las mujeres que deciden
ejercer sus derechos político-electorales y luchar por una mejor vida
para ellas y sus comunidades, tiene que ver con la discriminación y la
violencia política por razón de género que se ejerce contra ellas.
Así como las simulaciones que se hacen de la paridad, cuando
en ocasiones las cuotas de género son consideradas como un reparto
patrimonialista y familiar, donde mujeres con cualidades y trayectoria
en la defensa de los derechos humanos y de sus comunidades simplemente
no figuran.
Por ello me pareció buena idea hablar de aquellas mujeres que han
representado un hito histórico en la sociedad de su comunidad y del
país, quienes con su esfuerzo y determinación han empujado a otras
mujeres a luchar por sus derechos.
Mujeres que desde mi perspectiva deben ser la opción real para ocupar el 50% de los puestos estratégicos de gobierno.
Es así que, en esta entrega les contaré un poco de la historia de la
maestra Rogelia González Luis, una mujer de izquierda que ha marcado la
vida de un sin número de mujeres y sus familias en las comunidades
indígenas en Oaxaca.
Mujer indígena que a pesar de las carencias y dificultades que ha
enfrentado a lo largo de su vida, ha tenido la capacidad resilente para
superar las carencias, obstáculos y la vida dolorosa que desde niña
padeció, proveniente de Juchitán Oaxaca y de una familia de mujeres
indígenas, Rogelia aprendió la fortaleza que su abuela le inculcó.
La violencia familiar y las vejaciones que sufrió por el hecho de ser
una mujer joven e indígena, fueron el motivo para luchar por sus
derechos humanos, por los de su hija y por los de todas las mujeres de
su comunidad, su determinación, su coraje e indignación, propiciaron que
esa mujer que consideraron diferente se levantara y transformara su
vida.
Y es así como a partir de los años setentas, comenzó a luchar contra
la represión estudiantil, movimiento en donde fueron asesinados,
masacrados y desaparecidos miles de estudiantes y mujeres con las que
compartió espacio, situación que para ella representó un conflicto
político y antidemocrático que afectó a los pueblos originarios de donde
ella provenía.
La lucha ante la represión, la injusticia y en especial el
acaparamiento de tierras que hacían los terratenientes de la zona, el
sufrimiento de las personas por la falta de recursos mínimos básicos,
aunada a la situación de marginación, discriminación y exclusión que
pueblos indígenas sufrían, hizo que la profesora Rogelia decidiera
luchar por sus derechos a través de la vía electoral.
Por primera vez los pueblos originarios y en especial las mujeres
tuvieron la oportunidad de participar en los procesos electorales; sin
embargo, las cosas no fueron fáciles, el desconocimiento que el Estado
en turno hizo de sus derechos provocó que Rogelia junto con su comunidad
tuvieran que enfrentar un estado de sitio, en donde muchas mujeres
fueron encarceladas, violadas y masacradas en cuarteles militares.
La represión brutal contra la comunidad indígena trajo consigo la
desaparición forzada de compañeros y líderes políticos que hasta la
fecha no han sido presentados con vida. Tal abuso suscitó que la
comunidad nacional y en especial Amnistía Internacional pusieran sus
ojos en Juchitán.
Pero en su lucha social nunca estuvo sola, la solidaridad por parte
de personas aliadas como Rosario Ibarra, Carlos Monsiváis, feministas
como Cecilia Loria, Adriana Luna Parra y otros intelectuales de nivel
nacional e internacional la impulsaron a no darse por vencida.
Las ganas de luchar por el bienestar de su comunidad y en especial de
las mujeres indígenas, la hizo sumarse junto con varias mujeres de su
comunidad y del sureste mexicano en el levantamiento armado del EZLN, el
abandono y la discriminación por parte del gobierno las empujo a
levantar la voz y caminar por todo el territorio nacional.
Andar que no terminó ahí, pasar por la lucha magisterial y lograr
como mujer indígena una dirección estatal, le permitió ver las
necesidades de las comunidades y barrios de Oaxaca, ver a los niños
desnutridos, con carencias y víctimas de la violencia familiar producto
del consumo del alcohol, le dio aún más fuerzas para dar la batalla en
el ámbito electoral y trabajar a través del cabildo para lograr un
desarrollo que asegurara la paz en toda la comunidad.
Ella es muy enfática en reconocer que las principales aliadas que ha
tenido a lo largo de más de 25 años de lucha social han sido las mujeres
feministas, que le permitieron identificar las necesidades de las
mujeres y la urgencia de hacer valer sus derechos humanos, pero sobre
todo el feminismo le hizo ver la gran desigualdad en la que las mujeres
indígenas vivían respecto de los hombres.
El feminismo la habilitó trabajar desde un enfoque de género y
cuestionar el trato que se le daba a las mujeres, tarea que no le fue
fácil debido a la cultura de machismo que se vive en su entidad.
Y aun sabiendo el costo social y político que implicaba asumirse como
feminista y trabajar sobre una agenda de género, tuvo que padecer y
resistir la exclusión por parte de sus compañeros de magisterio y de
partido político.
Pero no todo en su vida han sido tragedias, la fortaleza que le
inculcó su madre y abuela, el aprendizaje que le dieron las personas que
caminaron a su lado en la lucha social por el reconocimiento de los
pueblos originarios y de los derechos de las mujeres indígenas, le
permitió demostrar a su comunidad y a sus compañeros que una mujer
indígena, feminista y determinada puede lograr el acceso a un puesto de
representación popular.
Lograr un puesto como síndica y una regiduría, también le permitió
demostrar a los hombres de partidos y de gobierno, que se puede incidir
positivamente en las comunidades indígenas si se lleva una agenda de
derechos humanos y con perspectiva de género.
Fundar el Centro de Apoyo y Atención a la Mujer Istmeña “Rosario
Ibarra”, la Asociación Civil Mujeres 8 de Marzo, la Casa de la Mujer
Indígena, la Casa de Transición para Mujeres Indígenas y el Refugio para
Mujeres Indígenas Víctimas de Violencia Familiar, le ha permitido
brindar herramientas, apoyo, seguridad y adelanto a las mujeres
oaxaqueñas.
Sin embargo, esto no ha sido suficiente para su Municipio y Estado,
la falta de apoyo para incidir en políticas públicas y desarrollo
económico, le ha frenado en su objetivo de lograr el adelanto, la
inclusión y la paz en los pueblos originarios de Oaxaca.
Pero también la falta de apoyo económico y partidista le ha impedido
ascender en el ámbito político, el no poder avanzar más allá de una
regiduría y no poder incidir a favor de su comunidad desde un puesto
estratégico de gobierno o de representación por cuestiones de
discriminación e invisibilización, ha sido el tope que se le ha impuesto
a su trabajo en favor de las mujeres indígenas.
Situación que no es ajena para otras mujeres que se han atrevido a
desafiar a los partidos en donde militan, ni para las mujeres que en su
activismo han tenido que luchar contra una estructura social que no mira
y que no escucha a las personas que padecen la falta de privilegios.
Contar la historia de mujeres que han incidido de forma positiva en
la sociedad, puede ser un paso para que la ciudadanía conozca su trabajo
y exijan de sus gobiernos mejores resultados de los que dan algunos que
solo ostentan el poder para beneficiarse.
Para terminar, me basta decir desde mi particular opinión que mujeres
como Rogelia González Luis son las que deben ser consideradas por los
partidos políticos y por los gobernantes de cada entidad, para cubrir el
50% de las candidaturas y de los puestos de gobierno. Las mujeres y en
especial las originarias de pueblos indígenas necesitan tener una
verdadera representación.
La reforma de la paridad en todo, nos está dando la oportunidad de
generar mejores condiciones para la inclusión de todas las personas,
desaprovechar esta oportunidad puede ser el paso con el cual se
retroceda en la lucha por los derechos humanos.
Foto: Archivo AmecoPress.
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