Escrito por Lucía Melgar Palacios
CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta
En memoria de Sergio González Rodríguez, cuya voz sigue haciendo falta 5 años después
Concluida la extraña consulta de “revocación”, urge que el gobierno y la oposición se ocupen de los asuntos que sí importan a la ciudadanía. En vez de imaginarse como héroes de gestas “históricas”, es hora de que los gobernantes escuchen las historias reales que conforman la vida y la experiencia cotidiana de millones de personas. Esa es la historia que importa, la que cuentan la gente común, los vencidos, como escribiera Ricardo Piglia, no la “Historia” sesgada que quienes detentan el poder pretenden confundir con la verdad.
El triunfalismo del discurso oficial resultaría risible si no evadiera y velara la dureza y crueldad de la realidad para millones de personas, el ambiente de incertidumbre que en el contexto de inflación y potencial escasez pesa sobre todos y la inseguridad que ronda la vida de mujeres y hombres expuestos a la desaparición, el asesinato, el feminicidio y atrocidades como las masacres.
La violencia no cesa, se expande y agudiza. Hiere y mata a personas, familias y comunidades, corroe la vida de todos, aun de quienes se esfuerzan por negarla o pasarla por alto. El fin de semana pasado, en Tultepec, fueron asesinadas por lo menos 8 personas, incluidos niñas y niños; una más de las masacres sin fin que cubren de sangre este país. Siguen desapareciendo niñas y mujeres, algunas son encontradas asesinadas, otras vuelven dañadas, muchas no vuelven; sus familias, no las autoridades, las siguen buscando.
La violencia no sólo acaba con la vida o la salud y la tranquilidad de quienes la padecen directamente; sus efectos contaminan también la percepción y las actitudes de quienes “sólo” se enteran de ellas por los medios o las redes sociales. La normalización de la violencia no es una frase hecha, es un fenómeno que afecta la convivencia y el juicio de muchos.
Pensemos, por ejemplo, en el reciente asesinato de Victoria Guadalupe Rodríguez, asesinada en Querétaro con tal sólo 6 años. Fue a la panadería cerca de su casa y presuntamente un vecino se la llevó y la mató. A las condolencias de muchos, se añadieron en redes sociales críticas a los padres por dejarla salir sola. ¿Qué es lo anormal? ¿Que una niña camine sola por un rumbo conocido unos minutos? ¿O que ni siquiera en su propio barrio pueda dejársele sola a ella o a ninguna niña, niño o adolescente? ¿Por qué no se cuestionan la inseguridad y la impunidad que impiden llevar una vida que en otros países todavía es regla – aun con excepciones?
La normalización de la violencia va de la mano con la negligencia de unas autoridades que han hecho de la impunidad su sello. Esta negligencia criminal pone en duda la vigencia del Estado de derecho (ya pisoteada por las más altas autoridades del país). Así lo demuestra el terrible caso de Irene y su hija en Chimalhuacán donde fueron policías quienes privaron de la libertad, drogaron y violaron en 2019 a la niña, entonces de 13 años, y, este 1ero de abril, secuestraron y torturaron a su madre por haber denunciado la violación y subsecuentes agresiones contra ambas en su casa.
¿Cómo puede seguirse tolerando el altísimo grado de violencia misógina en Chimalhuacán y en todo el Estado de México? ¿Cómo pueden dormir la fiscal especializada y demás gobernantes de ese lugar si saben que su propio personal policiaco y judicial viola, tortura y aterroriza. ¿Cómo pueden seguir viviendo con la sombra constante del feminicidio y la violencia misógina en Chimalhuacán?
Leemos con horror que han desaparecido decenas de mujeres en Nuevo León. Colectivas feministas protestan por el feminicidio de María Fernanda Contreras, cuya desaparición sus padres denunciaron enseguida, sin que la policía actuara de inmediato, argumentando que no podían catear una casa sospechosa sin orden previa. Como si nunca jamás eso sucediera en México. Tal vez podrían haber salvado a María Fernanda. Como si esta desidia infame no bastara, las mujeres que protestaron por este crimen y exigieron la destitución del secretario de seguridad estatal fueron reprimidas. Por hartazgo y rabia quemaron la puerta del palacio de gobierno. Esa fue la nota para medios que no entienden nada de violencia institucional y creen útil enfatizar la violencia reactiva de las chicas.
¿ Y las autoridades alternativas de Nuevo León y Monterrey? Como gran nota, el Norte informó el domingo que el gobernador participaba en la búsqueda de Debanhi Susana Escobar. Con su esposa, García acudió a la carretera donde la chica desapareció (El Norte, 10 de abril). ¿Oportunidad para la foto? El cinismo de cierta oposición también indigna.
Anunciar como solución mágica la creación de un grupo especial para investigar desapariciones, como lo hizo este mismo gobernador el lunes 11, tal vez para atajar la ola de indignación provocada por las desapariciones y la represión contra las manifestantes, también es cinismo. ¿Qué va a cambiar si no cambian los encargados de seguridad? ¿Quiénes entrenarán al personal? ¿Qué política de prevención se ha diseñado? ¿Se tienen indicios de quiénes desaparecen a las mujeres?
Para que las familias y comunidades dejen de vivir el tormento de la violencia extrema, para crear un presente y futuro viables, urge una profunda rectificación del gobierno y una toma de conciencia y acción de la “oposición” y la sociedad. No están en juego la “Historia”, ni la sucesión de 2024, está en juego la vida, que no es ni puede ser sólo sobre-vivir en medio del horror.
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