Marchan miles contra EPN, el IFE, la compra de votos y Televisa.
Foto: Alejandro Saldívar
Foto: Alejandro Saldívar
Por más que exista una operación mediática para minimizar el impacto de las movilizaciones, para inducir ahora la “infiltración” del movimiento #YoSoy132 o para revivir a Diego Fernández de Cevallos –primera plana en Milenio Diario y sus noticiarios–, para atacar a López Obrador por “violento”, la realidad es que las movilizaciones se gestan de manera intensa y desde redes horizontales difíciles de romper con el discurso oficial o desde un aparato de opinión pública, herido de muerte en su credibilidad.
He aquí una selección de estampas e imágenes, a manera de una crónica de la tercera megamarcha “contra la imposición” y antiPeña Nieto que se registró en la Ciudad de México, y las réplicas en otras 30 ciudades del país.
No a la Imposición
Una palabra se distingue entre las mantas más grandes de los contingentes variopintos que llegan desde Los Pinos al Ángel y marchan sobre la avenida Reforma hasta el Zócalo capitalino: “No a la Imposición”.
Imposición es una palabra fuerte, que se contrapone al de “elección” y se emparenta con el fraude.
En el rechazo a la imposición aún se deja abierta una rendija para que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación realice su trabajo. Pero no hay ilusiones. La mayoría de los más de 80 mil manifestantes de la Ciudad de México intuye que todo el aparato institucional va hacia la Imposición.
Un hombre disfrazado de orangután sintetiza así su mensaje al tribunal: “No te vendas como el IFE”. Una combi, adornada con corcholatas de refrescos, en colores vivos y llamativos, se transforma en una instalación rodante en contra de la imposición. Los colectivos de Morena Cultura, Arte por la Izquierda y muchos otros también tienen un reclamo en común: “No a la Imposición”.
La ironía que simboliza la molestia
Esta es la marcha de las máscaras, de los disfraces, de los miles de pancartas y cientos de consignas que cargan sus baterías en contra del discurso cerrado, hermético, burocrático de las elecciones “limpias y transparentes”.
Nunca como en ésta, hay una explosión de creativdad, de ingenio e ironía. Los símbolos del fraude están en todas partes. Hay una “instalación” en una de las calles laterales de avenida Reforma para ilustrar cómo “lavaron” el dinero y las elecciones: la tienda Soriana se vuelve un símbolo del fraude.
Un grabado espectacular, con un charro triste, con rostro de muerte, es un mensaje brutal de la decepción que grita por las calles: “¡Fuera Peña! ¡Fuera Peña!” y “México, sin PRI, México, sin PRI”.
De nuevo Televisa funde su logotipo con el copete y la palabra “fraude” en cientos de carteles. Un hombre disfrazado de militar nazi, con una pancarta roja, desde la escalinata del Ángel de la Independencia, ilustra cómo los medios alineados a Peña Nieto crean un consenso goebbeliano.
Al lado está un hombre disfrazado de Benito Juárez, portando un lábaro patrio, mirando impasible los contingentes que vienen desde Los Pinos.
Y una pareja se disfraza de Enrique Peña Nieto y de Angélica Rivera para sintetizar el “verdadero matrimonio del fraude”: el PRI y Televisa.
Vuelven las máscaras de Salinas, casi en el mismo número que las de Peña Nieto. Y a Calderón sólo lo mencionan como “traidor” o “cómplice” del fraude.
Mensajes Internacionales
Buena parte de los asistentes ya no sólo le habla a los medios de comunicación mexicanos. Pancartas en inglés, francés, alemán y hasta en ruso lanzan sus mensajes a una prensa internacional que para muchos es el último reducto de exhibición del fraude que se ha gestado.
Dos jóvenes con máscaras, sobre la avenida Juárez, portan un cartel informativo. Es un mensaje del colectivo Anonymous a todo el mundo. Otros se dirigen a Barack Obama y muchos hacia las embajadas que han dado su reconocimiento a Peña Nieto sin haber terminado el proceso de calificación electoral.
Incluso, el colectivo Arte por la Izquierda marcha con unos aros olímpicos. Es un mensaje hacia Londres, sede de la próxima Olimpiada, la próxima pasarela mediática donde habrá resonancia de la crisis poselectoral mexicana.
“La Presidencia no se compra”
Junto con la palabra “imposición”, ríos de ciudadanos tienen otra certeza: “compraron la elección” a través de todos los recursos monetarios, mediáticos e institucionales. ¿Cómo los puede convencer el discurso burocrático del IFE, rebautizado desde hace dos marchas como el Instituto del Fraude Electoral?
“PRI, podrás comprar la cama, no el sueño”, reza una pancarta.
“Un país de ovejas, engendra un país de lobos”, advierte otro cartel.
“¿Quién va a pagar los platos rotos de las elecciones sucias del PRIAN? Yo no”.
“La Presidencia no se compra. No a la Imposición”, se lee en la manta más grande que marcha con los contingentes variopintos.
#YoSoy132 más allá
En una silla de ruedas, una mujer elegante, vestida de un verde esperanza, sintetiza en la glorieta del Ángel su sentir y el de miles:
“#YoSoy132. Es la sangre nueva que anhela un México mejor”.
El #YoSoy132 es una identidad, una consigna y un símbolo en sí mismo. Y no se limita al colectivo universitario que surgió hace 80 días. No se deja amedrentar por los mensajes nada velados e intimidatorios: “El #YoSoy132 ha perdido su pureza, ha sido infiltrado”.
¿Quién infiltró el #YoSoy132? Para el discurso del poder, son “los violentos”: los de Atenco, los de la APPO, los ultras, los radicales, el SME, los machetes, los pasamontañas. Es la típica maniobra provocadora: el violento acusa a los adversarios para justificar las medidas de fuerza.
Aquí nadie habla de violencia armada. Aquí se reclama la anulación o invalidación de unos comicios.
Aquí no han entendido que la lucha cívica contra el fraude es una batalla cultural ganada por una sociedad movilizada. ¿Dónde están las otras voces? ¿Los que hablan de un triunfo “impecable”? Agazapados, algunos porros, revestidos de legisladores, atacan en redes sociales. Y otros, como en Oaxaca, justifican la violencia.
La marcha en 25 ciudades
“El país no es como el Distrito Federal”, solía decir el dirigente nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, para minimizar las protestas. Todo se trata de una “conjura capitalina”.
Y por tercera vez se observó que no es cierto. La marcha más grande transcurre en el Distrito Federal, pero en forma simultánea en otras 25 ciudades salen a protestar en contra de la “imposición” de Peña Nieto.
En Monterrey, ciudad castigada por la violencia y el calor, vuelven a salir decenas de colectivos de la Plaza del Colegio Civil a la Explanada de los Héroes.
En Guadalajara marchan con máscaras de cochinos. Y en Toluca, el epicentro del poder peñista, también demuestran que no serán acallados. Lo mismo en Torreón, Tijuana, Pachuca, Mérida, Cancún, Puebla, Veracruz, Xalapa, San Cristóbal de las Casas y hasta el puerto eternamente priista de Campeche.
En Oaxaca y León detienen a cerca de 30 jóvenes integrantes del #YoSoy132. En esa entidad aprehenden a David Venegas, el Alebrije, integrante de la organización Voces Oaxaqueñas Construyendo Autonomía y Libertad, el mismo colectivo que coreó consignas contra Peña Nieto, en su desafortunado mitin en la Plaza de Armas de la capital oaxaqueña.
En León, siete integrantes del movimiento también fueron detenidos por policías municipales.
“Quieren romper la primavera mexicana”, dice uno de los manifestantes oaxaqueños. Quieren teñir de violencia lo que es una insurgencia cívica contra un fraude que no termina de documentarse.
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