FRAGUA
En esta enorme
ciudad somos tantas personas que es muy fácil que todos los días nos
encontremos con una gran cantidad de gente cansada de tanto show,
tanto circo, maroma y teatro de los políticos. Estamos realmente
enfurecidos, hartos de la ineficiencia del trabajo de los funcionarios,
los diputados, los senadores, los delegados, los gobernadores y el
presidente. Pero lo peor de todo es que dicen que hacen, que se están
resolviendo los problemas, pero sólo dan largas y largas, nunca hay
solución, no hay castigo a los culpables de los crímenes contra el pueblo, contra los trabajadores.
En cierto lapso de tiempo parece que la gente vive en paz, sin embargo,
sabemos lo que está pasando, la violencia se ejerce en silencio, fuera
de la vista de las personas: una golpiza aquí, un despojo allá, uno más que muerde el polvo,
al fin que nadie se queja. Pero siempre hay “una gota que derrama el
vaso” y, cuando ese momento llega, los afectados no pueden seguir
callados, aunque muchos otros empiezan a gritar y maldecir a la gente
que sale a luchar por sus derechos, que va a una marcha, que hace algún
plantón, gritándoles: “¡pinches maestros, otra vez! ¡pónganse a
trabajar!”. Ésta es la cantaleta favorita.
La televisión nos
dice que los maestros son unos huevones, que son unos burros, por eso no
quieren hacer examen, no quieren ser “evaluados”, que si la evaluación
es “para mejorar la calidad de la educación”, que si esto, que si el
otro… ¿cuántas de estas personas saben cuáles son las condiciones que se
tienen para recibir clases en las montañas? ¿cuántos sabrán lo que
significa dar clases en lengua indígena? Ah, pero eso sí, los
políticos viven llenando sus barrigas con nuestros impuestos y se dan el
lujo de decir que los maestros son unos rebeldes, que son unos flojos,
¿por qué nosotros tenemos que comprarnos y creernos completitos esos
chismes? ¿Por qué creemos a ciegas lo que nos dicen?
En la vida hay prioridades y, por ejemplo, en
vez de ponerse a crear un nuevo instituto que trabaje para dizque
evaluar a los maestros, deberían invertirse recursos en construir
escuelas dignas, y con dignas me refiero a que tengan al menos los
servicios básicos para que un maestro y sus estudiantes puedan tener una
clase y dedicarse sólo a estudiar (porque no nos van a negar que, así
como hay maestros que doblan turno, hay estudiantes que tienen que
trabajar para ayudar a sus papás).
La televisión puede matar a una persona con una sola declaración.
Todos los días las noticias nos dicen que ahora los “estudiantes
flojos” ya están de nuevo en las calles marchando y pintando todo, o que
nada más son unos cientos de personas marchando; mucha la gente lo cree
y lo hace a ciegas. ¿De verdad la gente cree que los estudiantes no
tienen la más mínima intención de terminar una carrera? ¿Y para qué
terminarla si de todos modos sus condiciones de trabajo al salir de la
licenciatura serán incluso peores que las de los demás? Debemos
tener la dignidad de luchar contra aquello que nos oprime y nos humilla.
Veamos el salario de los diputados, comparémoslo con el salario de un
obrero, la diferencia es abismal, sin embargo, ¿quién trabajará más?
¿quién aporta más a la sociedad? ¿De verdad el diputado tendrá la
capacidad de hacer el trabajo que se le está asignando? Si fuera así
nuestro país ya sería diferente.
Los estudiantes, los
trabajadores, todos los oprimidos y explotados tenemos la obligación de
defender nuestro derecho de tener una vida digna y eso no sólo significa
que te alcance para ir sobreviviendo, vida digna es que cada quien
trabaje según sus capacidades y reciba por este trabajo lo suficiente
para satisfacer todas sus necesidades. No es digno recibir salarios
de hambre, no es digno viajar por más de dos horas para ir a trabajar,
apretados en el transporte público, no es digno recibir medicina caduca
en las clínicas. Antes de quejarnos por las manifestaciones pensemos
en por qué no nosotros hacemos también oír nuestras voces en la
protesta, ¿o acaso no tienes nada de que quejarte? Debemos aprender del
ejemplo de los maestros. En la medida que seamos capaces de
organizarnos y de luchar por nuestros derechos y los de todos los
trabajadores, podremos alcanzar una vida digna para nosotros, para
nuestros hijos y todo el pueblo trabajador.
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del No. 9 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 3 de agosto de 2015.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario