León Bendesky
Recién terminó la reunión de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
La versión oficial de la situación de la economía internacional se
presenta de modo sintético en las siguientes apreciaciones de la
directora gerente, Christine Lagarde.
Uno:
El crecimiento mundial se está afianzando, pero se necesitan políticas propicias para sustentar su ímpetu. La afirmación se refiere a las perspectivas a corto plazo y el remate es evidente, pues en ausencia de esas políticas el movimiento se agotará. Newton sonreiría.
Dos:
La productividad permanece estancada y las perspectivas de crecimiento a mediano plazo siguen opacadas por vulnerabilidades agudas y persistentes. O sea, cuando llegue ese mediano plazo no se sabe qué ocurrirá con dichas vulnerabilidades. Ojo: los economistas hablan con mucha soltura del corto, mediano y largo plazos, sin precisar de modo suficiente cuándo ocurren. Vivimos, sin embrago, en el corto plazo de manera cotidiana.
Tres:
La integración comercial y financiera produjo enormes beneficios, pero algunos grupos han quedado excluidos. Algunos grupos es un eufemismo. Elude identificar a esos grupos, ya sea en las economías desarrolladas, las emergentes o, de plano, las atrasadas. Evita hablar de la desigualdad, la precariedad y la pobreza que no logran abatirse a pesar del crecimiento registrado del producto y de las políticas públicas que se aplican. Cuando se alcanza algún avance, la evidencia es que no se sostiene en el tiempo. El malestar es recurrente.
Cuatro:
Algunas naciones del mundo están poniendo en tela de juicio el marco multilateral. Valdría la pena que el FMI, organismo multilateral por excelencia, junto con el BM y la Organización de las Naciones Unidas dijeran a las claras cuáles son esas naciones. Pero eso no parece ser elegante. Estados Unidos y Gran Bretaña son parte de ese grupo, y no son los únicos. También contribuyen con las cuotas.
Cinco:
Sustentar la recuperación para sentar los cimientos de una economía mundial fuerte. La conclusión no sigue la lógica del planteamiento presentado. Tan es así, que en el comunicado final de la reunión se evitó usar siquiera el término de proteccionismo que ahora enarbola nada más y nada menos que el gobierno de Estados Unidos. Era éste un momento propicio para confrontar el proteccionismo como desafío de las políticas auspiciadas por el FMI, es decir, por los mismos personajes –o sus remplazos– que se reunieron en Washington, los que plantearon la apertura comercial y financiera a ultranza.
La burocracia económica internacional de más alto nivel, que incluye a
los representantes de los países miembros del FMI, no tiene mucho que
decir. Las políticas económicas se adaptarán, sí, y México es un caso en
cuestión. Lo que no se advierte cómo es que eso soporte un crecimiento
más grande, con mayor convergencia entre niveles de desarrollo y mayor
inclusión social interna.
Así que la arenga del FMI que pretende que en la estructura
multilateral los países alcancen un crecimiento más balanceado y que
genere más oportunidades para todos no tiene asidero, es repetitiva y se
agota.
Además, ahora se añade al análisis propuesto que los gobiernos han de
anticipar los efectos del cambio tecnológico y la integración
económica, con el fin de equipar a sus poblaciones para obtener los
beneficios. Muchos objetivos de política para muy pocos instrumentos
disponibles.
Hoy, en México, parece que se ha creado cierta complacencia con las
condiciones de la economía. Como tendencia, respecto de la situación pre
Trump parece que aún aguantan. Pero dependemos de él como antes de las
exportaciones.
Hay, en este marco, cuestiones que atender. La actividad productiva
no se derrumbó. La demanda tampoco, sobre todo en el rubro del consumo.
Pero el peso es muy sensible y ni siquiera a los hechos, sino incluso a
las meras declaraciones.
Hace semanas tendía a recuperar valor respecto del dólar y apenas
repitió Donald Trump su rechazo al Tratado de Libre Comercio de América
del Norte y volvió a depreciarse. Las autoridades financieras dicen que
hay espacio para que se revalúe, basado en eso que llaman indicadores
fundamentales, pero el caso es que la volatilidad sigue, las relaciones
con Estados Unidos no se aclaran y nadie puede saber dónde quedará la
paridad.
La respuesta ha sido subir las tasas de interés, lo que cambia,
aunque sea todavía sólo de modo incipiente, las condiciones del
financiamiento: precio, cantidad, disponibilidad. Y la inflación también
ha ido en aumento. Un poco, sí, pero irremediablemente merma el poder
de compra de la gente e incide en la estructura de costos de producción
de bienes y servicios. Además, están los precios de los combustibles. La
estabilidad se sostiene, como antes, en la holgura de la economía, es
decir, en la subutilización de los recursos productivos, especialmente
la fuerza de trabajo. Ese es el argumento del banco central.
Se escuchan comentarios acerca de que Trump se dará cuenta de las
dificultades de cambiar el TLCAN, se dice, que como ocurrió con Fox, no
bastaron 15 minutos para resolver el conflicto de Chiapas. No me sumo a
esas consideraciones.
Además, tampoco comulgo con la cómoda costumbre de separar los
asuntos que afectan al país: económicos, por un lado; políticos, por
otro, y además los de índole social y de inseguridad pública. Son un
mismo fenómeno. No puedo separar la sonrisa del ex gobernador Javier
Duarte cuando fue detenido, ni la manera en que se desarrolla el caso
penal en su contra. No puedo dejar de lado que estamos ya en la
temporada electoral.
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