Ya es lugar común hablar de lenguas indígenas que corren el peligro de desaparecer y, por ende, de la necesidad de
conservarlas, promoverlas y revitalizarlas, como señalan diversos espacios institucionales, tanto dentro como fuera del país. Asimismo, es innegable la importancia de la lengua indígena como factor central en la cultura e identidad de los pueblos. Sin embargo, es necesario considerar que no podemos hacer abstracción de la lengua respecto de la situación histórica de los pueblos indígenas en relación con el Estado y la sociedad mayoritaria.
La cuestión es que desde el Estado mexicano tardíamente se prestó
relativa atención a la necesidad de considerar el factor lingüístico en
la educación. Durante más de cinco décadas se ha transitado por las
llamadas educación bilingüe, luego educación bilingüe bicultural y,
recientemente, educación bilingüe intercultural. En la práctica, se
adoptó un paradigma que entraña abordar las lenguas indígenas sin
hacerlo con el sujeto histórico portador de las mismas, esto es, los
pueblos indígenas. Este enfoque llevó al absurdo de que, por ejemplo, el
Inegi hasta muy recientemente mantuvo el criterio de que hablantes de
lenguas indígenas es sinónimo censal de la existencia de indígenas. Por
fortuna, dentro de los claroscuros del reconocimiento de derechos se ha
incluido el de autorreivindicación, que permite deslindar a la identidad
y presencia de los pueblos indígenas independientemente del grado en
que se practique la lengua originaria.
Para ubicar el telón de fondo, encontramos que Rodolfo Stavenhagen
(+) presentó un informe temático sobre educación, en 2005, en su
carácter de relator especial de las Naciones Unidas para la situación de
los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales de los Pueblos
Indígenas. En el mismo señaló que a escala internacional los sistemas de
educación formal que ha impartido históricamente el Estado o las
corporaciones religiosas o privadas han sido arma de dos filos para los
pueblos indígenas. Por una parte, han significado con frecuencia la
posibilidad para los niños y las niñas, así como para los jóvenes
indígenas, de adquirir conocimientos y capacidades que les permiten
progresar en la vida y de relacionarse con el mundo más amplio. Por otra
parte, la educación formal, sobre todo cuando sus programas, currícula y
métodos provienen de sociedades distintas y ajenas a las culturas
indígenas, ha sido también un mecanismo para la transformación impuesta y
a veces la destrucción de las culturas indígenas. Agregó que la
principal forma de discriminación en materia de educación ha sido la
tendencia de usar la escuela como instrumento privilegiado para promover
la asimilación de los pueblos indígenas al modelo cultural de la
mayoría o de la sociedad dominante.
Ya desde entonces insistió en que un serio problema es la
falta de maestros indígenas bilingües bien capacitados. Pocos son los
países, señaló, que han dado a la capacitación de maestros indígenas
bilingües la prioridad que merece. En efecto, basta considerar la
realidad en nuestro país, ya que los maestros indígenas han sido
asignados a regiones y escuelas donde se habla una lengua distinta a la
suya. La cuestión es que la política de Estado para desaparecer a los
pueblos indígenas topó con su resistencia, la cual, obviamente, ha
tenido costos. Uno de ellos está ligado a la hegemonía e imposición del
español.
No pocas veces encontramos testimonios en comunidades donde los
padres de familia se niegan a que se imparta educación en lengua
indígena, pues ellos han sufrido discriminación grave por no hablar
español. Sin embargo, encontramos, en abierto contraste, que las
comunidades que mantienen sus formas de organización y practican la
autonomía de hecho, utilizan la lengua indígena a su interior de manera
regular. O bien algunas que ya han perdido su uso, están intentado
recuperarla. Hay esfuerzos encomiables desde diversos espacios en este
sentido.
El panorama es más complejo que lo que ofrece el nuevo modelo
educativo de la Secretaría de Educación Pública, al incluir como
asignaturas en educación básica las de lengua materna, lengua indígena y
segunda lengua.
Lengua indígena. Pese a que se indica el respeto a la diversidad e
incluso se reproduce textualmente parte del artículo segundo
constitucional, se ratifica el reduccionismo de la lengua como el
universo total en la identidad de un pueblo, omitiendo que aun sin
lengua originaria un pueblo subsiste con base en otros elementos
culturales, como el territorio y su autonomía como forma de gobierno,
cosmovisión, saberes.
El llamado rescate de las lenguas indígenas tiene sentido si se
coloca como prioridad la participación en ello de los pueblos y sus
comunidades. La ONU ha declarado 2019 Año Internacional de las Lenguas
Indígenas con la finalidad de llamar la atención sobre la grave pérdida
de lenguas indígenas. Ello sucede en contextos de despojo territorial.
No lo olvidemos.
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