La Visión del Mago. Gabriel Figueroa
Gabriel Figueroa y El Indio Fernández en una filmación
“Estoy seguro de que, si algún mérito
tengo, es saber servirme de mis ojos, que conducen a las cámaras en la
tarea de aprisionar no sólo los colores, las luces y las sombras, sino
el movimiento que es la vida”.
Gabriel Figueroa. Memorias.
El cine mexicano suele
dividirse entre lo que pasó antes, durante y después de la época de
oro. Es decir, aquel periodo en que se hacían más de cien largometrajes
por año, había enormes estrellas, una base masiva de espectadores para
las exhibiciones domésticas y un mercado gigantesco en los países de
habla hispana. La Segunda Guerra Mundial y sus efectos globales al final
del conflicto, convirtieron a México en una potencia industrial de
exportación fílmica, donde además su principal competidor, Argentina, se
quedó sin recursos técnicos de los estudios de Hollywood y venta de
película virgen por su apoyo a la Alemania nazi. En ese esplendor México
hizo mucho, no todo perdurable, pero sí con algunos filmes de gran
calidad, un puñado de celebridades inmortales y, de manera
preponderante, técnicos, guionistas, cineastas y fotógrafos formidables.
Como Gabriel Figueroa.
Nacido en 1907, Figueroa sobrevivió a la Revolución y sus
convulsiones inmediatas. Un periodo aciago en el que murió uno de cada
mexicanos. Muy joven empezó a trabajar para ayudar en casa, aunque eso
no le impidió tener estudios de dibujo y música. Fue despedido del
estudio de foto fija en que trabajaba, porque su jefe quiso cancelarle
las vacaciones. Con boletos comprados y el entusiasmo de irse de fiesta
al Carnaval de Veracruz, Gabriel se quedó sin empleo, pero se abrió el
camino para horizontes en que conoce la obra de los grandes artistas
plásticos de México. Es un periodo en que llegan muchos artistas al
país. Tierra de fugados en busca de experiencias y mejores condiciones
de vida, tres retornos favorecen el posterior desarrollo artístico de
Figueroa: el de Diego Rivera, en 1921, quien mueve las bases de la
transformación cultural del país con otros muralistas y escritores; el
retorno desde Hollywood de Emilio El Indio Fernández, en 1933, y
el de Fernando de Fuentes, en 1936, con quien tuvo su primera
oportunidad como cinefotógrafo en jefe. Con los tres trabaría una
amistad muy importante y con Fernández realizaría varios de sus trabajos
de mayor éxito taquillero y prestigio internacional.Alumnos y maestros
Gabriel Figueroa es considerado ahora como el gran
maestro de los fotógrafos mexicanos. Con discípulos directos que le
asistieron en distintos rodajes y otros que se formaron estudiando su
obra, él tuvo también maestros notables, comenzando por el retratista
José Guadalupe Velasco, quien le mostró las cualidades de la distinta
iluminación de planos (Velasco tuvo el primer estudio con luz artificial
completa, cuando la mayoría trabajaba en azoteas con techos de cristal
para el uso de luz natural; aún con la propagación de las primeras
lámparas de trabajo, los fotógrafos usaban apenas alguna luz eléctrica)
con backs precisos que destacaban siluetas y rostro de las
personas, lo que años después se convertiría en los fotogramas
históricos de Dolores del Río o María Félix. Figueroa dijo que en el
trabajo de estudio con José Guadalupe, entendió las posibilidades de
crear ambientescon la luz. También aprendió de figuras como Alex Phillips, cinefotógrafo estadunidense que llegó para quedarse en México, pero el momento vital en el aprendizaje de Figueroa se dio en 1935, cuando la empresa Clasa Films (Cinematográfica Latinoamericana, S.A.) le dio una beca para estudiar en Hollywood con el fotógrafo Gregg Toland, conocido mundialmente por su trabajo en el clásico El Ciudadano Kane, (Orson Welles, 1941), una referencia obligada del cine. Siempre volvió para verlo trabajar en Hollywood, y Toland reconoció los grandes méritos de su gran alumno mexicano.
Empezar ganando
Ni en el guion más positivo podría calcularse un debut de
director de fotografía como el que tuvo Figueroa. En 1936, Fernando de
Fuentes, el llamado Padre del cine mexicano, lo invitó para hacer Allá en el rancho grande.
La cinta se convirtió en la más taquillera en la historia de nuestro
cine, se exhibió en Estados Unidos con números fantásticos y, si faltara
alguna cosa, ganó el premio a la mejor fotografía en la Mostra
Internazionale de Venecia. Desde ese primer galardón internacional,
Figueroa ganó Arieles, Diosas de Plata, los festivales de Cannes,
Locarno, Bruselas, Boston, Madrid, Karlovy-Vary, el Globo de Oro (por La Perla, -Emilio Fernández, 1949) y estuvo nominado al premio Óscar (por La noche de la iguana, de John Huston en 1965).
La mirada de Gabriel Figueroa recorre más de medio siglo en la historia de la cinematografia mexicanaFoto gramas: María Meléndrez Parada
Los números y El equipo
Aunque las estadísticas son engañosas, los números
parecen coincidir para una filmografía total de 235 largometrajes.
Gabriel Figueroa compuso con Emilio Indio Fernández, el
escritor Mauricio Magdaleno y un grupo de histriones que encabezaban
Dolores del Río, Pedro Armendáriz y María Félix, un grupo de trabajo
crucial en nuestro cine que fue conocido como El Equipo. De su creatividad y esfuerzo saldrían películas como María Candelaria (1943), Flor Silvestre (1943), Las abandonadas (1944), La perla (1943), Enamorada (1946) o Río Escondido (1947). Juntos, victoriosos y revueltos, los miembros de El Equipo, ganaron una cincuentena de premios nacionales e internacionales.
El macartismo contra figueroa
Cuando se entregó en 1991 el premio Óscar por trayectoria
al cineasta Elia Kazan, hubo una gran controversia en el medio
cinematográfico de Hollywwod. Kazan, autor de películas notables, como Un tranvía llamado deseo (1951), ¡Viva Zapata! (1952) o El último magnate (1976), delató ante el temible comité de la
Cacería de brujasdel senador Joseph R. McCarthy a ex compañeros del partido comunista, lo que le permitió seguir dirigiendo sin perder estatus. Uno de los nombres en su lista de
enemigosde los Estados Unidos fue el del fotógrafo mexicano Gabriel Figueroa, quien apoyó la huelga de cinematografistas de la Unión Americana y ayudó a artistas perseguidos, como el guionista Dalton Trumbo (miembro de los famosos Hollywood Ten, creadores del cine que ingresaron a la infame lista negra del macartismo). Figueroa había rechazado en 1950, en su fase de preproducción, hacer la fotografía de ¡Viva Zapata!, ya que el guion, con el tipo de proyección que se daba de Emiliano Zapata, no le había gustado. Aunque el guión se modificó (de hecho el resultado final de la cinta le agradó a Figueroa), el fotógrafo se negó en definitiva a tomar parte en el proyecto, aunque incluso asesoró a Kazan en el tipo de fotografía que debía utilizar. Figueroa nunca pensó que Kazan lo pondría en la lista negra. El nombre tachado del cinefotógrafo mexicano le impidió tener visa de trabajo para hacer un conjunto de películas que le había ofrecido John Ford, considerado entonces el mejor director del mundo, y quien se había maravillado con su desempeño en la cinta El Fugitivo (1947), que el mismo Ford había calificado como su película de mayor belleza plástica. Su visa de trabajo fue negada reiteradamente, la última, le impidió hacerse cargo de la cinta de John Huston El honor de la familia Prizzi en 1985.
Referencias en internet:
Twitter: @nes
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