John M. Ackerman
“Yo estoy resuelto a luchar contra todo y
contra todos sin más baluarte que la confianza y el apoyo de mi
pueblo”, respondió Emiliano Zapata a quienes cuestionaban su terca
insistencia en seguir en la brega por la justicia aún en el contexto de
las constantes traiciones de sus otrora aliados de la Revolución
Mexicana, como Francisco I Madero y Venustiano Carranza. Para Zapata, el
arte de las alianzas y los pactos cupulares, aspecto esencial de
cualquier acción política y que el líder morelense ejercía con gran
maestría, siempre debe subordinarse a los principios y la cercanía más
íntima con las bases.
Tanto Madero como Carranza finalmente dieron la espalda a Zapata y a
todo el pueblo mexicano. Ambos prefirieron quedar bien con sus amigos,
socios y familiares porfirianas que apostarle a una ruptura desde abajo
que hubiera permitido el cumplimiento pleno de las promesas
revolucionarias.
Pero el espíritu de lucha enarbolado por Zapata sigue profundamente
enraizado en la cultura política mexicana. Ni la creación, en 1946, del
partido oficial antirrevolucionario, llamado Revolucionario
Institucional por sus fundadores, ni la abierta traición, desde 1988, a
la soberanía popular y nacional por el régimen Prianista,
inaugurado por Carlos Salinas, han logrado borrar la profunda huella de
dignidad rebelde que define la práctica cotidiana de los mexicanos.
El periódico Reforma recientemente divulgó una encuesta que
evidencia la gran conciencia crítica de la población. 69 por ciento de
los encuestados tiene claro que hubo un fraude electoral en el estado de
México y sólo 14 por ciento, menos de la mitad de quienes supuestamente
votaronpor Alfredo del Mazo, afirma que fueron limpias. Asimismo, 60 por ciento de los mexicanos sabe que el Instituto Nacional Electoral (INE)
no está preparadopara organizar correctamente las elecciones de 2018.
Pero los consejeros y los magistrados electorales se niegan a recibir
el mensaje de repudio o ejercer la autocrítica. Insisten una y otra vez
que ellos hacen un magnífico trabajo, pero que la enfermedad de la
desconfianzaciudadana obstaculiza su importante labor. Desvían la atención culpando a las víctimas (los ciudadanos) y quieren resolver el problema matando al mensajero (eliminando, por ejemplo, a AMLO de los promocionales en radio y televisión).
Pero los que formamos parte del grupo que duda de las instituciones
electorales, sabemos que no sufrimos de ningún mal sicológico o cultural
de sospechosismo (Santiago Creel dixit). Nosotros no
tenemos la culpa. Al contrario, nuestra evaluación de las autoridades se
debe a las múltiples y claras evidencias de complicidad de los
consejeros y los magistrados electorales con el régimen autoritario. El
desechamiento de las impugnaciones de Morena en el estado de México por
el Tribunal Electoral del Estado de México y la total indolencia del INE
con respecto al enorme gasto ilegal, público y privado, en favor de Del
Mazo son apenas dos botones de muestra recientes.
Los mexicanos hemos sido traicionados por las mismas
instituciones electorales que creamos y empoderamos con nuestras duras
luchas en favor de la democracia. Un proceso similar ha ocurrido con el
Partido de la Revolución Democrática (PRD), otra institución que costó
sangre y años de sufrimiento en la búsqueda de construir un instrumento
para lograr el acceso pacífico del pueblo al poder.
Así como Madero y Carranza le dieron la espalda a Zapata, hoy el INE y
el PRD trabajan en defensa de la consolidación de un sistema
autoritario que cada vez más se acerca al totalitarismo con su vocación
de control total por medio del espionaje, la censura y la represión.
Pero el enorme repudio a las instituciones electorales demuestra que
la conciencia y la dignidad rebeldes siguen vivitas y coleando en
México. Y la falta de apoyo ciudadano para precandidatos como Margarita
Zavala, José Antonio Meade, Miguel Ángel Mancera, Rafael Moreno Valle,
Miguel Ángel Osorio Chong, o cualquier otro de los políticos del Pacto
por México, refleja la enorme madurez política del electorado mexicano.
A los mexicanos no nos engañan tan fácilmente discursos reaccionarios
y grandilocuentes al estilo de Donald Trump y Emmanuel Macron. Las
mentiras de Vicente Fox y Enrique Peña Nieto y el cinismo de Felipe
Calderón nos han vacunado en contra de la demagogia y la hipocresía. Las
nuevas generaciones buscan autenticidad, sencillez y valentía en lugar
de máscaras y engaños.
En 2018, se cumplirán 72 años del régimen de oprobio construido con
base a traiciones y pactos cupulares. Ha llegado la hora para la
rebelión ciudadana desde las bases morenas. Zapata vive, la lucha sigue.
Twitter: @JohnMAckerman
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