El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, justificó su decisión de revocar
el asilo diplomático otorgado en 2012 a Julian Assange, así como la
nacionalidad ecuatoriana que se le concedió en 2017.Foto Afp
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U vs Assange
En noviembre de 2010, el portal Wikileaks eligió
cinco publicaciones internacionales con el propósito de entregarles
cientos de miles de cables diplomáticos confidenciales: el británico The Guardian, el francés Le Monde, el estadunidense The New York Times, el español El País y el semanario alemán Der Spiegel.
El 18 de enero de 2011, el fundador del portal, Julian Assange, quien
entonces era un hombre libre, se encontró con un integrante del equipo
de La Jornada en Londres a quien le confió una memoria USB con
miles de cables diplomáticos provenientes de la Secretaría de Estado
estadunidense.
Unas cuantas semanas después de haber difundido los documentos secretos, Wikileaks
consideró que las publicaciones europeas y estadunidenses a las que
cedió la información ignoraron las condiciones que Sunshine Press, razón
social del portal, exigió para difundirla: cada nota publicada sobre el
material clasificado debía hacer referencia a los documentos en los que
se basaba, y éstos serían reproducidos en el portal de Wikileaks. Los nombres de personas inocentes mencionadas en los cables debían protegerse y no divulgarse bajo ningún motivo.
Ante esta situación, Assange y su equipo decidieron entregar la
información que aún tenían, separada por países, a medios
independientes. El primero en recibirla fue La Jornada.
Wikileaks fue fundada en 2006 por Julian Assange como una
organización no gubernamental dedicada a difundir información
confidencial generada y considerada
clasificadapor las autoridades estadunidenses. Las fuentes del portal recibían la garantía del anonimato.
Estas fuentes solían ser particulares que habían prometido
confidencialidad por trabajar en algún círculo del poder estadunidense,
pero que sentían que parte de esa información secreta debía ser del
conocimiento público, porque las autoridades habían tenido un
comportamiento cuestionable que la gente debía conocer.
Entonces podían publicar lo que sabían en Wikileaks sin que su identidad fuera revelada.
El portal se volvió relevante en 2009, cuando obtuvo y publicó 570
mil mensajes de localizadores personales interceptados ilegalmente el 11
de septiembre de 2001, de personas que buscaban desesperadamente a sus
seres queridos tras los atentados contra las Torres Gemelas y el
Pentágono.
Assange advirtió a La Jornada que para trabajar los archivos
que le estaba otorgando se debían utilizar computadoras nuevas que
jamás hubieran sido conectadas a Internet, pues no hacerlo así implicaba
un riesgo de ser intervenidos.
Un analista profesional, o hacker, fue el encargado de
decodificar los archivos encriptados, además de descifrar una contraseña
para tener acceso a ellos que no venía incluida en el material,
mientras un pequeño equipo de personas leía el material en inglés y lo
clasificaba.
Los documentos estaban sin un orden establecido, un cable seguía a
otro sin que hubiera relación temática o temporal entre ellos.
Una vez concluida la labor de clasificación de los cables
diplomáticos, ésta se distribuyó entre reporteros y corresponsales del
diario para que elaboraran las notas que aparecieron en las páginas del
diario y en un sitio online especial donde se publicó el material que Wikileaks entregó a La Jornada.
Posteriormente el portal compartió su información con otros medios latinoamericanos: el argentino Página/12; El Comercio, de Perú, El Espectador y la revista Semana, ambos de Colombia; El Faro, de El Salvador, y el Cenro de investigación e Información Periodística de Chile.
En el libro México en Wikileaks: Wikileaks en La Jornada,
publicado por esta casa editorial en 2012, bajo la coordinación de Pedro
Miguel, se hace un minucioso recuento de los cables confidenciales
filtrados a ese portal sobre México y que fueron publicaron en este
diario.
Gabriela Fonseca
Periódico La Jornada
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