Militares en activo
Durazo, administrativo
Jefes de Estado Mayor
Empieza a correr el reloj
El aparato mediático del
obradorismo se aplicó ayer a destacar un rasgo del historial del primer
comandante de la Guardia Nacional (militarizada, a juicio de este
tecleador nada cuartelario): no tanto su preparación académica y su ruta
de servicios (que incluye labores de inteligencia y comisiones en el
extranjero) como el hecho de que está en proceso de retiro.
Una parte de la discusión pública se indujo hacia ese dato
prejubilatorio del general brigadier Luis Rodríguez Bucio, en busca de
disolver la drástica realidad de que el jefe de la Guardia Nacional será
un militar en activo, lo cual contradice abiertamente el espíritu de
unidad festiva que se vivió en el Senado de la República cuando por
unanimidad de votos se definió el perfil de esa corporación y de quien
debería ser su comandante, creyentes los opositores y varios grupos de
la sociedad civil de que habían triunfado al conseguir que el timón del
nuevo ente fuera civil.
Rodríguez Bucio es un militar en activo. Cierto es que está en
proceso la aprobación de su solicitud de retiro, la cual podría estar en
agosto próximo o tardar más, acaso hasta diciembre, para cumplir el año
que en otros casos se lleva la tramitación de ese beneficio. En activo
también estarán todos los mandos y efectivos del Ejército y la Marina
que pasarán a integrar la nueva formulación del mismo aparato de combate
militar al crimen organizado que inició Felipe Calderón, continuó
Enrique Peña Nieto y ahora uniforma y etiqueta de otra manera Andrés
Manuel López Obrador aunque, en realidad, en la esencia es lo mismo, con
otro ropaje, denominación y discurso de justificación.
Ni siquiera se concedió en la oficina principal de Palacio Nacional
el atenuante que podría haber significado la solicitud de licencia del
jefe y los efectivos militares que integrarán la Guardia Nacional. Nada:
Alfonso Durazo, secretario civil de seguridad y protección ciudadanas
(él sí atenuado por el nuevo poder castrense), hizo saber ayer mismo que
el gobierno federal no encuentra razón para que pidan licencia a las
secretarías de la Defensa Nacional o la Marina quienes pasarán a la
Guardia Nacional. Todos en activo, militares a plenitud, aunque el tema
podría llevar a una impugnación ante la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, a pesar de que los ministros de esta instancia parecen poco
dispuestos a llevar la contra a la Silla Presidencial, preocupados como
están más bien por defender sus parcelas personales de los apetitos
controladores que provienen del citado Palacio Nacional.
La suerte militar, social, política y electoral está echada, pues. El
presidente López Obrador tiene una Guardia Nacional (militarizada) a la
medida de sus deseos y ha impuesto mandos conforme a sus planes. Habrá
también una coordinación de operaciones institucionales que en los
hechos diluirá cualquier intento serio del secretario Durazo u otras
instancias civiles de decidir y controlar el curso de la nueva guerra
contra el narcotráfico y contra otras formas del crimen organizado. En
esa suerte de Junta de jefes de Estado Mayor participarán otro general,
este de brigada y también en vías de retiro programado para agosto
próximo, un contralmirante y una representante de la Policía Federal.
Rodríguez Bucio, el comandante de la Guardia Nacional, combina teoría
con práctica, formación intelectual y expedientes de campo, con
especial acento en las tareas de inteligencia militar y de combate al
narcotráfico. Comienza a correr el reloj y el calendario para el
gobierno de López Obrador en el tema candente de la seguridad pública y
la protección de los ciudadanos. La nación demanda soluciones
razonablemente paulatinas pero certeramente eficaces para ir desarmando
el tinglado de corrupción, impunidad y complicidad en el que han
participado políticos, servidores públicos, policías, fuerzas armadas y
criminales explícitos. Ojalá esta Guardia Nacional, con estos mandos,
signifique avances y no retrocesos o más pérdida de tiempo, recursos y
esperanzas.
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