4/13/2019

Querido Armando, ¡ojalá te hubieras quedado a pelear!


Por Tiaré Scanda

Me tardé más que otras amigas en procesar todo esto. Creo que todavía no lo logro del todo. Es una locura por donde se vea.
Perdóname que te lo diga, pero suicidarte fue una pésima decisión. Por más que sea un acto “consciente, voluntario, libre y  personal”, suicidarse siempre es una chingadera horrible que se le hace a quienes te quieren, y a ti te quería mucha gente. Muchísima. En tu velorio no cabía un alfiler. Tuvimos que hacer cola por mucho tiempo para poder despedirte.
Formaste parte de tantos contextos y creaste lazos tan entrañables por todas partes que era conmovedor ver mezclados a tus amigos rockeros con los escritores, editores, periodistas y hacedores de radio, todos  y todas hechos pedazos. Todos repitiendo :“Ese cabrón era un pan”. Estoy segura que muchos de los ahí presentes hubieran estado dispuestos a dar la batalla para limpiar tu nombre, para expresar de otras formas tu “radical declaración de inocencia”. Tú, tan creativo, Armando. ¡Se te podían haber ocurrido otras maneras sin rompernos el corazón a todos! Sin detener el tuyo, que todavía tenía tanto para dar.
Soy mujer, soy mamá. Yo les creo siempre a las mujeres, de entrada, porque lamentablemente es verdad que todas hemos vivido alguna forma de violencia. Las más afortunadas, solo acoso callejero. Otras no han vivido para contarlo. Es verdad que a causa de la violencia machista mueren mujeres todos los días y “es correcto que las mujeres alcen la voz para que nuestro mundo podrido cambie” , como tú dijiste. No solo es correcto, sino urgente e indispensable . Pero también creo fervientemente que existen los hombres buenos y que hay que revisar cada denuncia cuidadosamente.
Aunque todas las conductas machistas son reprobables y hay que señalarlas, no puede castigarse con la misma dureza  un desagradable “mamacita”, que una violación o un feminicidio. Hacer una acusación pública, anónima, con base a lo que -según mis cálculos- me podría haber pasado, pero no me pasó, me parece poco responsable por decir lo menos.
Independientemente de los diagnósticos al vapor sobre tu salud mental que han hecho cientos de tuiteros, Armando, y de tu mensaje que habla de una decisión personal, vaya que una acusación de esta magnitud es el empujón que le hace falta a cualquiera que tenga dudas sobre si continuar en este mundo tan violento, o no.
¡Ay, Armando! Fue devastadora tu frase “Mejor un final terrible, que un terror sin final”. Me puse en tus zapatos por un momento: ir al mercado, a la gasolinera, a recoger a tu hijo a la escuela, y que a partir del dicho de una persona en redes sociales todo el mundo te mirara y pensara que eras un pederasta. ¡Suena infernal! Ser acusado de semejante cosa y despojado del honor construido durante toda una vida debe ser realmente aterrador. Pensar en el estigma que tendría que cargar tu hijito te debe haber dado pánico… ¡Pero no te quedaste a pelear, Armando! Le dejaste tu reputación a una bola de gente extraña que va a repetir cualquier cosa que vea en facebook , y van a poner esa horrible palabra junto a tu nombre. Te moriste tú, y dejaste viva una duda para quienes no te conocieron.
Siendo amiga tuya me indigna lo anónimo de la denuncia y pienso: “si vas a acusar a alguien de algo tan terrible, más vale que des la cara y tengas pruebas”.
Pero debo confesar algo: si una amiga mía tuviera que denunciar a un presunto agresor, yo misma le recomendaría cuidar su identidad porque, con toda seguridad, sería revictimizada por una horda de machos violentos y -tristemente- algunas mujeres machistas. No hay mujer que denuncie a quien no se le diga que fue su culpa y se le lancen todo tipo de insultos y hasta amenazas. Si una amiga fuera a denunciar, también le diría que se hiciera acompañar de alguna organización feminista para no tener que enfrentar el proceso sola.
Hay un culpable de todo esto, querido Armando. El machismo estructural que nos destruye a todos. Ese que habita en la mente de muchos de nuestros gobernantes,  legisladores , y los funcionarios que reciben las denuncias legalmente presentadas. También ellos revictimizan a las mujeres y las niñas, y no les dan ninguna garantía ni solución.  
Ha sido el desinterés del Estado por la seguridad de las mujeres lo que las ha empujado a denunciar  en redes sociales, algunas frontalmente y otras en el anonimato. La mayoría diciendo la verdad, y una que otra mentirosa, pues en redes sociales resulta imposible filtrar la calidad moral de las denunciantes. Desde el anonimato, cualquiera  puede decir lo que sea contra quien sea, y la mayor parte de la gente no se esfuerza por verificar. Simplemente repite… y juzga… y lincha.
Tu muerte, Armando, no puede ser en vano. Tiene que alertar al Estado de que urge ofrecer a las presuntas víctimas (mujeres y a veces también varones)  un proceso de denuncia correcto, sencillo, que les dé certidumbre, acompañamiento y protección; y a los presuntos agresores, juicios justos. Si son culpables que lo asuman, que paguen. Que no los encubran ni los justifiquen los otros machos. Pero si no son culpables, que no sean linchados como resultado de ninguna venganza personal, política, o la cruel diversión de ningún mentiroso.
Esto nunca debió pasar, Armando. Te vamos a extrañar y quienes te conocimos por tantos años te recordaremos por un sinfín de cosas lindas: tu sonrisa franca, tus libros, tu banda, tu aporte original y fresco al rock nacional, tu apoyo a buenas causas, entre ellas los derechos de la infancia. La felicidad que te dio la llegada de tu hijito, tus rolas, tus fotos, tu energía sobre el escenario, tu gran cantidad de amigos queridos y tu gran sentido del humor. Y pondremos junto a tu nombre palabras como músico, escritor, fotógrafo, amigo, creativo, talentoso, divertido, buen ser humano. Me alegra haber coincidido contigo. ¡Ojalá te hubieras quedado a pelear!

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