Los adivinos profesionales no
ven un futuro venturoso para la economía mexicana y tras consultar a sus
respectivos oráculos concluyen que 2019 y 2020, cuando menos, serán
años de escasos resultados, incluso menores –lo que ya es decir– a los
reportados por los seis gobiernos neoliberales en sus 36 años de
estancia en Los Pinos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador responde que los agoreros
se van a quedar con las ganasde ver incumplido su compromiso sexenal de crecer 4 por ciento en promedio anual. De hecho, reitera que
vamos bien: está en marcha el gobierno, está bien la economía, estamos manteniendo equilibrios macroeconómicos.
Qué bueno, pero como lo advierte el Instituto para el Desarrollo
Industrial y el Crecimiento Económico –de cuyo análisis se toman los
siguientes pasajes– más allá de un buen estado de ánimo “es necesario
implementar una política económica contingente para enfrentar la
desaceleración económica. La propuesta es una política industrial basada
en lo hecho en México, de fomento a la inversión, integración
de cadenas productivas y financiamiento de la banca de desarrollo; estos
son elementos clave para evitar que aumente el letargo económico”.
El crecimiento del producto interno bruto (PIB) potencial de México
se encuentra en 2.3 por ciento, fruto de una política económica de
estancamiento estabilizador: se sacrifica el crecimiento a cambio de baja inflación y finanzas públicas aparentemente sanas. A corto plazo la economía tiene escasa posibilidad de elevar su desempeño si no se aplica una estrategia de política económica diferente.
Los índices de confianza empresarial señalan que, en los últimos 8
años, el sector privado no ha considerado que sea el momento adecuado
para invertir. El modelo de estabilización y apertura económica no tiene
bases de fomento a la inversión productiva. La debilidad estructural
del mercado interno es notoria: empleo informal y de bajos salarios,
inseguridad, competencia desleal de algunas importaciones, bajo
contenido nacional de las exportaciones, escasa integración de las
cadenas productivas, falta de financiamiento y una política fiscal que
no fomenta la inversión productiva, son parte de las restricciones
estructurales que enfrenta la economía.
La desaceleración industrial es heredada, pues comenzó en el tercer
trimestre de 2018 y hoy involucra a los principales renglones de la
economía. Los sectores que explican el 70 por ciento del PIB ya se
encuentran con un ciclo económico a la baja o estancado.
Asociado con la menor dinámica productiva se tiene al menor ritmo de
inversión que se observará a lo largo de 2019 (-3.2 por ciento). Los
indicadores de confianza empresarial, la tendencia adversa heredada de
2018, el modesto presupuesto público en inversión, la tensión económica,
migratoria y política con Estados Unidos y el alza en las tasas de
interés forman parte de un entorno que ha incidido negativamente en la
perspectiva de inversión.
No ayuda una estrategia de política económica que sigue sin contar
con un mecanismo de política industrial y que requiere de un mayor
diálogo con el sector privado. Las necesidades del país imponen que
todas las dependencias gubernamentales trabajen en el mismo sentido.
Además, el discurso contra el modelo neoliberal pasa inadvertido, porque
en la práctica tal modelo está vigente.
Las rebanadas del pastel
Tres desmentidos presidenciales al hilo en apenas igual
número de semanas dan cuenta de que algo no funciona con uno de los
subsecretarios del gobierno federal: el de Hacienda, Arturo Herrera
Gutiérrez, quien el 12 de marzo pasado
enterróla nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco; el 27 del mismo mes
recortóel Presupuesto de Egresos de la Federación, y el 8 de abril
aumentólos impuestos. Todo ha sido puntualmente descalificado por López Obrador, quien ayer advirtió (y Herrera estaba a su lado):
nuestros adversarios se van a quedar con las ganas de que nosotros incumplamos nuestros compromisos. Entonces, ¿le aguantarán la cuarta noticia falsa?
Twitter: @cafevega
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