El tema migratorio se ha convertido en un dolor de cabeza para el gobierno, que no sabe qué hacer, improvisa, da bandazos y se contradice.
En realidad son varios frentes que hay que resolver si se quiere
hacer algo que vaya más allá de la coyuntura, la llegada de la siguiente
caravana o la enésima amenaza por parte del vecino incómodo.
En primer lugar hay un problema estructural, me refiero a la
arquitectura organizacional del gobierno en relación con el tema de
migración y población. El problema es grave. Las adecuaciones de la 4T
de crear una Subsecretaría de Derechos Humanos, Migración y Población no
han dado resultados. Derechos Humanos es un asunto transversal y en ese
campo Encinas está haciendo un buen trabajo, pero los asuntos de
migración y población requieren de cuadros políticos con gran
conocimiento científico de la problemática. Es más, debería haber una
Subsecretaría de Migración, ubicada en Gobernación, pero con personal de
varias dependencias adscritas a ella, que realicen el nexo
intersecretarial.
Migración y población son problemáticas muy específicas que requieren
manejo político y profesional, léase políticos que sepan de sociología,
demografía y antropología. Más allá de la emergencia migratoria el
asunto va para largo, México no sólo es una nación de tránsito, es
último país de tránsitolo que marca una diferencia geopolítica fundamental, comparado, por ejemplo, con Guatemala.
El segundo frente es coyuntural, más allá de la contención, que llegó
para quedarse, hay brotes continuos de urgencias y emergencias con el
arribo de nuevos migrantes, tanto en la frontera sur del país como en la
norte, recordar el nefasto acuerdo de
Quédate en México. Y para atender esta problemática, con muchas aristas, se requiere de coordinación con niveles muy altos de decisión, el Inami es operativo, no puede tomar ese tipo de decisiones.
Por otra parte, se requiere de formación y capacitación en la Guardia
Nacional y el personal migratorio. Respetar los derechos humanos y al
mismo tiempo aplicar medidas de contención, control o deportación
implica que se apliquen y respeten protocolos muy bien establecidos.
El tercer frente es el multilateral. Las relaciones con Estados
Unidos se mantienen estratégicamente en nivel de baja intensidad, con la
táctica de esquivar losgolpes y evitar contragolpear, para lo cual se
requiere de mucho aguante y mucha cintura. No es fácil, especialmente en
tiempos de campaña electoral.
Las relaciones con los países emisores de migrantes, especialmente
los centroamericanos, requieren también de mucha muñeca. Por lo general
nadan de muertitoy no les preocupa para nada la crisis que generan en México y Estados Unidos. El problema más agudo radica en Honduras, con un gobierno espurio, represivo y vinculado directamente al narcotráfico. Curiosamente con apoyo total por parte de Estados Unidos. Los programas promovidos por México, son paliativos y con recursos limitados, que provienen del llamado Fondo Yucatán de la Iniciativa Mérida, destinados al desarrollo en Centroamérica y que estaban sin utilizarse desde la época de Felipe Calderón.
Las importancia de Centroamérica es crucial para México y no basta
con el Plan de desarrollo integral propuesto por la Cepal, y tampoco con
los progra-mas de siembra o trabajo para los jóve-nes. Y un indicador
claro del poco inte-rés de México en la región se puede apreciar con los
embajadores nombrados por la Cuarta Transformación, todos políticos, ex
diputados, sin experiencia en la región y en las lides diplomáticas.
Un cuarto frente, y éste es gratuito, se da en la relación con la
sociedad civil y religiosa comprometida con la defensa de los migrantes,
que durante décadas han atendido, de manera voluntaria y desinteresada a
la migración que retorna y a la que va en tránsito. Los que han dado la
cara por México son los voluntarios de las casas de migrantes que día a
día apoyan a una población extremamente vulnerable y que el Estado no
ha podido ni ha querido atender.
Las organizaciones civiles y religiosas forman parte fundamental en
la atención, hospitalidad, asesoría y defensoría de la población
migrante. Deberían ser considerados como aliados estratégicos del
gobierno, pero son tratados con desdén y en ocasiones agredidos. La
última medida ha sido negarles temporalmente el acceso a los centros de
detención de migrantes, donde muchos desempeñan labores importantes de
asesoría y trámite. Obviamente, también fiscalizan, lo que claro no deja
de ser necesario y pertinente.
El último frente viene a ser consecuencia de la política migratoria
de contención. La prohibición de las caravanas y el libre tránsito a
migrantes irregulares, acarrea corrupción, extorsión, tráfico y trata de
personas. Mucho más, de la que ya existe. Hay reportes de migrantes
rescatados, de que se desmantelan casas de seguridad, se atrapan traficantes y se detienen a tráileres que transportan migrantes indocumentados. Pero nohay estrategias específicas para combatir este tipo de crimen ni tampoco personal especializado.
Son muchos frentes abiertos y hay que pensar más allá de la coyuntura.
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