La construcción de la ciudadanía femenina
El sufragio universal constituye el fundamento jurídico sobre el que se construye la verdadera democracia. Hasta la consecución del voto femenino, los sistemas políticos operaban bajo lo que podríamos denominar técnicamente como «androcracia»: un sistema de gobierno ejercido por y para los hombres, que excluía sistemáticamente a la mitad de la población. La transformación de este paradigma a través del reconocimiento del derecho al sufragio femenino conquistado por las feministas representa, desde una perspectiva jurídico-política, la piedra angular de las democracias modernas.
El artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece el derecho a la participación política como un derecho humano fundamental, caracterizado por ser inalienable, universal e imprescriptible. Este reconocimiento internacional consolida jurídicamente la lucha histórica del movimiento sufragista, elevando la participación política femenina a la categoría de derecho inherente a la dignidad humana. Y así se establece específicamente en el artículo 7 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW).
El mandato democrático contemporáneo: la agenda feminista
El panorama político internacional atraviesa una transformación, sin precedentes, en materia de representación femenina en las más altas esferas del poder ejecutivo. La reciente toma de posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta de México no sólo marca un hito histórico para una nación con más de sesenta y cuatro millones de mujeres y niñas, sino que se inscribe en un momento extraordinario de la política global donde las mujeres están redefiniendo el ejercicio del poder.
Este momento histórico podría alcanzar un punto de inflexión en los próximos meses, pues por primera vez en 248 años de historia estadounidense, existe la posibilidad real de que una mujer alcance la presidencia de la primera potencia mundial. Kamala Harris, actual vicepresidenta y candidata demócrata, representa no sólo la posibilidad de romper el último techo de cristal en la política estadounidense, sino también un cambio paradigmático en el liderazgo global.
El mapa del poder ejecutivo mundial tiene ya una muestra significativa de liderazgos femeninos:
- En Europa: Ursula von der Leyen (Comisión Europea), Giorgia Meloni (Italia), Kaja Kallas (Estonia), Katerina Sakellaropoulou (Grecia), Evika Siliņa (Letonia), Ingrida Šimonytė (Lituania), Myriam Spiteri Debono (Malta), Maia Sandu (Moldavia), Nataša Pirc Musar (Eslovenia).
- En América: Xiomara Castro (Honduras), Dina Boluarte (Perú).
- En África: Samia Suluhu Hassan (Tanzania), Sahle-Work Zewde (Etiopía), Judith Suminwa (República Democrática del Congo).
- En Asia: Sheikh Hasina (Bangladesh), Droupadi Murmu (India), Salome Zourabichvili (Georgia).
- En Oceania: Fiamē Naomi Mata’afa (Samoa), Hilda Heine (Islas Marshall).
No obstante, la mera presencia de mujeres en los máximos puestos de poder no garantiza la consecución de los objetivos feministas, ni que estas lideresas defiendan los derechos de las mujeres. El verdadero logro de que las mujeres lleguen al poder consiste en traducir esta representación en políticas públicas transformadoras que consoliden y amplíen los derechos de todas las mujeres, entre las que se hallan:
- Implementar políticas públicas con perspectiva feminista en materia de participación política, educación, empleo, salud, lucha contra la pobreza.
- Fortalecer los mecanismos institucionales para propiciar la igualdad de trato y oportunidades entre mujeres y hombres en la participación en la vida política, social, económica, cultural y demás ámbitos relevantes.
- Desarrollar estrategias y medidas efectivas para combatir todas las formas de violencia y discriminación contra las mujeres y niñas.
- Adoptar medidas efectivas para abolir las causas de opresión contra las mujeres: explotación sexual, reproductiva y laboral; los roles y estereotipos de género; y todas las formas de mercantilización de las mujeres.
- Garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y niñas.
- Blindar la categoría jurídica ‘sexo’ –que es donde se construyen los derechos de las mujeres y las niñas– y se deroguen todas las leyes que permiten a los varones autodeterminarse ‘mujeres registrales’.
- Garantizar la paridad en los puestos y cargos de representación política y los órganos de decisión de los niveles más altos del sector empresarial.
El tiempo de las mujeres es ahora
El legado del sufragismo no consiste sólo en el derecho al voto y a ser elegibles para representar cargos públicos; sino en la construcción de una democracia sustantiva e igualitaria, donde las mujeres tengan el reconocimiento a la misma dignidad y humanidad que los hombres y, por tanto, tengamos de los mismos derechos, libertades y responsabilidades, que suponen el disfrute al derecho a vivir una vida libre de violencia. Es en esto en lo que consiste precisamente el feminismo: en reconocer la misma humanidad y dignidad de mujeres y hombres.
Las actuales líderesas políticas tienen la responsabilidad histórica de honrar este legado feminista gracias al cual hoy día ejercen el poder. Todos los derechos que tienen, se los deben al feminismo y a las feministas que los conquistaron. Por lo que es de justicia que sean leales y usen su mandato para preservar los derechos de las mujeres y las niñas.
Enhorabuena Presidenta de México, con la esperanza de que cumpla su promesa de que «es tiempo de transformación, es tiempo de mujeres«.
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