LA OTRA RUTA MIGRATORIA
La mayoría son mexicanas; se deprimen por dejar a sus hijos
Por Guadalupe Cruz JaimesMéxico, DF, 10 oct 12 (CIMAC).- Debido a la crisis económica y a la “ola antiinmigrante” en Estados Unidos, la proporción de deportaciones de personas que tenían más de cinco años viviendo en ese país aumentó ocho veces, afectando sobre todo a mujeres y jóvenes.
Lo anterior lo señaló a Cimacnoticias Jill Anderson, becaria posdoctoral del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), de la Coordinación de Humanidades de la UNAM.
Anderson indicó que el número de personas retornadas de EU a México se incrementó de 200 a 400 mil durante el gobierno de Barack Obama. La mayoría son de nacionalidad mexicana y fueron detenidas por la policía migratoria al cruzar la frontera.
Sin embargo, la proporción de deportaciones de migrantes que tenían más de cinco años viviendo en EU también “creció de forma importante”, al pasar de 2 por ciento en 2005 a 17 por ciento en 2010.
Jill Anderson, quien estudia el tema como parte de su investigación posdoctoral en la UNAM, consideró que el retorno de migrantes se debe a los estragos de la crisis económica en el vecino del norte y a la “ola antiinmigrante” en territorio estadounidense.
Con la recesión, las y los migrantes fueron “los primeros en quedarse sin empleo” porque afectó los sectores en los que más se ocupan, como servicios (limpieza, restaurantes) y la construcción.
Por otro lado, la política de seguridad de EU también derivó en el regreso de personas a México, pues las autoridades migratorias trabajan de manera conjunta con la policía de los estados y cuando “una migrante es detenida por pasarse un alto o porque un vecino la denuncia”, es deportada.
Esta situación genera temor entre las y los migrantes que carecen de documentos de estancia legal. “He conocido gente que sale de EU porque no puede trasladarse libremente, tienen mucho miedo”, acotó la especialista.
Las mujeres son afectadas de manera particular con la deportación debido a que les implica dejar a sus hijas e hijos nacidos con familiares o conocidos. Su otra alternativa es traerlos con ellas y empezar de nuevo en México.
Así, aunque la mayoría de las personas deportadas son hombres jóvenes, el impacto en las mujeres perjudica también a sus descendientes aun cuando éstos hayan nacido en EU. Muestra de ello es que 75 por ciento de las y los niños de retorno tienen ciudadanía estadounidense.
Anderson puso como ejemplo el caso de una mujer, recién deportada, que ahora vive en el DF. Indicó que la originaria del estado de Guerrero vivió más de 20 años en EU trabajando en la pizca de cereza y manzana.
La mexicana se fue con dos hijos y tuvo tres más en el país vecino. Ella fue repatriada cuando acudió a la policía porque uno de sus hijos había sido detenido. Ahí se dieron cuenta de que la mujer carecía de legal estancia y la encarcelaron.
Durante la detención, un abogado la convenció con engaños de firmar su “deportación voluntaria”. “Le dijo que si firmaba, después le facilitarían el trámite de su visa para que regresara a EU de manera legal, pero no fue así”, relató Anderson.
La investigadora añadió que es común que los abogados coaccionen a las y los migrantes detenidos para que autoricen su “repatriación voluntaria”, prometiéndoles documentos de estancia legal.
Ahora, la guerrerense vive en la Ciudad de México con su hija, de nueve años de edad. Atraviesa por una “depresión muy fuerte” por estar lejos de su familia y sin oportunidad de volver a EU.
No obstante, la mujer obtuvo una beca de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec) para poner un negocio. “Ella vende pollos adobados en un puesto en la esquina de su calle”, precisó la académica.
La mujer, además de preocuparse por sus hijos que se quedaron en EU, desea un ingreso suficiente para la manutención de su hija menor, algo que no ha sido sencillo, pues “para quienes regresan al país es difícil encontrar un trabajo estable”.
Las y los migrantes retornados, primero deben superar la depresión, derivada de la pérdida de relaciones de amistad y familia, después le siguen los obstáculos de las instituciones educativas para revalidar sus estudios, y por último, la búsqueda de un empleo.
A las niñas, niños, y jóvenes que quieren continuar sus estudios “les piden documentos de primaria y secundaria con los que nadie sale cuando son deportados, es muy difícil, incluso hay personas que tienen que volver a cursar la escuela”.
Por las dificultades para continuar en la escuela, las y los jóvenes se ocupan en “call centers” (centros de atención telefónica), un sector interesado en su perfil, pues la mayoría habla inglés “sin acento” y está familiarizado con el uso de nuevas tecnologías.
Ahí “reciben 48 pesos por hora; es un buen sueldo a comparación con otras opciones en el mercado, y además ahí conocen a otras personas en condiciones iguales (jóvenes deportadas que vivieron en EU desde los 4 o 5 años de edad)”.
La investigadora añadió que además de los “call centers”, las y los jóvenes tienen pocas oportunidades de empleo y terminan en la economía informal.
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